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La madre de todas las tendencias

Rivera no descarta "hablar" con Vox si Ciudadanos tuviera la opción de gobernar y el PSOE "bloqueara"

Antón Losada

La primera ronda de encuestas tras la convocatoria de elecciones no puede resultar más deprimente para quienes pensaban que el adelanto electoral era la oportunidad de sus vidas. Todas apuntan a una repetición del actual escenario de ausencia de mayorías o mayorías escasas e inestables. Que apenas un mes después se celebren elecciones europeas, autonómicas y municipales apunta a una larga postcampaña y a una más que peligrosa institucionalización de la ingobernabilidad. Si alguien pensaba que las sociedades divididas se gestionan mejor votando va camino de obtener otra evidencia, otra más, de su error.

En la derecha, como era previsible, Vox es el gran ganador de la absurda estrategia de populares y naranjas de competir en el espacio y con la agenda de la derecha extrema para que la derecha extrema no les robe la derecha y el centro. Como también parecía lógico, el Partido Popular resiste en la frontera del 20% del voto y no da síntomas de ir a bajar mucho más. Es Ciudadanos quién parece ofrecer signos de flaqueza, síntoma evidente del desconcierto que podría haber provocado en muchos votantes naranjas el veto a cualquier pacto con los socialistas.

Pedro Sánchez consigue un realineamiento del voto de la izquierda, pero está aún muy lejos de la polarización que busca avisando a diario del triple peligro de las tres derechas. Todo apunta a que se quedará con algo más de la tercera parte de los votos y la representación que ostentaba Unidos Podemos. Pero también que el deterioro morado empieza a estrecharse como nicho de mercado. Tampoco parece que la apelación constante a la moderación y a situarse entre el polo de la derecha y el supuesto polo radical nacionalista le esté dando para beneficiarse del parón de Cs. Un dato preocupante para los dos grandes partidos del bipartidismo: entre ambos aportan la tercera parte del alto volumen de indecisos.

Es muy pronto para dar validez a estas tendencias de voto. Pero hay una tendencia clave que se mantiene estable desde hace meses, que no se ha alterado ni con la convocatoria del 28ª y que va a decidir los resultados de abril: la participación podría resultar más baja que en 2015 y 2016; puede que más de 5 puntos. Esa desmovilización proviene en su mayor parte de la izquierda. No parece que una campaña negativa, dedicada a avisar de los peligros y amenazas que traería una victoria de los otros, esté consiguiendo movilizar a ese porcentaje de abstencionistas; los únicos que podrían romper con su decisión de ir a votar el bloqueo que pronostican los sondeos. A lo mejor valdría la pena probar si funciona un mensaje y un discurso dedicado a dignificar la política y tratar al elector como un individuo racional e inteligente, no como un animal asustadizo y gregario. Cuando se agotan los adjetivos y las descalificaciones, siempre se puede probar con las ideas.

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