El método Feijóo funciona
Moreno Bonilla ha ganado estas elecciones andaluzas porque su candidato duplicaba y triplicaba en todas las variables a sus competidores, también porque el PP había vuelto a ocupar de manera abrumadora el espacio político que va desde el centro a la extrema derecha. Estaba escrito en el CIS publicado antes de la campaña. Vox únicamente superaba al PP entre los ciudadanos que se situaban en el extremo del extremo. Esto ha resultado cierto en Andalucía. No quiere decir que vaya a serlo o que sea inevitable en unas elecciones generales.
La lectura relevante en clave estatal pasa más por constatar que el método Feijóo de ganar elecciones puede funcionar también fuera de Galicia. Ocupar el centro, bajar el ruido, vender moderación y fijar la percepción de que sólo puede haber un presidente. Eso hizo Feijóo para ganar cuatro mayorías absolutas y eso ha repetido Moreno Bonilla para sumar la primera. Que sea o no de centro, que baje el ruido sólo cuando le conviene o que la moderación de sus políticas se quede en la propaganda es otra cuestión. Lo cierto es que la mayoría lo ha comprado y eso es lo que cuenta en política. Tratar de presentarlo como un ultra en manos de la extrema derecha ha jugado a su favor.
El debate interno existente en el PP sobre si la manera de ganar la Moncloa pasaba por la guerra de guerrillas que propone Díaz Ayuso, o la venta al por mayor de presidencialismo y gestión que defiende Feijóo, ha terminado. Ha quedado claro que el elector popular llena las urnas cuando se le ofrece un ganador, vorazmente secundado por el votante de Ciudadanos. El combate no es ideológico. La competición reside en conectar con un electorado que, en tiempos de incertidumbre y crisis sucesivas, busca orden, estabilidad y que los gobiernos y los gobernantes sean previsibles, antes que mejores o peores.
Andalucía marcó el inicio del ciclo de Vox en la política española y ahora marca el inicio de su fin. Hasta hoy el votante de derechas escogía su papeleta pensando en quién podía hacer una oposición más dura y áspera contra Pedro Sánchez porque sabía que Pablo Casado no podía ganar. Ahora vuelve a votar para elegir gobierno y ahí Vox no tiene nada que hacer, no puede competir. El 19J deja además otra lectura: avisar que viene Vox ha empezado a beneficiar fundamentalmente al PP. Seguir centrando las campañas en si entra o no la extrema derecha le resultará útil sobre todo a Feijóo.
El resultado socialista es malo, aunque pueden consolarse pensando en que podía haber sido mucho peor. Ni su candidato ni el partido estaban en condiciones de competir en Andalucía. Lo pregonaban todas las encuestas. El PP puede hacerse la lectura de que ha sido un voto de castigo a Sánchez. Pero lo cierto es que su campaña no se ha planteado así en ningún momento; más bien al contrario. Seguramente porque si algo ha sostenido al PSOE por encima de los treinta diputados ha sido la gestión del gobierno de coalición, desde el salario mínimo a los ERTES, pasando por la reforma laboral, la isla ibérica o las ayudas al combustible. Cuesta ver la buena noticia en una noche de tanta derrota, pero lo es. El problema de Pedro Sánchez y su gobierno reside en que a la gente le gustan sus políticas, pero no le acaban de convencer sus responsables. Las caras se cambian rápido, las políticas llevan tiempo.
A la izquierda del PSOE, con la demostración de que las buenas campañas importan que ha aportado Teresa Rodríguez, cometerían otro error a sumar a los ya perpetrados si trasladaran los resultados andaluces a la política estatal y empezara una ruidosa búsqueda de culpables. Ha sido el ruido lo que os ha traído hasta aquí. Más ruido no los va a sacar de donde están. A la izquierda del PSOE, en unas generales, hay candidata conocida y valorada en España, hay gestión relevante y con impacto directo en la vida de la gente por amortizar y puede haber proyecto. Sólo necesitan un poco de silencio y poner las cosas por su orden.
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