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El miedo de los poderes económicos

Rosa Paz

Se ve que los empresarios están inquietos con los resultados electorales del domingo. Aunque la mayoría, prudentemente, no lo expresa en público se percibe su agitación ante la posibilidad de que los pactos del PSOE con Podemos y otras formaciones de la izquierda saquen al PP de muchos gobiernos municipales y autonómicos. Algo que, vista la anunciada desbandada de los barones peperos, han sido los dirigentes del PP los primeros en asumir.

Hace ya meses, un par de años incluso, que las grandes empresas del Ibex35 empezaron a sembrar la hipótesis de una gran coalición entre PP y PSOE, ante el ascenso que se avecinaba de nuevas opciones de izquierdas. Ya entonces temían que una alianza de los grupos emergentes con los socialistas pudiera acabar con las políticas de la austeridad suicida, que han cargado las consecuencias de la crisis sobre las vidas de quienes nada tuvieron que ver en su génesis y no sobre los responsables de las burbujas financiera e inmobiliaria. “Salvar la economía”, que es lo que dice el PP que ha hecho, ha consistido en salvar a grandes empresarios y en castigar con los recortes de salarios, prestaciones y derechos al resto de los ciudadanos.

Así que parece normal que la derecha político-mediática-empresarial, que teme por sus intereses económicos, se apunte al tremendismo y, mientras se recupera del palo del 24 de mayo, intente esparcir el miedo a los antisistema, los comunistas, los soviets, la inestabilidad, el desorden y no se sabe cuantas cosas más que, según sus portavoces, van a crecer de golpe en ciudades y autonomías.

Uno de los primeros empresarios en hablar fue el presidente de OHL, Juan Miguel Villar Mir, quien alertó del auge de partidos como Podemos porque, a su juicio, ponen en riesgo la recuperación económica. Pero ya se sabe que los empresarios son pragmáticos. Así que un día después se apresuró a declarar que Manuela Carmena “puede ser una gran alcaldesa” y que su trayectoria como jueza le inspira “gran tranquilidad”. A Villar Mir le interesa mantener buenas relaciones con el Ayuntamiento, porque tiene intereses empresariales en Madrid de gran calado, como la llamada “operación Canalejas”, una polémica operación inmobiliaria en pleno centro histórico de la ciudad.

También llamó la atención la petición del presidente de la CEOE, Joan Rosell, de que los nuevos políticos “olviden sus programas, vean la realidad y no quieran poner problemas, sino que vengan a solucionarlos”. Parece que a Rosell le dan miedo las promesas electorales de los emergentes —¿el rescate ciudadano?— y que no ha entendido que parte de la desconfianza en los partidos de siempre proviene de la sensación del convencimiento de que nada más llegar al poder archivan los programas con los que ganaron las elecciones.

Tampoco parecen haberse dado cuenta todos esos financieros y empresarios temerosos de los nuevos alcaldables de que han sido los casos de corrupción —y si hay corruptos es que hay corruptores— y las políticas antisociales, la reforma laboral que ellos han jaleado, por ejemplo, los que han generado tanta indignación y tanta desafección.

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