Milei y la pulsión ultra del PP
España y Argentina se entienden, para lo bueno y para lo malo. Compartimos narrativas, ruegos y consignas: “nunca más”, “no pasarán”, “viva la libertad”. También la pendiente reivindicación de la memoria y la dignidad y la tentación de resucitar un pasado glorioso que apenas existió. Con dos realidades económicas y dos gobiernos que nada tienen en común, en ambos países reconocemos al tipo al que se refería el personaje de Pablo Rego en El secreto de tus ojos: el que puede cambiar de cara, de trabajo, de familia y de Dios pero no de pasión. El orgullo nacional es Messi o es Nadal pero casi nunca somos todos, casi nunca es colectivo, aunque tanto españoles como argentinos estemos obsesionados con nosotros mismos. No hay distancia sentimental entre el “ser argentino es estar triste, ser argentino es estar lejos” de Cortázar y el “soy español sin ganas, que vive como puede bien lejos de su tierra” de Cernuda. Y como somos tan distintos como dos gotas de agua, que dice el poema de Wislawa Szymborska, nos pasan las cosas que nos pasan.
Javier Milei ha abierto a golpe de motosierra un conflicto diplomático con España al responder a las declaraciones del ministro de Transportes, Óscar Puente, quien había aludido durante un coloquio sobre comunicación y redes sociales de la Escuela de Gobierno del PSOE, celebrado este viernes, a la posible “ingesta de sustancias” del dirigente ultraderechista. Puente recordaba una entrevista de Milei en el canal A24 de la televisión argentina, intervención que hasta la prensa española más conservadora calificó de “errática”. Milei se quejó de un murmullo en plató que solo él escuchaba, presumió con vehemencia de las métricas de sus memes y soltó frases como esta: “Lo que quiero decir es: así como hay un salame o tres salames opinando desde una computadora... ¿Sabés qué? Mientras ellos miran a la señorita por internet, yo estoy en medio de sus sábanas”.
Podemos convenir en que estaría bien que Óscar Puente ejerciera su ingenio tuitero solo dentro de nuestras fronteras, por prudencia, cargo y relaciones internacionales, pero lo cierto es que el ministro aludió a una entrevista del entonces candidato a presidente y este nos ha devuelto un panfleto ultra en el que no falta de nada: acusar al gobierno de poner “en peligro la unidad del Reino de España tras pactar ”con separatistas“, poner en riesgo a ”las mujeres españolas permitiendo la inmigración ilegal de quienes atentan contra su integridad física“ y aplicar ”políticas socialistas que traen pobreza y muerte“. Tampoco ha faltado el tema de moda, la carta de Sánchez y su posterior decisión, al decir que el presidente ”tiene problemas más importantes de los que ocuparse, como las acusaciones de corrupción contra su esposa“, Begoña Gómez.
El PP se ha apresurado a ponerse del lado correcto de su historia: contra Sánchez. Sería un acontecimiento que el partido conservador respaldara desde la oposición a un gobierno de su país. El patriotismo de derechas solo se ejerce desde el poder. No importa que Milei vaya a gobernar durante un año por decreto en materia administrativa, económica, financiera y energética, fulminando al poder legislativo. El autoritario en cualquier disyuntiva siempre será Pedro Sánchez. El virulento comunicado del presidente argentino se produce dos semanas antes del viaje de Milei a España. El líder de La Libertad Avanza participará el 18 de mayo en Europa Viva 24, un encuentro organizado por Vox para lanzar su campaña a las elecciones europeas del 9 de junio. En esta visita, su primera a España como presidente, no se verá ni con Sánchez ni con el Rey. Hay dirigentes de derecha, los que han crecido al calor ideológico de José María Aznar y Esperanza Aguirre, que contemplan con envidia que Milei venga a promocionar a Abascal, y no a ellos. Feijóo comprendió hace mucho tiempo que era inútil negar lo evidente en su relación con la ultraderecha y, animado por la deriva del PP europeo, ha abandonado toda ambigüedad. Tenía dos objetivos: la normalización de la extrema derecha y la reagrupación familiar. Solo ha conseguido el primero y el segundo parece cada vez más lejano. Vox se resiste a dejarse engullir y el PP corre el peligro de que vuelvan a marcar la agenda en las europeas, comicios en los que la ultraderecha podría conseguir ser la segunda fuerza del europarlamento.
Chesterton aseguraba que la democracia consiste en la creencia de que las cosas importantes de la vida, como el sexo, la crianza de los hijos y las leyes del Estado conviene dejarlas en manos de las personas normales, siempre que resistiéramos la tentación de considerar normal lo inaceptable. Esa pantalla, querido Chesterton, ya la hemos pasado.
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