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Dos militantes del PP asesinan presuntamente a una dirigente del PP

José María Calleja

Dos militantes del PP están detenidas como presuntas autoras del asesinato de una dirigente del PP. Las tres de León, las tres del PP. Una, la asesinada, presidenta de la Diputación de León; otra, ingeniera que trabajó para esa Diputación y fue en las listas del PP de Astorga; la tercera, madre de esta. Las dos detenidas son mujer e hija de un mando policial de Astorga.

Estamos pues ante un asunto privado entre las dos sospechosas y la asesinada. Estamos ante algo que tiene más que ver con el suceso, con algo que, de no ser la víctima presidenta de la Diputación, los medios podrían haber calificado de ajuste de cuentas pendientes. Una joven despedida de la Diputación en 2011, que se sentía maltratada por la máxima dirigente de su propio partido. Una madre que se solidarizaba con su hija y que es señalada como autora material de los disparos. Incluido el tiro de gracia, cuando la víctima está en el suelo y la que dispara necesita certificar su muerte.

Cabe preguntarse por qué asisten las dos mujeres al crimen, por qué participan las dos en el tiro por la espalda, qué tipo de venganza quería compartir con su hija la madre que presuntamente dispara a una mujer a la que ambas conocen.

Las dos detenidas se niegan a declarar ante la policía y mantienen una actitud serena, según se nos informa. Este es un dato más que refuerza la hipótesis de una estrategia preparada durante tiempo: disparar sobre alguien que resulta vulnerable por sus comportamientos rutinarios, en un punto en el que es fácil deshacerse de la pistola, negarse a declarar. No estamos ante un arrebato.

A pesar de ese carácter privado de los trágicos hechos, la reacción de los políticos ha respondido más a la liturgia característica de otro tipo de crímenes: condena del asesinato, frases enlutadas como otras, aplazamiento del debate previsto entre candidatos, suspensión de actos electorales...

Por parte de algún medio de comunicación se ha corrido a buscar culpables que no estaban desde luego en el lugar del crimen. Ya sabemos que dos frases con apariencia de verdad, puesta una al lado de otra, pueden construir una mentira de tomo y lomo. Algo así ha ocurrido en esa construcción artificial de un contexto incriminatorio contra los que son considerados como culpables de todo, aunque nada tengan que ver.

Pero los hechos son los que son: dos militantes del PP de León han asesinado, presuntamente, a una dirigente del PP de León. Un asesinato que huele a venganza, planificado, en el que la autora necesita saber que la víctima queda muerta y no solo malherida.

León es una ciudad tranquila por definición. Como Cuenca, donde hace unos días un hombre asesinó a otro y luego se suicidó por asuntos pendientes, entre otros, dinero pendiente de cobrar por parte del asesinado.

En toda España alguien tiene un asunto pendiente con el vecino, macerado por el tiempo y la rumia de agravios. Normalmente no suele ser un único motivo, un único móvil, sino una mezcla de varios lo que lleva a alguien a matar a su paisano. No todos esos conflictos desembocan en muertes violentas; en algunos casos se enquistan y hasta se heredan, y en otros se resuelven más o menos civilizadamente, vía judicial incluida.

En el asesinato de León, llama la atención que un asunto privado, más cercano al suceso, haya sido tratado por algunos medios y políticos como si de un asesinato político se tratase, mientras que, por ejemplo, los asesinatos de mujeres a manos de hombres, son tratados tantas veces como sucesos, asuntos privados, y no como la evidencia de hombres que asesinan sistemáticamente a mujeres.

Los hechos: dos militantes del PP han asesinado a una dirigente del PP. Un asesinato pensado, en frío, vengativo.

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