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No te eches al monte, Alberto

Alberto Núñez Feijóo durante el acto institucional por el Día de la Constitución

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Si Núñez Feijóo no lo impide, parece que el PP ha decidido encarar el último tramo de la legislatura como enfiló su arranque: echándose al monte. Cuanto más se desinflama Catalunya, más se inflama la ultra y la derecha española.

No falta ni un ítem en el combo del discurso neopopulista de manual (Eatwell, Goodwin 2019): primero se cuestiona el compromiso del otro con las reglas de la democracia y se denuncia su propensión a cambiarlas o saltarlas. Luego se niega su legitimidad para tomar cualquier decisión que no se ajuste a los criterios propios. A continuación, se insinúa su tolerancia, incluso simpatía, hacia la violencia contra los opositores. Finalmente, se le declara un enemigo confeso y una amenaza inminente para la democracia. De tramposo pasa a usurpador, de usurpador a violento y, finalmente, de violento a dictador y liberticida. La ultraderecha y la derechita no resultan siquiera muy originales; ni en la elección de los adjetivos ni en la secuencia de su puesta en acción.

En este camino hacia el monte, Núñez Feijóo va por días. Unos es el hombre de Estado, moderado y sensato, que únicamente quiere hablar de economía y los problemas que realmente le importan a la gente, que tiene bien claro que la derecha gana elecciones y gobierna cuando ocupa el centro político. Algunos, parece el líder atormentado por el fantasma de aquel Pablo Casado que quería ir al centro y a la extrema derecha al tiempo y acabó dándose de narices con la realidad y la física. Otros deja ver al líder dispuesto a pasar a la clandestinidad en cualquier momento, bloqueador del poder judicial para preservarlo de la amenaza y reclamador de elecciones a un presidente cuyo plan no tiene legitimidad.

Todavía no ha cruzado la frontera de cuestionar la legitimidad del presidente Sánchez, solo la de sus planes; pero está a un pasito muy corto de hacerlo. Los síntomas de mareo ya no son una excepción, son una constante. Unos meses en Madrid y parece haber olvidado cuanto aprendió en Galicia durante década y media: echarse al monte no gana elecciones y siempre acaba mal.

Los mismos que llevan cuatro años bloqueando la renovación del CGPJ y ahora del TC para mantener una mayoría política artificial, inexistente en las Cortes Generales y revocada en dos elecciones generales, nos dan ahora lecciones de separación de poderes. Los mismos que reformaron a toda pastilla el delito de malversación para encarcelar a Artur Mas y, de paso, diluir su corrupción en un revuelto donde toda malversación era corrupción y todos tenían malversadores y todos eran corruptos, denuncian ahora la presunta impunidad de la corrupción.

Tienes que elegir mejor tus amistades, Alberto. No te llevan por el buen camino. Son sus contradicciones, no las tuyas. Te lo dice alguien que te quiere bien desde hace bastante más años.

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