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Nostalgia de un pasado que no volverá

El expresidente del Gobierno, José María Aznar, durante una conferencia en el Círculo Ecuestre en Barcelona

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Del primer amor, de un olor que nos transporta a la infancia, de una loca juventud, de un viaje apasionante, de un tiempo de gloria y esplendor… La nostalgia es ese sentimiento que nos atrapa en un tiempo que aparentemente fue mejor. Es un sentimiento ambivalente de tristeza y felicidad que mezcla la certeza de que aquello ya nunca volverá y el gozo del recuerdo de los mejores momentos. ¡Pobre de aquel que queda atrapado en la melancolía! Cuando la añoranza hace acto de presencia, se corre el riesgo de aferrarse a ella y soslayar el presente, que nunca es igual que el pasado. 

El Partido Popular ha decidido regresar a Sevilla para evocar sus mejores tiempos, el de su primer  Congreso Nacional en 1990, tras la refundación de Alianza Popular. Cuentan los crónicas de entonces que aquel cónclave, que costó 30 millones de pesetas y aclamó a Aznar como nuevo líder bajo el padrinazgo de un Manuel Fraga instalado en la cúspide como presidente-fundador, fue un auténtico festival de compromisarios e invitados en el que la “nueva derecha” se conjuró para avanzar hacia el centro en busca de un espacio más amplio de electorado. 

Y para conseguirlo reivindicaba una estrategia reformista, que enarboló ya antes sin éxito Miquel Roca en 1986, y proclamaba el compromiso de promover “un modelo de sociedad abierta, de respeto a las reglas de juego, pero no permisiva,  dialogante (...) y en la que las iniciativas personales y privadas no serán, en ningún caso, frenadas por un igualitarismo mal entendido y por la mediocridad”. En definitiva, reconocieron entonces que durante mucho tiempo había faltado una “alternativa viable y creíble” y se presentaban en adelante como “la única alternativa posible y plausible”.

Volver al pasado para superar un presente aciago, olvidar el “accidente Casado”, que es como ya hablan del efímero tránsito por la calle Génova del líder saliente, y celebrar la llegada de Feijóo. A eso acuden a Sevilla, a encumbrar  al tercer gallego que toma las riendas del PP. Lo que aún no se sabe es quienes le acompañarán en este viaje incierto -salvo la designación por twitter de la nueva secretaria general, Cuca Gamarra- ni qué discurso tiene preparado para su entronización, pero sí que ha diseñado un cónclave de “reinicio” que incluirá un homenaje a la refundación que tuvo lugar hace 32 años. “En esta vida cuando te equivocas de camino, hay que volver al comienzo”, argumentan desde el Comité Organizador dejando claro que Casado fue un error y que Aznar vuelve a ser el faro que les guíe.

Fraga tuvo en aquel congreso de la capital hispalense su momento de gloria, pero Casado no lo tendrá porque la organización ha decidido concederle apenas media hora, entre las intervenciones de Aznar, Rajoy y Feijóo, para su despedida. El olvido, como dejó escrito Borges, es la única venganza y el único perdón. Que pase cuanto antes este tiempo y miremos atrás para seguir hacia delante, es la motivación más compartida entre los populares. 

Ignoran que ni España es hoy la misma que hace 30 años ni en la política de hoy tienen demasiada cabida las recetas ni los protagonistas del pasado, aunque Feijóo tenga un dilatado pretérito en la vida pública. El próximo líder de los populares no es ni una joven promesa, ni una nueva esperanza blanca, sino alguien bregado en los usos y costumbres de la vieja política. Y la nostalgia que parecen sentir los populares en estos días les puede hacer, sí,  disfrutar durante un fin de semana, pero no despertar un vano anhelo por volver a vivir  lo vivido tal y como lo vivieron entonces porque no ocurrirá.  

El cónclave que empieza este viernes no es un congreso con ponencias ni documentos ideológicos a debate. Y parece que más que volver a no sé qué lugar feliz, la derecha debería adaptar sus coordenadas a las realidades de hoy, encontrar los mensajes que den respuesta a la mayoría, dejarse de añoranzas y escapar de malas compañías como la de Vox. Le guste a Aznar o no porque, pese a los deseos del ex presidente de que el hijo pródigo -en este caso Abascal- vuelva a la casa del padre, eso no ocurrirá. 

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