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¿Por qué ordenó Rajoy violencia en Catalunya?

EFE

Ruth Toledano

Sabíamos que las UIP, los antidisturbios, iban a ejercer la violencia física y a sembrar el terror sobre la ciudadanía catalana. Lo sabíamos porque la función de los antidisturbios siempre ha sido esa: pegar, intimidar, patear, disparar, aterrorizar. No es nuevo y agreden, como se ha visto en Catalunya, sin miramientos y de la manera más repugnante, también a personas mayores y a la prensa. Por eso el hecho de que el Ministerio del Interior acuartelara hace días a varios miles de antidisturbios en el puerto de Barcelona solo tenía un objetivo: reprimir allí con violencia la jornada electoral, al igual que en toda Catalunya con el despliegue de efectivos de la Guardia Civil.

Lo que aún no sabemos es cuál es la agenda oculta de Rajoy tras la violencia policial del 1-O. Pues suponemos que al organizar esa ofensiva de sesgo militar él también sabía lo que iba a pasar. Rajoy tenía que saber que las dotaciones policiales que mandó a Catalunya iban a reprimir con la brutalidad que les caracteriza, que habría heridos e que incluso se corría el riesgo de que hubiera muertos. No era descabellado temerlo, viendo cómo coge impulso un antidisturbios para patear y lanzar a alguien escaleras abajo en el Instituto Pau Clarís de Barcelona, cómo zarandean y retuercen los huesos a personas octogenarias, o cómo lanzan pelotas de goma ilegales y que pueden ser letales (aún no sabemos si el herido por una de ellas conservará su ojo).

¿Por qué Rajoy ordenó violencia en Catalunya sabiendo que se iba a encontrar con un pueblo defendiendo sus derechos y sus calles de manera pacífica pero dispuesto a resistir? ¿Por qué Rajoy ordenó violencia sabiendo que los medios difundirían en todo el mundo esa brutalidad? ¿Por qué Rajoy ordenó violencia si sabía que había llegado a Catalunya un nutrido grupo de observadores internacionales que darían cuenta de lo que allí pasara?

Si nos queda un poco de cordura esa impudicia de Rajoy ha de conllevar su propia sentencia de muerte política, y una respuesta a las preguntas que suscita sería que, ante tal inminencia, esas siniestras órdenes tuvieran como único objetivo contentar a los suyos, incluida esa extrema derecha que canta el Cara el Sol y con la que Esperanza Aguirre coincide en concentraciones que no se reprimen con pelotas de goma. Así, Rajoy podría irse con la cabeza alta frente a esos suyos que no le perdonarían que hubiese cedido ante la Generalitat. Porque dado que ha sido incapaz de cumplir con su obligación de gestionar políticamente lo que le tocaba, dado que después de recurrir a fiscales y jueces ha tenido que recurrir a una violencia intolerable, y dado que el mundo ha sido testigo de su escandaloso fracaso, se deduce que no le queda otra opción que dimitir. Eso explicaría que ordenara lo que ordenó.

Pero también sabemos que es improbable que Rajoy dimita. Ni siquiera ha tenido la altura personal (obviamente, altura política ya no se le espera) de dar la cara hasta última hora de la tarde (y sin preguntas) en unas circunstancias como las del 1-O. De modo que solo queda la alternativa de una moción de censura para acabar con su insultante gobierno. Así lo ha pedido, con la contundencia que merece, Pablo Iglesias a un PSOE que, ante la brutal represión en Catalunya durante el 1-O, también nos avergonzó durante horas con su silencio, pero que tiene en su mano la llave, la única salida posible para el bien de todos. Rajoy no puede seguir al frente de un Gobierno que maltrata así a su ciudadanía. Es una vergüenza que, si no hemos perdido definitivamente el juicio o hemos entrado en un explícito régimen de autoritarismo, resulta insostenible. Rajoy no puede seguir al frente de un Gobierno que ha demostrado su absoluta, y muy peligrosa, incapacidad política y ha destrozado su imagen ante el mundo.

¿Será una moción de censura -que sustituya a su dimisión- el plan oculto de Rajoy? Si no es así, ¿cómo pretende sobrevivir a su infame 1-O? ¿Qué papel pretende que puede aún jugar cuando la delegación de observadores británicos, compuesta por catorce parlamentarios, ha declarado estar “en estado de shock” con lo presenciado en Catalunya y anunciado que va a llevar al Estado español ante la Corte Penal Internacional de La Haya, que se ocupa de delitos de lesa humanidad? ¿Qué democracia puede representar Rajoy cuando numerosos mandatarios y políticos internacionales han condenado la violencia que él ordenó en Catalunya? Rajoy no puede seguir presidiendo el Gobierno. O dimite. O hay que echarlo.

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