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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

El paro que no cesa

Antón Losada

Como el rayo, el paro no cesa. Cuando el dato es bueno al parecer debemos estar agradecidos. Cuando el dato es malo nos dicen que mejor observemos las bondades de la tendencia. Se acabó el verano y el desempleo ha vuelto a subir en todos los sectores, excepto la construcción. Al parecer, lo hemos cambiado todo para que todo siguiera igual. Tanta reforma estructural y tanta cháchara competitiva para acabar en el ladrillo, otra vez.

Hablar de recuperación cuando superamos el veinte por ciento de población en paro y carecemos de expectativas a corto plazo para rebajar ese dato parece un acto de cierta soberbia. Presentar a España y su economía como un enfermo terminal agonizante, hasta que aparecieron unos médicos tan inteligentes como corajudos que la salvaron operándola a corazón abierto, parece una crueldad innecesaria para con ese tercio de la población española que se mueve entre la exclusión, la pobreza y la precariedad.

Cojan el dato o cojan la tendencia. Da igual. La realidad se muestra tozuda y se resiste a dejarse sumergir. La creación de empleo en España no se corresponde con la que debería mostrar un país que efectivamente se halle en el camino de una recuperación económica que permita sustentar un crecimiento estable, equilibrado y sostenible.

Vamos por rachas, como los jugadores o los tahúres, depende del lado que te haya tocado. Nos llevan a rastras unas rachas de bonanza que cada vez duran menos y vuelven más débiles. Las políticas de austeridad han completado su ciclo y nuestro crecimiento se muestra cada vez un poco más frágil. Durante esta legislatura hemos destruido más de cuatrocientos mil puestos de trabajo a tiempo completo para generar apenas trescientos mil a tiempo parcial. Se crea un empleo estable por cada tres precarios. La mejora en las cifras se explica en buena parte porque cada vez más gente opta por abandonar un mercado de trabajo que lleva años expulsándolos, acreditando especial saña respecto a mujeres y jóvenes.

Creamos empleo barato, degradable y precario para abastecer la demanda de un mercado que sólo busca asegurar sus márgenes de beneficio apurando la especulación y rebajando hasta el infinito el coste de factores de producción como el trabajo. Se llama capitalismo depredador y funciona así.

Hasta que volvamos a tener un gobierno que intervenga activamente en la economía y en el mercado laboral, vuelva a situar el empleo en el centro de las políticas sociales y convierta la creación de empleo de calidad y la redistribución de la riqueza en el eje de su programa y su acción, repartiremos cada mes un poco más de miseria.

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