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El parto de los montes

El secretario general del PSOE madrileño, Juan Lobato. Archivo.
4 de noviembre de 2022 22:42 h

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Pasa que uno genera tanta expectativa que luego defrauda. Pasa que se ponen en circulación tantos nombres que luego llega el que finalmente es elegido/a y defrauda a propios y extraños. Pasa que el “nuevo periodismo” cae en las trampas más exóticas de la política contemporánea y hasta se hace eco de ellas con gran alarde tipográfico para conquistar el clickbait. Pasa que uno le da tanta trascendencia al asunto que luego se despeja la incógnita y quedan en entredicho su papel y sus palabras. Y pasa que el socialismo madrileño no atina desde hace más de 25 años.

Ni segunda, ni tercera, sino cuarta fuerza política en el Ayuntamiento de Madrid. 223.582 votos en una ciudad con 3.200.000 habitantes, el 13,72% de los votos y un porcentaje más bajo aún que el que obtuvo el ahora directivo de Iberdrola, el socialista Antonio Miguel Carmona. Ese fue el resultado de las municipales de 2019 con el ex entrenador nacional de basket Pepu Hernández, la penúltima ocurrencia de la dirección federal para representar al PSOE en la Corporación capitalina, donde la derecha gobierna desde 1991.

Y vuelven por sus fueros. Todo es secretismo y todo es expectativa que se encarga de inflar con sus declaraciones diarias un secretario general del PSM, Juan Lobato, que ha salvado por los pelos su candidatura a la Comunidad de Madrid. Su nombre inspiraba tanta confianza para competir con Ayuso como el que generaba la delegada del Gobierno para medirse con Almeida, pero si buscar un candidato era ya un problema, encontrar dos era mucho más que un quebradero de cabeza para Ferraz, aunque ambos salieron igual de mal parados en todos los análisis cualitativos que hizo el partido. 

Se han aireado todo tipo de nombres de ministros, de socialistas del plan antiguo, de poetas, de comunicadores y de tótems del socialismo, que no queda espacio ni tiempo para más gracieta. A falta de pocos días ya para que se despeje la incógnita, el cerco se estrecha y se ensancha el espacio por el que circula el nombre de la próxima aspirante a la alcaldía más importante de España. Ni lo ha decidido Lobato, como dice, ni ha sido su opinión la más tenida en cuenta tampoco por el presidente del Gobierno, que es quien ha tenido la última palabra. Esta vez Sánchez no quería golpes de efecto, sino alguien que fuera ya militante del socialismo madrileño y, sobre todo, que sirviera de apuesta si no para el corto, sí para el medio plazo.

Almeida, a diferencia de la inquilina de Sol, está tan debilitado que los sondeos le sitúan a tan solo un puñado de votos de perder el bastón de mando, ya que la suma de las izquierdas estaría a un par de escaños de la de PP y Vox. Y lo que quiere el presidente del Gobierno, pero también la militancia, es que alguien,  gane o pierda el próximo mayo, mantenga el acta de concejal, consolide un proyecto para Madrid y no salga corriendo del Palacio de Cibeles, como hicieran antaño Pepu Hernández, Trinidad Jiménez o Miguel Sebastián. Todos ellos impuestos desde la dirección federal sin que el socialismo madrileño rechistara. 

Aunque esta vez se haya llegado a una entente para que parezca que la idea de retrasar la designación, el nombre elegido y la administración de los tiempos ha sido cosa de la federación madrileña, no hay quien se crea la versión oficial. El nombre que envenena los sueños de la militancia obligará, eso sí, a Sánchez a hacer ajustes en su Gobierno. Pequeños o grandes. Eso solo depende de él y si decide solo cubrir dos bajas -la ministra de Sanidad saldrá también con destino a Canarias- o aprovechará para una remodelación más profunda aprovechando el arranque de 2023. 

Y, como el socialismo al completo juega a mantener el misterio, apuesten porque la deducción ya es bien sencilla si encajan el puzle de declaraciones de unos y otros, sobre todo las de un Lobato que lleva días intentando darse importancia con el asunto y aunque en algunas de sus apreciaciones se haya pasado de frenada al elevar el perfil de quien será el próximo cartel electoral.

Hagan apuestas, pero no olviden que, como en el parto de los montes de Horacio, de la montaña saldrá un ratón. Quizá una ratona. Algo insignificante, no por la personalidad de la susodicha sino por la expectativa generada. Como dice un destacado socialista, “después de tanto descarte y sin serlo, parecerá un retal”.

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