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Algo pasa con Lastra

Pedro Sánchez y Adriana Lastra conversan en la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE el pasado 13 de diciembre.

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Con ustedes, la enésima cuita socialista. Es un clamor. Está en los cenáculos, está en las conversaciones de despacho y, cuentan en el Gobierno y en el partido, que está también entre las inquietudes del presidente del Gobierno. De nuevo, el marcaje de territorios propios, los pulsos, los egos, los celos, los focos, las inseguridades… Hay tensión en la sede socialista.

Esta vez, todas las miradas apuntan a Adriana Lastra. Desde que dejó la portavocía del Grupo Parlamentario se ha convertido, para algunos, en un incordio (sic). Para la convivencia en Ferraz con el secretario de Organización, Santos Cerdán. Y de algún modo también para el funcionamiento ordinario del Grupo Parlamentario en el Congreso. Dos espacios que la vicesecretaria general, según versión de destacados socialistas, invade con frecuencia. Y esto pese a que Pedro Sánchez, en el último reparto de poder orgánico e institucional que hizo en julio coincidiendo con la crisis de gobierno, dejó claro dónde y con qué atribuciones quería a cada uno de sus colaboradores para afrontar la segunda parte de la legislatura.

Sánchez no quería duplicidad de cargos. De ahí que pusiera a Lastra ante la disyuntiva de quedarse en el Congreso o hacerlo en el partido. La vicesecretaria general no tuvo dudas en optar por quedarse en Ferraz, si bien el presidente delimitó que el suyo sería el papel de representación institucional del partido mientras que Cerdán se encargaría de la relación con los territorios, tras la salida de José Luis Ábalos. Desde entonces, la cohabitación entre ambos y sus respectivos equipos no ha sido fácil. Unos dicen que Lastra pretende acumular todo el poder orgánico con la mirada puesta en el postsanchismo y otros, que “la intriga y la creación de camarillas al servicio de una causa más personal que partidista están en su naturaleza”, como demostró su resistencia inicial a la destitución del gerente del PSOE, Mariano Moreno, un hombre de su absoluta confianza del que Sánchez decidió prescindir tras el Congreso Federal de Valencia y cuya reciente reubicación al frente de la empresa estatal ENUSA daría para varias entregas.

Sea como fuera, tanto la complicada coexistencia entre los dos principales inquilinos de Ferraz como la alargada sombra de Lastra sobre el Grupo Parlamentario del Congreso que ahora dirige el canario Héctor Gómez ha llegado a oídos de Sánchez, a quien se sabe que no le tiembla el pulso cuando se trata de adoptar decisiones drásticas, aunque entre los suyos se ironice con que su arranque sea más diésel que gasolina. Aun así, se ha interesado por el asunto e incluso ha llamado la atención de todos los implicados sobre la necesidad de trabajar en absoluta coordinación y armonía entre Moncloa, Ferraz y el Congreso y no reeditar disonancias ni enfrentamientos de tiempos pasados.

Desde entonces, la vicesecretaria general, “rodeada en la sede federal de una cohorte al servicio de su promoción personal en redes y medios”, según destacan varios socialistas, ha tratado de suavizar las formas para aplacar los ánimos pero también para “presentarse como una víctima de sus compañeros”. 

Pero la tensión y el pulso entre Lastra y Cerdán llegará más pronto que tarde al Reglamento de la Comisión Ejecutiva, donde tras cada Congreso Federal se estipulan las funciones de cada área. En el aún vigente, todas las atribuciones de la vicesecretaria general son compartidas o ejecutadas en coordinación con la secretaría general y la de Organización mientras que ésta última, la que dirige Cerdán, acumula sobre el papel todo el poder orgánico, además del control presupuestario, la política de comunicación del PSOE y los Grupos Parlamentarios y las relaciones con las organizaciones sectoriales.

El último Comité Federal, celebrado el pasado viernes, dejó en manos de la Ejecutiva la revisión del Reglamento vigente, que tendrá que ser redactado en breve. Y, de momento, ya se especula con que Lastra habría impuesto que Organización pierda en su favor el control de la dirección de comunicación, un departamento que de facto ya trabajaba bajo sus órdenes y, según lamento generalizado, “a su servicio y el de su camarilla”, desde los tiempos de José Luis Ábalos en Organización.

Como ven, no hay paz orgánica que dure en el PSOE, un partido con un gran historial de luchas intestinas.

Continuará…

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