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Peligro, a Rajoy le han robado la cartera

Ana R. Cañil

Al presidente del Gobierno en funciones le han robado la cartera. Eso le pasa por dejarla abandonada en una esquina cuando el rey se la ofreció. El robo implica el posible desahucio de La Moncloa, y el escrache se lo está montando Pedro Sánchez –ese tipo que le llamó indecente– con la complicidad de Albert Rivera y la troupe de la izquierda radical que arrastra Pablo Iglesias.

Verdad o no, así es como se sienten Rajoy y los suyos desde que el rey encargó al secretario general del PSOE formar Gobierno, sin darle una segunda oportunidad para declinar el ofrecimiento. Felipe VI se había enterado de que la primera vez que Rajoy le dijo no, no fue fruto del cabreo al escuchar cómo Pablo Iglesias le nombraba los ministros a Pedro Sánchez. El actual presidente en funciones llevaba días madurando la alternativa de rechazar la formación de Gobierno y huir del escarnio de una frustrada investidura.

El martes –parece que sucedió hace años–, el rey, además, contaba con la información que le había dado el lunes Albert Rivera: 'Señor, si usted le propone a Pedro Sánchez que intente formar Gobierno, contará con el apoyo de Ciudadanos. Estamos dispuestos a entrar en el Gobierno con el PSOE. Podemos intentarlo', vino a decirle, tras consensuarlo con Sánchez. El candidato socialista se lo confirmó ese mismo martes por la mañana, y llegó al Congreso con el encargo bajo el brazo, pero por cortesía, acordaron esperar a la visita del presidente en funciones. Habrá de pasar tiempo hasta saber si el gallego hubiera declinado el encargo por segunda vez. Sí que fue evidente su enfado en la rueda de prensa donde tuvo que reconocer que esta vez no le habían dado la oportunidad de decir no.

Las pataletas de Rajoy –escenificadas en sus apocalípiticas comparecencias de yo o el caos– son más bobas si cabe que las que pone en escena Pablo Iglesias cada vez que descubre que Sánchez y Rivera hacen manitas a sus espaldas y le invitan al guateque como pinchadiscos, ni siquiera como DJ. Al fin y al cabo, Iglesias puede escudarse en sus prontos, su soberbia –que asume– y en su corta experiencia como líder. Hasta se disculpa luego. Pero Rajoy lleva a Iglesias más de veinte años y está en la política desde hace cuatro décadas, así que las rabietas son síntoma de otra cosa que el presidente debería hacerse mirar antes de que le acusen de que chochea.

Mientras el inquilino de La Moncloa se enfurruña y se pertrecha en la fortaleza, a la espera de que los novatos se quemen en la misma pira y su acantonamiento le vuelva a dar el éxito, se le olvida reflexionar sobre lo que para algunos analistas conservadores es el acontecimiento más importante que le ha pasado a la derecha de este país en treinta años. Al PP le ha salido un partido que le roba la interlocución política, Ciudadanos. La derecha se ha roto y eso tiene consecuencias históricas a medio plazo. La organización de Rivera es una derecha europea limpia, con un líder joven y aseado, una organización presentable que le puede volver a meter la mano en la billetera pese a lo que dictan las encuestas. Es cierto que la corrupción está amortizada electoralmente y que los “Luis, sé fuerte” y “Alfonso, yo te quiero, coño, te quiero” no hacen sino ahondar en la buena fe de Rajoy entre sus incondicionales, pero ya no son suficientes. La espantada ante el rey para correr al refugio sin presentar batalla cuerpo a cuerpo, tiene riesgos que en escenarios tan volátiles como los actuales, ni los más avezados demóscopos son capaces de evaluar. Una imagen de cobardía y de daño a la institución monárquica no hay forma de medirlo a precio electoral, pero no beneficia al actual inquilino de La Moncloa. Mientras, Rivera es el líder que menos se ha gastado desde el 20-D y el chico bueno que da muestras de sentido común, esas dos palabras que eran el principal patrimonio “rajoyano”.

Aunque triunfase la hipótesis más verosímil y favorecedora para el PP, que Sánchez fracase a la hora de formar Gobierno y haya nuevas elecciones, los populares tendrán que presentarse con un candidato más que avejentado. No hay tiempo ni valor a su alrededor para decirle “Mariano, vete que nos hundes” e incluso si ganara, los problemas del PP y su derecha no harían más que aplazarse. Cuanto más tarde la renovación más complicada. Son muchos los que se atreven a murmurar –que no a decir en voz alta– lo difícil que va a ser la refundación del partido tras la corrupción y con otra opción de voto a la derecha.

El otro escenario no será mejor. Si Sánchez logra formar un Gobierno con Rivera o con Iglesias, la virulencia del PP será salvaje, brutal. No tendrán ni un día de respiro. Incluso hay quien defiende que si Sánchez pasa la investidura y gobierna con Ciudadanos -un imposible numérico ahora mismo- el Partido Popular que tendrían enfrente haría buena la oposición que Aznar le hizo a González. Dará igual que al frente haya otro líder  y que el actual inquilino de La Moncloa descanse en su plaza de registrador en Santa Pola. Su sucesor no tendrá piedad, se juega la supervivencia.

Ya se puede esforzar Albert Rivera por llamar al PP para las reformas institucionales, ya puede desgañitarse explicando que con otro líder al frente de los populares y sin corrupción, hablará y negociará. Lo primero que tiene que procesar es que, con Rajoy o sin él, el primer objetivo del Partido Popular alejado del poder, será exterminar a Ciudadanos. Los ataques a los socialistas van en el manual, pero cerrar el boquete que se les ha abierto en su territorio es primordial. Albert Rivera ha metido la mano en el bolsillo al partido de Fraga, Aznar y Rajoy para robar votantes. Y eso equivale a robarles la cartera. Ya han perdido poder en ayuntamientos, comunidades y más de medio centenar de diputados, les han robado una fortuna. La ruina total llegará con el desalojo de más de 1.000 cargos públicos vinculados al PP en la administración. La hecatombe.

Vayan adelante o atrás con sus manitas entrelazadas Sánchez y Rivera, más les vale dejar bien cubiertos sus flancos, porque la batalla más interesante está por llegar. La estrategia del PP para exterminar a Rivera puede dejar en un juego de niños la de Podemos para a liquidar al PSOE. Suele pasar cuando uno mete la mano en la cartera del que más tiene.

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