Pobreza versus democracia
Hay dos elementos que tienen una profunda conexión y España es un claro ejemplo de ello: La vinculación de desarrollo y democracia. Y aquí es evidente que el retroceso de uno y otro se han juntado. No es casualidad.
Lo primero, tiene que ver con las coyunturas económicas pero también es respuesta a la puesta en práctica de una ideología concreta. Advierto que cuando hablo de crecimiento económico, no me refiero a datos macros (q a veces ocultan la realidad) sino a la economía cierta y cotidiana de los ciudadanos. Y cuando digo ciudadanos, me refiero a todos y no a unos pocos.
En ello va el concepto no sólo de creación de riqueza sino también de lo que representa la “igualdad” y la redistribución como manifestación de otro de nuestros valores constitucionales, la “justicia”.
Nadie duda que la crisis que le pasó a Zapatero como un Tsunami, no era algo surgido de repente sino ya estaba fraguada y se había gestado sobre las bases de cartón piedra que generaron un aparente crecimiento especulativo. En la época de Aznar se pusieron unos cimientos aparentes pero muy frágiles del dinero fácil. Su sucesor sólo se subió como surfista a la ola y ahí estaba feliz, con una sonrisa inmutable, como contador de nubes, sin enterarse que estaba ya acercándose otra ola gigantesca que iba a destruir lo construido sobre arena movediza.
Ciertamente, esta crisis debía urgir medidas y ajustes, pero lo tremendo es que, la misma filosofía del capitalismo desregulado que la había producido, era la que iba, con su mismo sustrato ideológico, supuestamente, a sanear el deterioro. Pero, inmediatamente se aprovechó la crisis como excusa para desarrollar un capitalismo sin rostro humano, que golpeó mucho a la clase media, y muchísimo a aquellos expuestos a riesgos de exclusión. El mismo sustrato ideológico que generó la crisis era la que iba a querer “resolverla”.
Es indudable que el resultado, avalado unánimemente por todos los estudios realizados por muy diversas entidades, es más pobreza, situaciones límites de supervivencia, desnutrición infantil, precarización social, etc y ello con un efecto muy negativo y difícil de corregir: un ahondamiento notable de desigualdades.
Esta es, vinculada al desempleo, uno de los gravísimos problemas de España, junto con la corrupción. No obstante ésta, con otros personajes futuros y otros comportamientos, unos controles efectivos y, acaso, simplemente con más voluntad de los dirigentes así como también una independencia judicial y menos sumisión del Ministerio Fiscal, es mejorable.
En cambio, el ahondamiento de la pobreza y la desigualdad es más difícil de corregir. Ello no sólo porque en algunos casos ha causado daños irreparables (hay gente que se ha quedado en el camino), sino también porque requiere un giro radical y eso las alternativas con más posibilidades, o ponen paliativos o en otro caso las ahonda. La lucha contra la pobreza y la desigualdad precisa que esto sea una medida prioritaria. No puede haber crecimiento económico de un país con tanta desigualdad y vulnerabilidad social. Algunos desde la derecha dicen “lo primero es crear riqueza”. Lo que no añaden es que esos que hablan tanto de riqueza, luego se la quedan para ellos porque nunca redistribuye.
En este punto, quiero recuperar un documento de hace exactamente ocho años. Eran tiempos de Zapatero en España. Pues bien, a primeros de noviembre de ese año, la OCDE hizo público en una cumbre celebrada en Santiago de Chile con asistencia de Jefes de Estado Latinoamericanos un exhaustivo informe cuya la idea central era que “La pobreza pone en riesgo la democracia”. Ya estaba iniciada la ola de la crisis. Frente a ese razonamiento, se impusieron otras voces, como a nivel europeo, que, por encima de todo, defendían intereses económicos de corporaciones financieras. Eran de los grandes bancos. Pero la advertencia profética de la OCDE hace 7 años ahí queda.
Otras voces se alzaban en este tiempo sobre las consecuencias de lo que estaba ya aconteciendo y podía pasar. La economía se comió la democracia. Entre las varias voces, recuerdo al profesor Michael Sandel de la Universidad de Harvard expresando en una conferencia en Madrid que “La desigualdad creciente es un problema para la democracia”, expresando también con lucidez que “muchas democracias debaten sobre temas técnicos en lugar de grandes valores”. El libro publicado por este profesor es expresivo: Lo que el dinero no puede comprar. Los límites morales del mercado.
También entre nosotros, aunque retumban silencios de una parte de la intelectualidad que vive del sistema, hay voces valientes y claras. Parecen calcadas a las frases anteriores pero no es repetición sino que es un sentimiento compartido. Así, Adela Cortina, Catedrática de Ética, expresaba hace poco hablando de España. “Este nivel de desigualdad pone en peligro la democracia”.
Habla de aquí y es lo que ha sucedido en este tiempo. La disminución de riqueza para la mayoría de la población, unido a una ausencia de redistribución equitativa, ha generado un retroceso del sistema democrático. Este está basado en valores de igualdad y justicia. Cuando estos quiebran, se resiente la democracia. Además eso va acompañado generalmente -España ha sido un vivo ejemplo- de medidas restrictivas de derechos y libertades.
Esta es nuestra realidad. El futuro está por hacer. Si quieres poner tu grano de arena, tú puedes. No te resignes.