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Política de bolsillo

Cristina Pardo

Si yo hubiera estado en la final de la Copa del Rey, no habría pitado el himno. No porque los símbolos me susciten un entusiasmo desbordante, sino porque no me provocan nada. Dicho esto, respeto a los ciudadanos que reaccionaron al “Lolo, lolo” con una pitada monumental. Además, hay una sentencia judicial que lo enmarca dentro de la libertad de expresión. Así que para mí el debate no es si se silba o no y si está bien o mal. Lo que verdaderamente sería interesante es saber por qué ocurre y, sobre todo, estudiar la reacción de nuestros dirigentes, esa política en edición de bolsillo que nos convierte en un país de tercera. O de cuarta.

El PP sacó en rueda de prensa a Carlos Floriano. Y claro, así no se puede fijar una posición seria que, por otra parte, deberían haber preparado con antelación. El vicesecretario del partido que justificó los abucheos a Zapatero propuso, como argumento central a la par que atractivo, cambiar la ley para castigar las pitadas contra el himno, que definió como “un horror”. Es decir, en lugar de intentar buscar fórmulas para que la gente sienta orgullo de país –un poco tarde ya-, suspendamos el partido o sancionemos al que se tome a chufla el “Lolo, lolo”. Eso si lo encontramos. El Consejo Superior de Deportes, mientras tanto, ha decidido recabar información sobre las organizaciones que repartieron silbatos a la entrada del estadio. ¿Por qué? ¿Creen que la culpa de que una persona utilice el silbato es de quien lo reparte? ¿Somos todos borregos, entonces? Si lo piensan, que lo digan. Y luego que se tapen los oídos.

Después, apareció una representante de Podemos en ‘Al rojo vivo’ y Ferreras le preguntó directamente si su formación era partidaria de las sanciones. La respuesta fue: “Nosotros, diálogo”. Sí, pero ¿diálogo con quién? ¿Van a formar el círculo ‘Fútbol, sí se puede’ o ’Estadio, claro que podemos’? ¿Celebrarán asambleas en la puerta 51? En mi opinión, es una declaración bienintencionada, pero vacua.

Y por último, Artur Mas. El president de la Generalitat sonreía mientras el estadio pitaba el himno. Debió de creerse que estaba allí como socio y no como representante institucional de todos los catalanes. ¿Qué hubiera pasado si Rajoy pone esa misma cara mientras miles de personas pitan Els segadors? ¿Qué harían CiU y ERC si el rey se mofara abiertamente de sus símbolos? ¿Qué hubiera dicho el señor Mas? ¿Hubiera repetido aquello de relativicemos y no caigamos en el ridículo de amenazar con sanciones? Por lo que hemos visto de él hasta ahora, creo firmemente que no. Y a mí eso me parece incoherente, contradictorio, cínico. En definitiva: entiendo las pitadas, pero no precisamente al himno.

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