Y el PP, como si nada
El PP bajó en las elecciones europeas 18 puntos de apoyo respecto al porcentaje que obtuvo en las elecciones generales de noviembre de 2011. Entonces, hace dos años y medio, un 44,62% de los votos, ahora un 26,05%. Claro que son convocatorias incomparables por razones diversas, pero una caída de ese calibre, por mucho que hayan quedado tres puntos por encima del PSOE, es para hacérselo mirar. Incluso porque en la comparación de europeas con europeas, de las de 2009 a las de 2014, los populares han perdido un 16% de respaldo en las urnas y dos millones y medio de votos.
Este preámbulo viene a cuento de que en Génova y en Moncloa se muestran encantados de haberse conocido, en versión “haber ganado las elecciones”, e incluso encuentran en el éxito de Podemos no un punto de inflexión que les haga reflexionar sobre la desafección ciudadana de los grandes partidos sino un espantajo con el que asustar a sus electores con un futuro frentepopulista en el que ni siquiera participaría el PSOE.
Lejos de hacer un mínimo de autocrítica, los populares están aprovechando además el impacto social que ha tenido la irrupción con cinco diputados de la candidatura de Pablo Iglesias para ocultar los 4 que ha conseguido UPyD, los 2 de Ciudadanos y las 30.000 papeletas que le han faltado a Vox para llegar al Parlamento Europeo, porque esos grupos seguramente han pescado en su caladero. ¡Vamos!, que el PP ha preferido mirar para otro lado, convencido de que esa cacareada recuperación económica, que en esta ocasión ha fracasado como eslogan electoral, triunfará en los comicios de 2015.
Bueno, eso no se lo creen ya ni ellos, porque una salida de la crisis con un ranking que sitúa a España en el segundo lugar de Europa en pobreza infantil, el primero en número y porcentaje de parados, con la mayoría de la población empobrecida, varios millones de ciudadanos en riesgo de exclusión... y los ricos más ricos que antes, es únicamente la consolidación de una sociedad desigual e injusta. Y eso los ciudadanos lo saben. O mejor, lo padecen.
Así que nadie espere que el varapalo del 25 de mayo le vaya a llevar al PP a cambiar sus políticas o a dejar de amparar a sus corruptos. No. Al Gobierno y los dirigentes del partido les parece que solo han fallado sus políticas de comunicación. Que no han sabido explicarse, vaya. Este mismo jueves una parlamentaria del PP ponía como ejemplo de esa incapacidad suya para hacer llegar sus éxitos a los votantes lo que ha ocurrido, a su juicio, con el rescate bancario. “Fíjense -decía- hemos rescatado el dinero que los ciudadanos tenían depositado en los bancos, hemos evitado que lo perdieran todo, y, sin embargo, lo que la gente piensa es que hemos ayudado a los banqueros. Es evidente que nos hemos explicado mal”.
Que cada cual saque sus conclusiones, pero lo que parece evidente es que los ciudadanos no son tontos. Que saben que el rescate financiero ha costado 40.000 millones que se pagarán entre todos, no ha revertido en créditos a las pymes ni a los emprendedores ni a las familias y además ha traído como contrapartida recortes en las políticas sociales que se derivan del MOU, el Memorandum of Understanding que condicionó el crédito -“condiciones maravillosas” en palabras de Arias Cañete- otorgado por la UE.
De todo esto se deduce que el PP se va a esforzar mucho más en el uso de la neolengua -de la utilización de las palabras en el sentido opuesto a su significado- que en cualquier cambio de políticas. Ni siquiera en las que acaba de descubrir Angela Merkel como vía para frenar el auge de la extrema derecha y de los antieuropeos en la UE y que no son ni más ni menos que esas que parecían tan lógicas desde el principio de todo esto: impulsar el crecimiento y crear empleo. Si además pensara en salarios dignos y en recuperar una cierta redistribución de la riqueza empezaría a transitar el camino correcto. Merkel, porque aquí ni se enteran.