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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

'Prima caritas'

El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

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Prima caritas incipit ab ego, decían los latinos, y los castellanos antiguos los trasladaron a su refranero con un contundente: ''La caridad bien entendida empieza por uno mismo''. La frase tiene facilísima interpretación aunque a lo largo de los tiempos se le fueron echando encima capas de reproche, que si era jesuítica, que si era hipócrita, que si era una forma de mirar para otro lado. 

Sea como fuera, no es menos cierto que es una tendencia particularmente fuerte en el ser humano, tal vez por puro instinto, y se traduce en conseguir las necesarias cosas para el bienestar propio y de los allegados antes de pensar en despojarse de lo sobrante para favorecer a otras personas. Reconozcamos que solo los muy santos se quitan la túnica para darla al prójimo quedándose ellos desnudos y que en Lucas, 3, ya se contempla: “El que tiene dos túnicas, comparta con el que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.” Así que ni el Cristo parecía pedir lo mismo que pide la OMS. 

No es que la proximidad de las vacaciones me haya vuelto mística sino que cuando escucho a Ghebreyesus decir ''entiendo la preocupación de los gobiernos en proteger a sus ciudadanos de la variante delta, pero no podemos aceptar que los países que han utilizado la mayoría del suministro hagan uso de más vacunas mientras que las personas más vulnerables del resto del mundo siguen sin protección'', está haciendo una frase redonda y muy loable, en apariencia, aunque le salga gratis y además sea poco realista. No está bien hecho el planteamiento, en mi opinión. El responsable de la OMS -sí, la misma organización que decía no se qué del egoísmo de las mascarillas- no parece reparar que si los estados que llevan los programas más avanzados de vacunación no toman medidas para proteger a sus ancianos y personas vulnerables de las nuevas variantes, el enorme esfuerzo de vacunación podría haber sido en balde. Si la inmunidad de los ancianos y los inmunosuprimidos es insuficiente, podríamos vernos abocados a nuevas olas con altos índices de muertes y de ingresos graves en UCI y eso es, precisamente Sr. Ghebreyesus, lo que queremos evitar a toda costa. 

Los países occidentales no solo se han inyectado el 80% de las vacunas producidas, como afirma con reproche, sino que además han creado y fabricado esas vacunas y poseen las estructuras sanitarias y organizativas para conseguir ese hito de eficiencia que está siendo la vacunación universal. La Unión Europea ya va a la cabeza de esa inmunización. Aunque hubieran tenido los viales ¿qué otros países podrían haber implementado con tanta rapidez una respuesta así? No solo se trata de tener los viales sino de ser capaces de ponerlos y si el objetivo final es la vacunación de la humanidad entera ¿no es bueno que al menos la mitad de la población, residente en los países desarrollados, la consiga lo antes posible con los medios de que dispone? 

Vamos a las residencias y a nuestros ancianos, que habiendo sido los primeros en recibir las pautas están a punto de que transcurran los nueve meses de protección de los que se ha hablado. No está claro cuánta inmunidad han desarrollado, ya que sus sistemas inmunes, como el de otros enfermos, no funcionan con la misma eficiencia que los de la población joven y sana. Por eso el Círculo Empresarial de Atención a las Personas, que reúne a gran parte de las residencias, está pidiendo que se lleven a cabo estudios de inmunidad en los residentes para saber hasta qué punto están protegidos. Hay unos test específicos, de tipo ELISA, para saberlo. Es cuestión también de valorar costes porque, a lo mejor, es más eficiente ponerles directamente a todos la tercera dosis que hacer los test (gasto) y luego inocular (gasto). 

Si no conseguimos que estas personas especialmente vulnerables sigan bien protegidas, sucesivas olas o nuevas variantes pueden situarnos de nuevo en cifras de mortandad inasumibles. La quinta ola la hemos soportado porque aún con casos graves, el número de enfermos graves y muertes ha sido limitado. 

Israel ya está poniendo a los más vulnerables esa tercera dosis. Alemania, Francia, Rusia y Chile ya han anunciado que lo harán. La Unión Europea ha comprado ya 1.800 millones de dosis para los próximos dos años y ha señalado que será decisión de cada país miembro poner la tercera dosis o no. La ministra Darias nos hizo ese mismo anuncio y luego se sumergió, no sé si por las críticas o porque es verano y es lo que toca. Ayuso le ha pedido esa tercera dosis para los inmunosuprimidos pero dejando fuera a las residencias ¡qué tendrá esta mujer con los ancianos! 

Probablemente me quedaría muy progre y muy desprendido decirles que no podemos pensar en una tercera dosis habiendo países pobres que solo han vacunado al 1% de su población pero voy a ahorrarles la demagogia. Nadie nos puede pedir que donemos vacunas cuando no sabemos si nuestros ancianos o nuestros enfermos de cáncer o los trasplantados se nos van a ir en el próximo embate con nombre de letra griega. Preservémoslos y preservemos nuestras economías y ya verá, señor Ghebreyesus, cómo a partir de ahí tiene donaciones de vacunas, voluntarios para ponerlas y todo lo que sea preciso para extender la inmunidad al resto del mundo. 

Porque la caridad bien entendida empieza por uno mismo. 

Y tampoco creo que nos tengan que hacer sentir mal por ello. 

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