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Querido Twitter

Twitter vuelve a funcionar tras una "caída" de más de una hora

Elisa Beni

Te escribo porque dentro de ti descubro cada día más cosas que me inquietan. Lo hago en un medio de comunicación que asume todas sus responsabilidades porque sabido es que contigo es casi imposible contactar. También elijo hacerlo así porque asumo todas las consecuencias derivadas de las líneas que siguen como también eldiario.es lo hace cada vez que publica un contenido. Así eran las cosas hasta que llegaste tu.

Te decía que estoy preocupada. El motivo es descubrir cada día en tus TL que hay personas, muchas personas ya, que sienten la necesidad de hacer daño a los demás porque no comparten sus ideas. No sólo en el mío, que también, sino en el de muchos compañeros de profesión, políticos, activistas, artistas, intelectuales y personajes públicos en general. La prueba de lo que te digo es evidente. Sólo nos conocen por nuestra imagen pública, en la que muchos de nosotros expresamos nuestras opiniones políticas, y tomando eso como único punto de partida deciden que necesitan hacernos daño. No seamos ingenuos, uno insulta porque pretende que el insulto haga mella en el otro. Por ese motivo el insultador se encarniza sobre lo que supone debe dañar al personaje al que ¿odia? Aquí no importa si logra su objetivo o no, que normalmente no lo hace. Es evidente que cuando las personas han alcanzado un cierto nivel de notoriedad profesional o social ya llegan lloradas y con los traumas bien domados y conocen perfectamente sus fortalezas y sus debilidades de modo que pueden soportar medianamente bien los embates sobre ambas. No, no importa el resultado que producen sino, en mi opinión, la realidad que reflejan.

Argumentaba que quieren hacernos daño por lo que pensamos. No hay otra posibilidad. No nos conocen, sólo saben de nosotros lo que nosotros hemos querido dejar ver a través de nuestro trabajo y las redes de modo que eso es lo que odian: nuestra forma de pensar o de actuar en público. Quieren censurarla. Cegarla. Apagarla. Les gustaría no oírnos más. Creen que atacándonos de forma personal conseguirán su objetivo. Eso es muy peligroso. Entiéndase que estas hordas de odiadores se presentan casi siempre en mi caso en perfiles que, gracias a tu tecnología, les permiten envolverse en ondeantes banderas de mi país. Porque también es MI país. En perfiles que exhiben un “Español” en mayúscula que me sorprende porque la inmensa mayoría de los que tenemos cuenta en España lo somos aunque, eso sí, no nos sentimos obligados a tener que proclamarlo como definición tuitera. Me temo que eso tiene algún significado. Eso me molesta como ciudadana pero sería motivo de otra reflexión. Lo cierto es que conozco a otros periodistas que suelen sentarse en la banda contraria a la mía que también sufren este tipo de fenómeno. Por eso digo que lo que me preocupa, querido Twitter, es un fenómeno que creo que no beneficia en general a la sociedad. Ni a unos ni a otros.

Una de las consideraciones sociológicas que debería añadir -no se si tu pájaro es pájaro o pájara- es el reflejo de los mecanismos sociales de presión sobre las mujeres que se plasman cada día en los tuits que acoges. Está en directa relación con lo que escribía arriba: quieren hacer daño y utilizan los mecanismos que creen que lo lograrán. En el caso de las mujeres las referencias a nuestro físico (gordas, viejas, menopausicas), al papel más silente que deberíamos tener en la sociedad (gritonas, histéricas, despendoladas), a nuestra no adecuación al estándar de sometimiento al varón (te deja el marido, estás mal follada), a nuestra inferioridad intelectual o profesional (no dices más que bobadas, aprende, etc, a pesar de que ostentes más CV que los insultadores) o a los estereotipos de clase (poco elegante, vulgar). También te diré que en este apartado es particularmente interesante el papel de represoras sociales que ejercen las mujeres sobre las propias mujeres. Un recorrido por tu red deja bien claro esta dolorosa realidad social.

Era un inciso porque estas aventuras a través de los días en nuestras cuentas demuestran que no se libra nadie: ni hombres ni mujeres, ni de derechas ni de izquierdas. Esa es la realidad que me parece sintomáticamente peligrosa.

Alegarás que he participado mucho en la red diciendo que los tuits de unos y otros que les habían llevado al juzgado no deberían ser delito. Aparte de que los jueces me hayan dado la razón, lo cierto es que no creo que nadie deba ir a la cárcel por lo que escriba en tus 140 caracteres. La banalidad que a veces te puebla ha hecho pensar a muchos que con esa opinión abría el campo a que cualquier tipo de insulto o afrenta quedara exento de cualquier responsabilidad. No es ese el caso. Sin entrar en disquisiciones legales complejas, la gente debe entender que no todo el reproche legal es penal. Que yo defienda que el Derecho Penal debe injerir lo menos posible en la libertad de expresión no quiere decir que no piense que la Ley no debe estar presente para regular su mal uso.

Lo cierto es, querido Twitter, que la inmensa mayoría de las personas u organizaciones (no podemos saber quién crea esos perfiles de insultadores profesionales) que ensucian el debate público en tu interior no se comportarían así si nos tuvieran delante. En ese caso estaríamos en igualdad de armas. En tu TL, no. En tu TL, nosotros somos personas y personajes con nombre y apellidos y nuestros agresores son ... ¡vaya usted a saber! Bueno, tu sí lo podrías saber, pero dudo de que nos ayudaras por ejemplo en un pleito civil a desenmascarlos. El anonimato es uno de tus problemas. La libertad de expresión se ejerce por ciudadanos libres e iguales... e identificados diría yo. La libertad exige asumir una responsabilidad y los perfiles anónimos y los huevos no lo hacen.

La formación de una opinión pública libre es uno de los requisitos esenciales de una democracia. La calidad de la misma influye en la calidad democrática. Te has vuelto esencial en muchos procesos políticos. No estaría de más que reflexionaras sobre ello.

He usado más de 140 caracteres para contarte esto. Es muy posible que no podamos renunciar a expresarnos con complejidad.

Atentamente,

@elisabeni

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