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De rescates, secuestros, rehenes y cómplices

Isaac Rosa / Isaac Rosa

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Estábamos en la sucursal bancaria, en la cola de ventanilla para actualizar la libreta y pagar recibos, cuando nos sobresaltó un grito: “¡Al suelo todo el mundo, y que nadie se mueva!”. Asustados, nos tumbamos y nos cubrimos la cabeza con los brazos, mientras la misma voz continuaba: “Pensábamos atracar el banco, pero como la caja está vacía, hemos decidido convertir el atraco en un secuestro. Sois nuestros rehenes, y si las autoridades nos entregan el rescate que hemos exigido, saldréis vivos de aquí. De lo contrario, tenemos explosivos suficientes para volar el edificio entero con todos dentro.”

Acostado sobre el frío mármol, lo comprendí todo de repente: ¡así que de eso se trataba! Ya decía yo que, cada vez que oía a gobernantes, expertos y tertulianos hablar de “pedir un rescate” para recapitalizar a los bancos me sonaba de algo la expresión: es la que usan los secuestradores cuando toman rehenes: exigen un rescate a cambio de soltarlos vivos. Y en esas estamos: la banca ha cogido rehenes y amenaza con volar la casa si no le entregan el rescate.

¿Suena crudo? Clarificador, más bien. A estas alturas deberíamos empezar a usar el lenguaje criminal para traducir las noticias económicas; tal vez así entenderíamos la magnitud de la estafa en que estamos atrapados. more

Hagamos la prueba: si te hablan de activos tóxicos, capitalización, preferentes, nacionalización y FROB, te enteras más o menos, pero se difumina el fondo delictivo del asunto entre tanto tecnicismo económico. Probemos en cambio a hablar en términos criminales, y ya verán qué diferente: los mismos granujas que, tras reventar el casino y vaciar sus propias cajas fuertes, después de atracar las cajas de ahorro, practicar el timo de la estampita a los pequeños ahorradores (con la trampa de las preferentes y la ruinosa salida a bolsa) y extorsionar al Estado para sacarle ayudas y avales, deciden dar el gran golpe: secuestrar al país, tomar como rehenes a los ciudadanos, y exigir un rescate multimillonario bajo amenaza de explotar la carga de dinamita que llevan colgada al cuello. ¿A que así se entiende de otra manera?

Pues en esas estamos: la crisis española, tras varios años distrayéndonos con el déficit, el gasto público, la deuda, la prima, la austeridad, las reformas y los recortes, ha vuelto a la casilla de salida: el sistema financiero, origen y fin de nuestros problemas. La desconfianza hacia España no está en lo caro que sale despedir, ni en lo pronto que nos jubilamos, ni en lo que nos gusta visitar la farmacia, sino en el agujero negro del sistema financiero, en los activos tóxicos, en el mismo ladrillo con que seguimos tropezando, en la burbuja que estalló y cuya onda expansiva no ha remitido.

Y como todo relato policíaco que se precie, en nuestra trama delictiva no pueden faltar los cómplices, tanto colaboradores necesarios como encubridores: quienes desde los distintos gobiernos, parlamentos, consejos de administración y organismos reguladores han permitido esta sucesión de estafas, robos, atracos y secuestros, y que todavía hoy insisten en proteger a sus autores garantizándoles la impunidad.

Hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre, ahora que estamos en vísperas del que sería la madre de todos los secuestros: el rapto de todo un país para exigir a Europa un rescate multimillonario. Porque de eso se trata cuando estos días se habla de la posibilidad de pedir un rescate para los bancos españoles. Tras su última reforma, el fondo de rescate europeo puede ser utilizado para recapitalizar entidades financieras; es decir, rescatar bancos, y no sólo Estados. Pero esperen, que falta la letra pequeña: el fondo no puede entregar directamente el dinero a los bancos, sino a los Estados, para que sean éstos los que salven sus bancos. Es decir, que para rescatar a la banca (que es la única que lo necesita, y no sólo Bankia), hay que rescatar primero al país, para que luego éste rescate a aquella.

De esta forma, aunque el problema esté en los bancos, las consecuencias son para nosotros: una vez entregado el rescate (al país, no a la banca, aunque sea la beneficiaria) la temida troika (Comisión Europea, BCE y FMI) podría venir de visita para imponer su programa, en cuanto a reformas, recortes, política fiscal, privatizaciones, servicios públicos, etc. Aparte el hecho de que un país rescatado queda por mucho tiempo incapaz de andar solo, sin poder financiarse por su cuenta en los mercados.

De modo que lo urgente no es rescatar a la banca, sino rescatarnos a nosotros de quienes nos tienen secuestrados y amenazan con hundir el país con ellos si no los mantenemos a flote. Si el sector financiero nos da el abrazo de la muerte y nos amenaza con arrastrarnos junto a él, lo que hay que exigir al Gobierno es que rompa ese abrazo cuanto antes, no que lo estreche más todavía; que reste poder al sector financiero para que sus problemas dejen de ser sistémicos, no que ligue nuestra suerte a la suya todavía más; que tome medidas para evitar futuros secuestros, no que le entregue al secuestrador un arsenal para que siga haciendo de las suyas.

Tumbados en el frío suelo de la oficina bancaria, esperábamos nerviosos la llegada de nuestros salvadores. ¿Qué cara se nos quedaría si apareciese la policía, entregase el maletín con el rescate al secuestrador, y tras estrecharle la mano le dejase salir por la puerta principal sin intentar siquiera perseguirle?

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