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Spes nostra, ¡salve!

Una mujer se vacuna en un centro de salud del madrileño Barrio del Pilar, en el primer día de la campaña de vacunación contra la gripe EFE/Ballesteros
11 de noviembre de 2020 22:55 h

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“La confianza es (…) una esperanza acompañada de fantasía sobre que las cosas que pueden salvarnos están próximas y, en cambio, no existen o están lejanas las que nos provocan temor.” - Aristóteles

Sí, te saludamos, ¡oh esperanza nuestra!, vacuna de nuestras entretelas, aunque a veces da la sensación de que ésta se desborda por encima de los límites de cualquier racionalidad. No sé hasta qué punto la esperanza puede ser contraproducente en manos de la propaganda y desearía menos juerga del Ibex y menos titulares agrandados y más información sobre la realidad que nos espera en 2021.

Esperanza viene de espera y lo que más necesitamos es tener una ponderación certera de todos los obstáculos que aún nos quedan por superar antes de lanzar las campanas al vuelo y que la población en general, y los despreocupados en particular, crean que estamos a unos meses de poder volver totalmente a nuestra vida de antes. Yo soy optimista y esperanzada pero mucho me temo que no va a ser así. ¿Tiene sentido crear expectativas excesivas para mantener la moral de la población y que luego estas se vean defraudadas por un proceso que, con seguridad, será más lento de lo que desean? 

Tengo la sensación de que las grandilocuentes inyecciones de esperanza están dejando al margen, no sé si de forma deliberada, las verdaderas respuestas que ya tendrían que estar sobre el tapete. Comparece el ministro del ramo en una entrevista, tras conocerse el mero comunicado de una farmacéutica, y nos damos cuenta de que él también espera. Illa “espera que la vacuna llegue a principios de año” y también espera que para mayo pueda haber “un porcentaje significativo de población vacunada”. Espera y porcentaje, poca certeza, y el añadido de una frase que inquieta: “el Gobierno no ha decidido a quién vacunara primero”. 

De ahí deduzco que nos quieren mantener en una esperanzada ignorancia porque no me creo que el Gobierno no haya decidido a quién, cómo y de qué forma va a vacunar, sería demasiada desidia y no me la trago. Por otra parte, los documentos de la Comisión Europea y sus recomendaciones, que son los que pagan, no dejan demasiado lugar a la duda: los profesionales de la salud, los mayores de 65 años, los grupos de riesgo y enfermos crónicos, el resto de trabajadores esenciales que no sean sanitarios, personas con imposibilidad de mantener distancia física y grupos socioeconómicos vulnerables. Por ese orden. ¿Creen que España lo va a alterar una pizca? Ya les digo yo que no. 

Teniendo en cuenta esa distribución, que quiere ser racional y equitativa, y con los datos españoles al alcance de cualquiera, cerca de un millón de sanitarios y asimilados y más de nueve millones de mayores de 65 años, parece claro que con el envío previsto de la vacuna de doble inoculación de Pfizer no habrá dosis para nadie más. Ni siquiera los grupos de riesgo y enfermos crónicos, que tendrán que esperar a la de Oxford, que parece que será la siguiente en llegar o a una segunda entrega de ésta. ¿O es que el Gobierno tiene otros planes diferentes? No tiene ningún sentido que no se conozca el orden de vacunación y el tiempo estimado para llevarla a cabo, porque la esperanza mola pero las certidumbres pueden ayudar aún mas.

Es imprescindible también, y así lo ha dicho en octubre la Comisión Europea, que todos los estados preparen ya las estrategias y la logística para poder implementar las vacunas, incluida la complicada versión a -80º de Pfizer, y esto pasa, dice Europa, por asegurar la capacidad de los servicios de vacunación tanto en personal cualificado, como en material y en equipos de protección. ¿Está previsto esto en nuestro país y en todas las autonomías? Miren que en la campaña de la gripe se han producido disfunciones de desabastecimiento de vacunas en varios sitios y eso ha sido sólo un anuncio de lo que será la vacunación de la COVID. 

La logística, ¿está prevista? La logística es el talón de Aquiles de las administraciones públicas. Ahí tienen el ejemplo de cómo a todas, y en todos los países, les fue necesario acudir a las empresas e importadores privados al principio de la pandemia porque no tenían ni cómo ni de qué manera improvisar en un instante. ¿Está organizado el reparto entre las comunidades o vamos a tener otro numerito entre las autonomías por el número de dosis asignadas? 

Dennos información. Dennos datos. Sean transparentes. Es imposible que el Gobierno de España “no sepa aún a quién vacunará” y que se siga diciendo a la vez que se hará “en base a los criterios de los expertos”. Estos criterios están bastante determinados así que va siendo hora de que nos traten como a personas mayores y nos expliquen cuál es el plan a partir de que las primeras dosis de vacuna lleguen a nuestro país y que, aún más, nos demuestren que tienen preparadas y previstas todas las necesidades logísticas para un despliegue sanitario nunca visto en la historia de la humanidad. 

Saludo a la esperanza, cómo no, pero saludaré con mucho más entusiasmo la capacidad de organización, la previsión y los consensos que nos permitan llevar a cabo el proceso de vacunación de toda la población con la mayor rapidez pero también con equidad y justicia. Ya están tardando en darnos la seguridad de que todo está previsto. Yo, por si acaso, ya vaticino que a los felices años veinte les falta aún por lo menos uno para debutar. 

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