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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

La supervivencia del PSOE está a la izquierda

Pedro Sánchez y su equipo cantan la Internacional tras la victoria en las primarias. Marta Jara

Rosa María Artal

Objetivo: volver al bipartidismo. Desenterrarlo de entre los muertos. Con mayor énfasis en el PSOE y su área mediática de influencia, que en los conservadores. Para Sánchez parece un empeño personal. Acreditado ya el nulo interés por compartir el gobierno con Unidas Podemos, las llamadas a la derecha, sin embargo, han sido continuas. Sánchez apela de forma insistente a la responsabilidad del PP. Al mismo PP al que se desalojó de La Moncloa por sus casos de corrupción. Y a Ciudadanos, parte imprescindible del triángulo de derecha extrema.

El diario británico 'Financial Times' se ha sumado a la empresa y ha pedido a Cs que reconsidere su posición y forme un Gobierno de coalición con el PSOE. Da por hecha esa oferta y de coalición, nada menos. Por la negativa de Rivera, no ha tenido otro remedio el “Sr. Sánchez que entrar en conversaciones con la extrema izquierda Podemos”, dice. Extrema izquierda, dice. Como él, biblias y misales neoliberales, entran en política directamente defendiendo las posiciones del mercado.

En cambio, el influyente Süddeutschen Zeitung alemán, liberal progresista, se sorprendió al ver la actitud de Pedro Sánchez. De ser la esperanza de la izquierda de toda Europa, explica, no logró una alianza con Unidas Podemos, reanimando a la derecha. La derecha, en lugar de la izquierda. Es cierto, el PSOE fue el partido socialdemócrata más votado en las elecciones europeas, al punto de encargarle la gestión de la presidencia del Consejo, que por cierto no contentó a todos sus socios.

En España surgen artículos donde anticipan “El entierro de la ex ‘nueva política”. O editoriales en la misma línea críticos con la actuación de los dos grandes partidos que han conducido a que “el bipartidismo imperfecto sea más imperfecto todavía, pero no que deje de ser bipartidismo”.

Esta insistencia choca con los datos de la realidad. Pero de alguna manera es una apuesta firme para ver si se logra volver a los felices tiempos en los que todos ellos vivían muy bien a su sombra. Era tan cómodo. Ahora manda el PP, ahora el PSOE, y vuelta a empezar.

Los detractores de lo que llaman “nuevas políticas” olvidan de entrada el desigual tratamiento que han tenido Ciudadanos y Podemos. No ha habido en la historia un líder más amado por el establishment, sus medios y su demoscopia que Albert Rivera, en un favor extensible a su partido. Pablo Iglesias y Podemos les gustaron en principio. Daban audiencia y dinero en consecuencia. Cuando sacaron 5 millones de votos y, con el susto en el cuerpo como coincidían Esperanza Aguirre y Carmen Calvo por ejemplo, cambiaron de estrategia. Si, estos días aún, han llegado a usar para atacarla –en portada– a una prima tercera de Irene Montero. Mientras, por cierto, nada dicen de los pufos inmobiliarios de Begoña Villacís o Díaz Ayuso. Por situar el tratamiento en similar nivel.

Punto esencial. Hablan de las nuevas políticas como si un día, en un ataque de locura, hubieran surgido para fastidiarles la vida. Y no, no son causa, sino consecuencia. Podemos, no Ciudadanos nacido para lavar la cara a la corrupta derecha del PP –quién lo diría–. Insistamos, es resultado de los muchos desmanes cometidos por los gobiernos convencionales, en particular desde la crisis de 2008 que obligaron a pagar a los ciudadanos.

Porque lo esencial nos lleva a un análisis mucho más profundo y más necesario. En rigor, ni cabe ya hablar de capitalismo –ha sido sustituido por el gobierno de las corporaciones y las empresas–, ni de partidos socialdemócratas. Surgidos a partir del socialismo en el siglo XIX, tuvieron su mayor expresión en la segunda mitad del XX y, no por casualidad, solo en Europa. Porque se trataba de ganar la partida a las grandes bondades que presumían ofertaba –no sin cierto error en la práctica- el comunismo tras el Telón de acero–. Caído el Muro no había lugar para la socialdemocracia. O mejor, no había necesidad de ella. La “ideología” hegemónica ahora viene a ser el dinero, en ese gobierno de las corporaciones al que los partidos nominalmente socialistas han dejado campar a sus anchas, sin control.

De ahí que surjan “nuevas políticas” y no al revés. Calificar de extrema izquierda a Podemos ofende a la inteligencia de los destinatarios del falaz discurso. A este paso, las ideologías se van a despeñar de tan sesgadas al mismo lado.

El fin del bipartidismo es un hecho lo quieran o no. Por eso es tan osada la postura de Pedro Sánchez de intentar resucitarlo en lugar de reforzar la que se supone es su ideología con Unidas Podemos: la socialdemocracia. O lo era antes de plegarse al liberalismo. Ha “muerto” más la vieja política que la nueva. Por primera vez el grupo del Partido Popular Europeo no suma con el socialdemócrata mayoría absoluta. Los socialistas han sido barridos de Francia o de Italia. Registra un bajón histórico en Alemania. Hasta el bipartidismo ancestral del Reino Unido se ha resquebrajado. Las encuestas les dan pérdidas impensables de entre 14 y 20 puntos. La elección de Boris Johnson es consecuencia, causa, revulsivo feroz para ciudadanos que conserven su cordura. Se habla de futuras alianzas de gobierno entre laboristas y demócrataliberales.

Así quiere Sánchez revivir el bipartidismo con un PP que ha cosechado los peores resultados de su historia, perdiendo dos tercios de los diputados que tenía. El aparato mediático es muy selectivo al hablar de catástrofes electorales.

Por supuesto que la ideología es una opción libre y legítima pero conviene definirla por sus actos. El descalabro de la política tradicional, su alejamiento de la sociedad, su falta de respuesta a los problemas que ha causado, está teniendo consecuencias dramáticas. Otra vez el regreso de los fascismos. Ya los usaron una vez en su provecho hasta que fue demasiado tarde. Desde luego les incomodan menos que la izquierda.

No hay espacio para una socialdemocracia que no quiere molestar a las corporaciones y se limita a tibias políticas sociales, que no frena el recorte de libertades. Pero siguen estando ahí las necesidades de millones de personas, desde los parias de la tierra a los que cantan aún en La internacional, hasta ese vivir cotidiano en donde ni un trabajo cubre acceder a lo imprescindible. Como ejemplo simbólico y de hoy mismo, sabemos que los trabajadores de la cafetería de Facebook en San Francisco necesitan varios empleos para llegar a fin de mes. De la milmillonaria Facebook. De los parias de la tierra al rendibú al poder de las corporaciones hay un buen trecho.

Lo que importa es resolver los problemas de los ciudadanos, no la resistencia vital de los partidos. Pero, a estas alturas, al menos debe quedar claro algo: la supervivencia del PSOE no está en un bipartidismo muerto, la tienen… a la izquierda. Por justicia. Por decencia. Por coherencia.

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