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Cómo sacar tajada del selfie de Manuela Carmena con Goirigolzarri

Ana R. Cañil

Ha nacido una pareja de hecho, que no de cohecho. Manuel Carmena (71), una jueza jubilada y José Ignacio Goirigolzarri (61), un banquero vasco. Los diez años de diferencia a favor de la dama no son óbice para que su relación dure meses, puede que incluso años. Como dúo son tan atípico que congeniaron y pueden generar actuaciones positivas para el personal. Ella es una magistrada jubilada, abuela y rojilla que nunca imaginó acabar de alcaldesa de Madrid. Él es bilbaíno, producto clásico de Deusto y del Athletic de Bilbao. Parecía destinado a presidir el segundo banco, el BBVA. Por jugadas del destino –y de Francisco González, su expresidente- no pudo ser y Goirigolzarri es ahora el presidente de Bankia, la entidad española protagonista del rescate gracias a la gestión de sus anteriores responsables, Blesa y Rato, eficazmente ayudados en el desastre por sus respectivos equipos.

La cita entre el economista y la jueza se produjo el miércoles pasado, 3 de junio. Lo único que hizo Carmena fue pedir un encuentro al banquero clave para Madrid –Bankia es la transformación de varias cajas nefastamente fusionadas, cuya matriz es Cajamadrid- para hablar de la creación de una oficina que gestione el Fondo Social de Vivienda ¡creado por el Gobierno Rajoy en el año 2012!. Como tantas cosas, salió en el BOE y ahí se quedó, flotando en la nada de la inoperancia al dejarlo sin oficina, sin ventanilla para llegar a la ciudadanía. Durante su campaña, Carmena no paró de explicar en cada encuentro celebrado en cada distrito que antes de otoño pondría en marcha una oficina de intermediación hipotecaria que sirva de enlace con los juzgados: “Los jueces son los que dan la orden de que alguien salga de la vivienda, pero se trata de que cuando el juez tenga que acordar el lanzamiento, la familia desahuciada tenga una alternativa habitacional para que esas personas no se queden en la calle”.

¿Por qué el Gobierno crea un Fondo Social y lo deja sin rematar? Carlos Floriano diría que por un asunto de piel, Rajoy que porque no saben explicarse. Hay más respuestas. La falta de coordinación entre los ayuntamientos, la administración autonómica y el Gobierno, aunque sean de mismo partido. Durante la crisis, la derecha ha roto otro de sus viejos clichés al demostrar que no son tan eficaces gestores como se acuñó frente a la caótica izquierda. Salvo a la hora de administrar la corrupción, donde siempre dan golpes con mordidas más ambiciosas que la izquierda, aunque hay honrosas excepciones como la del líder ugetista minero de Asturias, José ángel Fernández Villa.

¿Y qué hay de los banqueros, los malos de la película? ¿Por qué no salen a dar la cara y lavársela, por ejemplo en la tele, ahora que hasta Rajoy ha descubierto qué la oposición se hace desde las televisiones? La respuesta sería larga. Históricamente, la banca permanece en la sombra para no enseñar lo fea que es. Es difícil vender un producto basado en la usura, pero en los tiempos de internet, la globalización, las guerras galácticas, hasta Gilito tiene un lado amable con sus tres sobrinos, quienes confian en que el tío terminará sacándoles las castañas con su dinero. Ese lado, la confianza era lo que vendían los “gilitos” a sus sobrinos, los clientes, hasta que les estafaron en masa con las preferentes en pleno estallido de la burbuja inmobiliaria.

Pero hubo un tiempo en que no todo estuvo perdido entre los avaros y sus víctimas. Un par de banqueros sí asomaron la cara por la pantalla ante los ciudadanos y no les fue mal. Una de esas ocasiones fue la entrevista de Emilio Botín “el viejo” con Mercedes Milá en “Jueves a Jueves”, cuando solo había una tele y el brillante José Sámano sabía sacar chispas a una joven Milá que encandiló al banquero cántabro. La segunda y notable ocasión de otro banquero en televisión que salvó el pellejo –luego perdido- fue en el Informe Semanal “de Alicia en el País de las Maravillas”, cuando el entonces presidente del Banco de Bilbao, José Ángel Sánchez Asiaín, se dejó grabar y se sentó con el periodista Javier Gil Sanz, durante una de las batallas más tensas y apasionantes de la historia de la banca, en una transición ya tardía. Estaba en marcha la fusión entre dos enemigos históricos, el Bilbao y el Vizcaya de Pedro de Toledo. En ambas ocasiones los telespectadores llegaron a pensar que los banqueros tenían alma.

Un trocito de alma es lo que puede transmitir el presidente de Bankia de la mano de Manuela Carmena, tras la cita de la semana pasada. En ellos se ha esforzado Goirigolzarri desde que se sentó en el despacho de la Torre Kio para arreglar el mayor desaguisado del sector desde los tiempos de Mario Conde. O peor, nunca antes hubo tanto y pequeño estafado. Aun así, es dudoso que el ejemplo cunda en otros lugares. Por ejemplo, sería apasionante y curioso saber cómo transcurriría una cita entre Fainé, un pescado congelado, con Ada Colau, un caliente entrecôt a la pimienta.

Cabría pensar que a los banqueros les gusta ser y ejercer de malos. Hasta es posible que les resulte rentable, pero todos los expertos consultados reconocen no saber cuál es la rentabilidad de ser impopular. Es más, hasta es peligroso. La imagen de un huevo impactando sobre su rostro y recorriendo televisiones y redes con sus chistes crueles, puede dañar hasta a la autoestima más elevada del banquero más engreído.

Otra cuestión es que hace la patronal de la banca, la que un día fuera poderosa AEB. Al fin y al cabo, en estos momentos tienen un presidente que sabe comunicar o al menos se explica, José María Roldán, un tipo con un curriculum respetable, pero que arrastra la imagen habitual de ser el empleado de los grandes banqueros. Unos banqueros que en estos momentos no tienen nada qué decirse entre sí. Hasta para elegir al propio Roldán tuvieron bronca. Es en ese deterioro de las relaciones entre los que pilotan los grandes bancos donde deberían lanzar su caña y pescar los futuros alcaldes y presidentes de las comunidades autónomas. Hay dos cosas que pierden a estos personajes, el poder y su imagen. Los nuevos gestores políticos deberían apuntarse y sacar tajada de la punzada de envidia que el gesto de Goirigolzarri ha despertado entre sus congéneres al sentarse con Carmena.

Sería asombroso que entráramos en una etapa –eso sí, breve- en la que hacerse un selfie con Carmena, Colau u Oltra fuera lo más “in” para un banquero. Lo mejor, ver quién es el primero que se atreve a retratarse con Kichi, “el Tanio de Caí” si llega a la alcaldía de la capital gaditana.

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