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Turquía: Por algo más que un parque y una litrona

Manifestantes levantan una barricada en Estambul. (6 de junio, EFE)

Olga Rodríguez

Resulta cuanto menos paradójico recordar cómo el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan quiso aprovechar las revueltas árabes de 2011 para confirmarse como un líder regional y presentar el llamado “modelo turco” como la alternativa ideal para los países árabes. Ahora, sin embargo, las protestas se registran en su país y las autoridades policiales turcas no han dudado en emplear la violencia contra los manifestantes.

Algunos medios de comunicación presentan el conflicto en Turquía como un movimiento compuesto exclusivamente por jóvenes laicos de clase media, hartos del islamismo conservador del gobierno de Erdogan. De hecho se menciona a menudo el decreto impuesto recientemente que limita la compra de bebidas alcohólicas como uno de los factores desencadenantes de las protestas. La realidad, sin embargo, es algo más compleja.

1.- Hace unos días más de 10.000 manifestantes tomaron las calles de Ümraniye, un barrio obrero situado en la parte asiática de Estambul. A la clase trabajadora se le supone más ligada al islamismo, y por tanto, al partido de Erdogan. Sin embargo, las protestas en ese barrio han sido contundentes. Miles de personas levantaron barricadas y cortaron el tráfico en plena autopista.

Un vehículo de lujo ignoró las barreras y prosiguió su marcha, atropellando y matando a uno de los manifestantes, un joven de 19 años, trabajador en una fábrica, y miembro de la agrupación de hackers socialistas Redhack. Además resultaron heridos otros dos manifestantes, uno de ellos integrante de la Plataforma Solidaridad Socialista.

La identidad de este trabajador fallecido, al igual que la de muchos otros manifestantes, nos ayuda a entender que las protestas no solo están protagonizadas por una elite laica socialdemócrata y que las causas de las mismas no se reducen solo a la defensa de un parque o de la libertad para beber alcohol.

2.- La represión ejercida por la policía turca, conocida en la región por su brutalidad, ha sido sin duda uno de los desencadenantes que consolidaron las protestas. En Ankara en una sola noche, y según datos del Comité de Profesionales Médicos, 441 personas resultaron heridas de gravedad, y 15 de ellas permanecen en situación crítica.

3.- El próximo año se celebrarán elecciones presidenciales en Turquía. El primer ministro Erdogan pretende presentarse como candidato a la presidencia.

“No solo quiere ser presidente, sino también introducir una especie de presidencialismo que concentre el poder en sus manos”, advierte el profesor de ciencias políticas Sahin Alpay.

4.- Tras once años en el poder, el gobierno de Erdogan sufre cierto desgaste a causa de sus políticas represivas y de los límites a la libertad de prensa. Desde 2009 más de 8.000 políticos pro kurdos, abogados, profesores, escritores y periodistas han sido arrestados con cargos por terrorismo.

5.- Las políticas neoliberales de Erdogan también han indignado a ciertos sectores. Se han privatizado empresas públicas -de telecomunicaciones, aerolíneas, tabacalera, red eléctrica, bancos o recursos hídricos- terrenos públicos, autopistas y peajes.

La demolición del parque Gezy, origen de las protestas, forma parte de un plan urbanístico calificado como neoliberal por algunos manifestantes y analistas y que incluye la construcción en la plaza Taksim de un centro comercial, la eliminación de accesos peatonales a la plaza y por tanto la imposibilidad de protestar o de congregarse en un lugar tradicional de manifestación.

Por otro lado, la distancia entre ricos y pobresla distancia entre ricos y pobres no se ha visto beneficiada por la estabilidad económica. En 2011, siendo Turquía la economía que más rápidamente crecía de Europa, el 20% más rico gozaba de aproximadamente la mitad de la riqueza del país, mientras que el 20% más pobre solo tenía el 6%.

6.- Otra de las lecturas que se está haciendo, sobre todo a nivel interno, es el análisis ya manido que presenta a los militares como alternativa indiscutible al gobierno islámico moderado de Erdogan.

El partido conservador de Erdogan logró hacer frente al gran poder que acumulaba el Ejército turco, tradicionalmente laico e influyente en la política desde la Primera Guerra Mundial. Durante el mandato de este gobierno las Fuerzas Armadas turcas perdieron el pulso contra Erdogan y de hecho varios altos mandos fueron arrestados y juzgados, acusados de pretender desestabilizar el país.

7.- En 1997 se registraron grandes protestas lideradas por la izquierda, que fueron aprovechadas por los militares para forzar al gobierno islamista a abandonar el poder. Diversos manifestantes han expresado su temor a que ciertos sectores aprovechen la coyuntura actual para exigir la intervención de los militares.

8.- “Estamos contra este gobierno no porque sea islámico, sino porque es conservador y neoliberal. No queremos que sea derrocado por unas fuerzas armadas que nadie ha elegido. Queremos que sea derrocado por la fuerza masiva del pueblo”, ha indicado Ozan Tekin, periodista de izquierdas, participante en las protestas desde el inicio.

Su afirmación no es aislada y muestra la preocupación que existe entre los activistas por evitar que se reduzca el análisis de la actualidad a una cuestión de islamistas versus seculares pro Ejército.

9.- Por último, es importante tener en cuenta el marco regional en el que se registran estas protestas, con Turquía implicada activamente en el conflicto sirio, donde están involucrados, de un modo u otro, países como Irán, Irak, Líbano, Qatar o Arabia Saudí, además de varias potencias occidentales y Rusia.

Turquía, miembro de la OTAN y aliado de EEUU, comparte frontera con Siria y ha mostrado su apoyo a los rebeldes sirios. Al igual que desde Líbano o desde Irak, desde territorio turco también entran armas para los rebeldes. La frontera turca es puerta clandestina hacia Siria de combatientes y armamento.

Esta semana Erdogan ha llegado a decir que sospecha que “grupos terroristas” -incluido el que asumió la responsabilidad de un atentado contra la embajada de EEUU en Ankara el pasado febrero- manipulan las protestas en Turquía y que los servicios secretos turcos están buscando vínculos entre las manifestaciones y “potencias extranjeras”, insinuando la existencia de una relación entre la posición turca frente a Siria y el estallido de las movilizaciones contra su gobierno.

El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, ya ha dicho que confía en que los problemas domésticos no impidan a Ankara ejercer su papel ante el conflicto sirio. “Espero que el canciller y el primer ministro turco sigan involucrados en el esfuerzo para resolver lo que está sucediendo en Siria”, ha indicado.

Los análisis reduccionistas e interesados se suceden. Frente a ellos, las protestas en la calle siguen poniendo en evidencia al primer ministro turco.

Al contrario que las revueltas árabes de 2011, estas manifestaciones en Turquía no se dan en un escenario dictatorial ni demandan de forma masiva “la caída del régimen”. El nivel de confrontación tampoco es el mismo: Hay que tener en cuenta que solo en los primeros días del estallido de las revueltas en Egipto hubo cientos de víctimas mortales.

Pero sin duda este nuevo movimiento social turco, heterogéneo, está dañando la imagen de Erdogan, puede truncar sus planes de cara a las elecciones presidenciales de 2014 y, dependiendo de su capacidad organizativa y de su habilidad para fijar objetivos, dar origen a una nueva fuerza en la calle dispuesta a influir en el futuro del país.

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