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Violencia sexual, influencers y la complicidad masculina

feminismo

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Hace unos días el influencer Naim Darrechi, que en su plataforma de TikTok tiene 26,7 millones de seguidores dio una entrevista al YouTuber Mostopapi, quien tiene 1,8 millones de seguidores en su canal, en donde aborda temas de contenido sexual mediante entrevistas que realiza entre otros a deportistas, influencers, actrices porno, etc.

En esa entrevista Naim Darrechi dijo le costaba mucho usar condón y que por eso directamente no lo utilizaba, que le parecía raro que en tantos años no hubiese dejado a ninguna chica embarazada, así que ha empezado a eyacular dentro siempre y que cuando alguna chica le manifiesta incomodidad “yo les digo que tranquilas que soy estéril, me he operado para no tener hijos”. El Ministerio de Igualdad rápidamente anunció que pondría en conocimiento de la fiscalía lo dicho por el 'tiktoker'.

Estas afirmaciones son una clara manifestación de lo naturalizada que está la violencia sexual y de lo mucho que nos falta trabajar en ello. Muchos hombres siguen creyendo que quitarse el preservativo sin que la pareja lo sepa, correrse dentro, mentir y viciar el consentimiento en las relaciones sexuales son cosas normales. O que como lo afirma el mismo Naim, cuando “ya hay confianza y ya sabes que no te van a denunciar por ello, claro ya tienes vía libre, con una que no tienes confianza tienes que cumplir y comportarte bien.” 

Hace falta educar, aunque a algunos les moleste, es necesario hablar de cómo la cultura de la violación está ahí presente en la vida cotidiana, de cómo justifica y normaliza la violencia sexual y no sólo en las personas jóvenes. Creo que casi todas las mujeres somos capaces ahora mismo de traer a nuestro recuerdo algún momento en que nos hayan presionado o mentido en medio de una relación sexual para acceder a lo que nuestra pareja quería.

Ahora bien, quiero detenerme en algo que me parece relevante y que se está dejando un poco por fuera en este debate público que las declaraciones de Darrechi han suscitado. Se trata de la reacción de su entrevistador Mostopapi, quien ante las respuestas de su entrevistado sólo se ríe a carcajadas. Aunque en algún momento se le vio con una leve intención de interpelarle, reírse fue lo que escogió hacer. Al día siguiente en sus historias de Instagram dijo que él sabía que lo que había dicho Naim estaba mal, que por eso al final del todo del video –cuando ya había cerrado la entrevista– había insistido en no hacer caso a esas técnicas de Naim de no usar el condón, “no lo hagáis, no lo hagáis”.

Esa escena, esa charla de Mostopapi y Naim Darrechi resulta muy descriptiva respecto de cómo funciona el mandato de la masculinidad, ese que dicta cómo es ser hombre y qué hace un verdadero hombre. En esa entrevista un joven admite que abusa de las mujeres con las que tiene relaciones sexuales y que vicia plenamente su consentimiento, pero quien le escucha sólo lanza risas cómplices, a pesar de no estar del todo de acuerdo con lo que decía, risas que son iguales a las que suceden en casi todos los ámbitos en los que los hombres se socializan.

Pienso ahora mismo en los amigos de la Universidad, cuando alguno cuenta una conducta agresiva emocional o sexualmente sobre su pareja y todos le responden con bromas o risas, las mismas que aparecen en los espacios laborales cuando un compañero habla sobre las tetas o el culo de la compañera de trabajo, de la misma a la que le miran el escote en lugar de la cara cuando habla, o del infinito mundo de conversaciones sexistas que pueden darse en los grupos de WhatsApp. Puede que en cualquiera de los ejemplos mencionados muchos hombres a pesar de ser conscientes de que eso estaba mal, han preferido guardar silencio por evitar juicios y señalamientos de sus colegas, pero además, porque el mandato de la masculinidad exige complicidad, porque por encima de la defensa de cualquier mujer está su relación fraternal y su camaradería, en inglés hay incluso un dicho para eso: “Bros before hoes” –admito que para llegar a este nivel de detalles de amistad entre hombres tuve ayuda masculina– algo así como “los amigos por encima de las tías”, aunque ¡ojo! Que ese hoes traduce literalmente “putas”. Sí, porque da igual, si se trata de mujeres, se trata también de putas si se habla de cualquier tía con la que se quieran relacionar sexualmente. Y esa complicidad, esa orden del mandato masculino es una barrera más fuerte que cualquier intención de defensa de las víctimas o las mujeres. Por cierto, una búsqueda simple en internet nos arroja enormes cantidades de memes al respecto.

El movimiento feminista ha insistido en la necesidad de que los hombres replanteen el mandato masculino, que hagan de su práctica cotidiana un espacio de reflexión y crítica constante. Que sean capaces de interpelar a sus colegas, que dejen de pasar por alto todo tipo de agresiones machistas. Hombres, hace falta mucho más que su manifestación de apoyo en las redes, en las marchas del 8M, en las cañas o en los mítines. Hace falta un cuestionamiento real, aunque eso implique contrariar lo que les han dicho toda la vida. Que desde luego es un proceso, incomoda y cuesta, a veces incluso, perder amigos. Muchas de nosotras lo venimos haciendo desde hace mucho tiempo. Así que a ti que lees esto: si lo de Naim Darrechi te parece asqueroso, pero en esa escena tú eres un Mostopapi, revísatelo, porque sigues siendo parte del problema. 

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