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¿Que te vote Txapote?

La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata a la reelección, Isabel Díaz Ayuso,  a su llegada a los actos con motivo de la festividad de San Isidro

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¡Que te vote Txapote! Esto es lo que nos espera. La nueva consigna de las derechas. La acuñó hace meses Vox tras un acercamiento de presos etarras a cárceles próximas a Euskadi y el PP la hace suya ahora. El grito, que ha pasado de las pancartas a los discursos, de estos a las redes sociales y de estas a las gradas del Open de Tenis, no sólo denigra a Pedro Sánchez, que es a quien se dirige, sino a todo el PSOE. Y mucho más a las víctimas. No es la primera vez que algunas han hecho pública su repulsa a semejante trivialización del terrorismo y a tanta falta de memoria. No quieren ser usadas políticamente. Pero ellos siguen. La arrogancia con la que intentan patrimonializar su dolor es la mayor demostración de su falta de respeto por ellas.

Ayuso, Aguirre, Almeida… Hasta Feijóo dice ahora, sin sonrojo, que “la política penitenciaria en este país la decide Bildu”. Y se queda tan ancho. No es que no se sepa que son los jueces de la Audiencia Nacional quienes ponían las condenas y quienes deciden ahora dónde han de cumplirlas los etarras; es que, a falta de relato en esta campaña electoral, ha decidido cabalgar a lomos del más nauseabundo uso partidista del terrorismo.

Ahora quieren endosar a Sánchez la responsabilidad de que Bildu haya incluido en sus listas electorales a 44 condenados por terrorismo. Pero hace unos meses pretendieron lo mismo con el traslado a cárceles próximas a Euskadi de 93 presos, pasando por alto que durante los gobiernos de Rajoy se llevaron a cabo 40 acercamientos; durante los de Zapatero, 237 y durante los de Aznar, 426, según datos de Instituciones Penitenciarias.

Txapote, para quienes no lo sepan -que habrá quien se haya sumado a la consigna sin saber siquiera quién era el asesino- está en la cárcel desde hace más de 20 años y allí seguirá por lo menos otros 8. Aunque estuviera 1.000 más, nunca conseguiría pagar lo suficiente por el dolor que provocó. Eso lo sabe cualquiera con un mínimo de decencia.

Miembro del comando Donosti, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado calculan que ordenó el asesinato de más de medio millar de personas, incluidos los de los populares Miguel Ángel Blanco y Gregorio Ordóñez, pero también los de los socialistas Fernando Mújica y Fernando Buesa. Txapote fue detenido en Francia hace 22 años y se le impusieron penas de 55 años de cárcel por el asesinato de Blanco, 82 por el de Mújica y 30 por el de Ordóñez.  

Pero la derecha le invoca en sus mítines como si, junto a Arnaldo Otegi, estuviera sentado a la izquierda de Sánchez en la misma mesa del Consejo de Ministros. Es una parte crucial de su política de acoso y derribo contra el presidente del Gobierno, pese a que es Bildu legal por decisión judicial, después de que en sus estatutos rechazara la violencia en 2011. 

La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha dicho este lunes que la formación abertzale es una “anomalía democrática” y  pide su ilegalización. Olvida que la legalización del partido es una realidad desde que así lo sentenció el Tribunal Constitucional en 2014. “No sé qué figura jurídica es la que corresponde, pero creo que no cumple con la ley de partidos”, ha dicho quien reconoce que no sabe mucho pero debe tener más determinación que la que tuvo Mariano Rajoy cuando accedió a la presidencia del Gobierno y jamás promovió la ilegalización de Bildu (entonces Amaiur).

Hoy no hay atentados, ni kale borroka, ni chantajes, ni tiros en la nuca… El final de todo aquello fue limpio y sin concesiones políticas, como solía decir el tristemente desaparecido Alfredo Pérez Rubalcaba. Por eso no hay mayor muestra de miseria y de frivolidad política que decir que Bildu gobierna España, que votar a Sánchez es votar a los amigos de los terroristas o que el patrimonio del dolor de las víctimas le pertenece en exclusiva a la derecha.

¿Que te vote Txapote? No nos vendría mal un mínimo de comportamiento ético entre tanta mentira y tanta utilización espuria de aquello que debiera ser sagrado para los demócratas como fueron los años de dolor y sufrimiento.

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