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Ni Vox ni Putin pueden triunfar

El líder de Vox, Santiago Abascal

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Las democracias han triunfado siempre y siempre triunfarán. Para eso hay que nutrir la fe democrática y no destruirla

Victor Basch (en 1938)

Si Sánchez lleva razón se le da. Su intervención este miércoles en el Congreso, reflejó al fin el fondo real del problema que acongoja a Europa: “Ustedes y Putin no se saldrán con la suya” -le dijo a Abascal- “Europa prevalecerá y usted, Salvini, Le Pen y Putin no se saldrán con la suya”. No podemos dejar que se salgan con la suya. Esa es la única posición posible de un demócrata ahora. Y tener otra posición es poner en un segundo plano la defensa de las democracias europeas. Fuera las caretas. Ha estado bien que resonara la verdad en el templo de la palabra democrática para que no haya lugar a confusión, porque que Putin es desde hace más de una década el líder moral y financiero de la ultraderecha europea. No lo pone en duda nadie que se dedique a observar la realidad y no a intentar crearla. 

La fascinación de las formaciones de derecha radical desde el FPÖ austriaco hasta Alternativa por Alemania o el alt-right americano, pasando por Vox no ha sido disimulada hasta que se han visto pillados en la trampa del ataque brutal y unilateral contra Ucrania y han tenido que emboscarse para no complicarse la vida en términos electorales, cada uno frente a la opinión pública de su país. La solidaridad y el dolor de las poblaciones ante la destrucción de un país invadido injustamente les ha llevado a esconder la patita e intentar borrar huellas muy difíciles de eliminar. 

Marine Le Pen, pillada en plena campaña electoral, tuvo que deshacerse de cientos de miles de folletos electorales en los que presumía en una foto de haber sido recibida por el zar en el Kremlin. Abascal y Vox han ido borrando tuits y han mantenido un perfil muy bajo, en relación con otros grupos, durante estos veinte días de guerra. Han llegado al hemiciclo a demostrar que piensan rentabilizar las consecuencias en nuestra economía de las sanciones a Rusia sin pudor y se ha llevado un bien merecido rapapolvo de Sánchez. Vox intentará calentar las calles con esta cuestión y no hay que desestimar el problema del PP, que sigue mirando de reojo a que logren por ese medio hacerse con el monopolio de la oposición cuando ellos, por la lealtad institucional y por imperativo europeo, pacten con el Gobierno las medidas necesarias. Por esto último no es buena idea repetir una y otra vez que PP y Vox son lo mismo, porque no lo son, porque ni ellos ni los demás queremos que lo sean y porque demonizar con brocha gorda a todas las opciones conservadoras o de derechas en una democracia sólo lleva a la desestabilización y al enfrentamiento. Mal momento para estas gaitas.

Todos los partidos ultraderechistas europeos se han recolocado un poco los refajos y se han mostrado solidarios con Kiev ante “la violación inadmisible del derecho internacional”, en palabras de Le Pen, pero sólo lo imprescindible. Todos coinciden en el “pero” que se basa en el señalamiento de las responsabilidades de Occidente en el conflicto. “Sí.. pero”. La jefa del grupo parlamentario de Alternativa por Alemania, Alice Weidel, consignó el fracaso de Occidente “manteniendo las expectativas de Ucrania de unirse a la OTAN en lugar de asegurar una neutralidad” y negando “el estatus de gran potencia de Rusia”. Zemmour, en Francia, se despachó diciendo que “el culpable es Putin pero la responsabilidad es de la OTAN que no deja de extenderse”. En Solución Griega, Velopoulos va por la misma senda: “¿si Rusia no está amenazada que hace la OTAN en sus fronteras?” Y en Holanda, Forum por la Democracia, de Baudet: “Rusia no tenía demasiada elección”. Todos a una. Esa es la ultraderecha europea, señores. El líder polaco, Morawiecki, y el húngaro Orban se han desgajado del grupo para posicionarse con el resto de líderes de la UE, como les tocaba, dado que sus países son especialmente amenazados por el expansionismo de Putin. Una división que ya fue anunciada en el cónclave ultra que Abascal nos montó en Madrid cuando no podía ni sospechar lo que iba a pesarle. 

¿Por qué esta fascinación de la ultraderecha por Putin? ¿Por qué el apoyo financiero ruso que en muchos países ha sido constatado a estos grupos? No es por parte de Putin un tema ideológico sino más bien un interés sostenido por apoyar todos aquellos movimientos, de cualquier signo, que pudieran acentuar la división y el enfrentamiento interno que debilitaría la respuesta de las democracias. En eso es muy igualitario y no hace ascos. Para los grupos de ultraderecha él representa el hombre fuerte, el líder al que se rinde culto, que “encarna la potencia de un gobierno centralizado” y que “representa un proyecto geopolítico fascinante para esas formaciones de ultra derecha” por proteccionista, anti mundialización, antieuropeísta y autoritario, según explica Jean-Yves Camus, del Observatorio de los Radicalismos Políticos en la Fundación Jean Jaurès. 

Eso y que Putin encarna los valores conservadores que ellos pretenden llevar también a sus gobiernos. Putin defiende claramente valores antiliberales -iliberales en el sentido político- y no se priva de mostrar su oposición a las decadentes democracias liberales, a la igualdad de los ciudadanos ante la ley, a los derechos de las minorías étnicas, religiosas o sexuales. Todos esos combates son también los que Vox quiere introducir en España, si alguna aciaga vez conquistara el poder. De ahí el horror del Partido Popular europeo ante el pacto de Mañueco. 

Putin es anti islamista y anti inmigración de los países islámicos, la teoría del gran relevo, y en eso también coinciden. “En el imaginario de la extrema derecha, Rusia es considerada blanca y cristiana y se presenta como el último bastión contra la invasión islámica de Europa”, dice Camus. Así se comporta. Así oculta a la población su vida personal, que se ha convertido casi en secreto de Estado, ese que los rusos susurran y que pretende no mostrar la moral que él se reserva mientras le baila el agua a Cirilo I, patriarca de Moscú y de todas las Rusias. No hay que olvidar esta relación que combina bien con el odio indisimulado que los católicos de Vox le profesan al Papa Francisco, que en estos asuntos se muestra en el polo opuesto. 

El compromiso financiero de Putin con todos estos grupos de ultraderecha no es sino la consecuencia necesaria de la adhesión de esos partidos, incluido Vox, a lo que Rusia representa, que es opuesto a los valores democráticos de Europa. “Europa prevalecerá y usted, Salvini, Le Pen y Putin no se saldrán con la suya”, le ha espetado el presidente del Gobierno a Santiago Abascal porque “si ustedes gobernaran sería la muerte para Europa”.

Ni Vox ni Putin pueden triunfar. No hay peros a ese aserto. Con ese espíritu concreto es con el que yo me alineo. Creo sinceramente que no hay otra forma para un demócrata de enfocar el problema. No pueden salirse con la suya. Todo lo demás es discutible, pero eso no. Eso nunca. Por eso hay que nutrir la fe democrática y no destruirla. Y en mi caso, es la única forma de fe que profeso. 

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