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Artículo XXVI: par y rojo

Militares desfilando el 12 octubre en Madrid

Sergio López

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Más allá del deseo criminal de este general retirado y sus encubridores y de los silencios cómplice de representantes políticos, más allá del aullido de la extrema derecha y del silencio incomprensible del Jefe del Estado Felipe VI, que quizás piense que la supervivencia de su dinastía depende más de los nostálgicos que de los constitucionalistas, más allá del lenguaje soez, se esconde la realidad de un descontento patente entre una parte las Fuerzas Armadas, a las que la Carta Magna les asigna la misión de garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. También entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, en el artículo 11 de la Ley Orgánica de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se establece que tienen como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana. Un descontento que se focaliza en la composición del Gobierno de España y en los apoyos necesarios para hacer posible la gobernanza.

No obstante, estoy convencido de que estas promociones, o parte de ellas, de militares retirados no son el espejo de las actuales fuerzas armadas, que, si bien pudieran estar enmarcadas mayoritariamente en ideologías conservadoras, rechazan los métodos y conceptos ideológicos del franquismo. Por lo tanto, vaya de antemano mi respeto tanto a las fuerzas armadas como a los distintos cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

Es cierto que del análisis de las últimas elecciones se desprende que Vox obtuvo sus mejores porcentajes de votos en los colegios electorales ubicados en demarcaciones donde la influencia militar era más acentuada, esto deja traslucir una tendencia, pues podría estar consolidándose como el brazo político que aglutine a sectores que alberguen en su seno a personajes como el general retirado Francisco Beca, uno de los autores del vergonzoso chat de los fusilamientos.

Sí, porque ante la puesta en escena de esta intentona desestabilizadora, soez y fratricida, Vox ha aplaudido a sus actores, se desprende esta observación del mensaje de apoyo de Abascal al grupo de WhatsApp XIX (“Me dicen que es obligatorio saludar a este grupo. Un abrazo a todos y ¡Viva España!”) según publica el digital InfoLibre, y de las palabras, en sede parlamentaria, de la portavoz de este partido, Macarena Olona, que los ha reclamado como parte de su gente. No, no son solo una partida de jubilados castrenses entreteniéndose en sus nostálgicas tertulias totalitarias.

El paso de un sistema basado en el bipartidismo al pluripartidismo, en el que se hacen necesarias las alianzas, los acuerdos, las cesiones y las estrategias para la gobernanza, unido a la configuración territorial (diecinueve autonomías con gobiernos que no siempre están en sintonía con las medidas adoptadas por el ejecutivo central), el protagonismo mediático de dirigentes también jubilados que discrepan abiertamente de las medidas adoptadas por los líderes actuales de sus propias formaciones, la pandemia como cobertura para discrepar y rentabilizar, a nivel local, políticamente una situación de anormalidad planetaria. Todo esto hace que los que cabalgan con la pistola en la sobaquera se sientan cada día más desafiantes. No es extraño, pues, que estos nostálgicos del franquismo se sientan incómodos, diría hasta oprimidos, por la democracia y pretendan ponerla de cara al paredón.

Estamos en el inicio de una deriva que cuenta ya con los apoyos de la extrema derecha y el silencio de la derecha. Soflamas como “gobierno ilegítimo que quiere romper España” o “un gobierno social comunista con influencias cubanas y venezolanas” escenifican la conjura de líderes cómo Casado o Abascal contra el sistema democrático, uno con sordina, el otro a bombo y platillo. Esa defensa a ultranza que en sedes parlamentaria proclaman los riesgos de la desvertebración de España, es lo que saca a relucir la nostalgia de estos conspiradores en potencia contra los representados por un gobierno a los que ellos mandarían fusilar por rojos e hijos de puta. Curioso que, siguiendo su lenguaje soez, los maricones se hayan librado de su iracunda soflama.

El brazo político de estos conspiradores lleva tiempo lanzando mensajes de aviso, ¡estad preparados y prietas las filas! Mientras, a estos jubilados de una promoción de militares se les une la Fundación Nacional Francisco Franco, cuyo presidente General de División, también jubilado, es Juan Chicharro Ortega que, según consta en su currículum, fue ayudante de Campo del Rey Juan Carlos I, y uno de los remitentes de una carta a Felipe VI en la que, entre otras cuestiones, matiza: “¿Acaso no es la monarquía obra de Franco?”. En esa línea, subraya que “si no hubiera sido por Franco no estaría VM (Vuestra Majestad) en el trono”, al tiempo que sostiene que “van a por VM porque es el sostén de la unidad de España, al igual que Franco lo fue”.

Otro de los grupos que se postulan como defensores a ultranza de un país y de una institución, la monarquía, en riesgo de desparecer por las políticas del gobierno es Hazte Oír. Esta asociación de extrema derecha, ultra católica y ultra conservadora ha instado a sus miembros que escriban también cartas de apoyo a Felipe VI.

La sociedad civil, al menos esos 26 millones de rojos, se preguntarán: ¿y el Rey qué dice? En los cuarteles, comisarías e instalaciones militares, ¿qué ambiente se debe estar respirando? Seguro que de incertidumbre y zozobra. Están poniendo a su propia gente, los que fueron sus referentes, sus mandos, en tela de juicio y, ante la sociedad civil, celebran su lealtad a la salvaguarda de la Constitución. Y cada vez el eco de esas 26 millones de balas retumban con más fuerzas en el imaginario colectivo. Y nadie sale y los manda callar.

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