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La calidad de la docencia y la endogamia en la Universidad
La endogamia (eufemismo de corrupción) ha sido la nota imperante en todas las Universidades del país y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) no se ha quedado atrás. El sistema implica la elección de los distintos estamentos que conforman la institución por lo que la tónica es controlar el electorado. Sólo obtienen plaza aquellos que van a votar en última instancia a quien los puede hacer funcionarios. Dado que no existe ningún sistema que castigue a las Universidades por tener trabajadores mediocres y dado que la fiesta se paga con dinero público, la única consecuencia ha sido la de castigar a quien se atreva a denunciarlo. Si además se ponen de acuerdo todas las Universidades, aquí paz y en el cielo gloria.
El problema vuelve a ser actual pues el rector Serra sigue alimentando la corrupción académica. En sus dos años de cabalgada ni siquiera ha tocado el problema, es más lo ha agravado. Uno de los casos más patentes es la forma de jugar con el futuro laboral de los investigadores. Los contratados predoctorales tienen derecho a 60 horas de docencia al año, horas que son fundamentales para su promoción académica. La ULPGC les reconoce unas pocas horas, siempre en proporción al grado endogámico que tenga el doctorando (más horas cuanto más cerca al poder estén sus directores, y viceversa). Nadie protesta, aun cuando en el Boletín correspondiente (e.g., BOE) se les reconoce ese derecho. El que protesta queda fuera de la foto y su promoción va a peligrar.
La Universidad tiene que reconocer el 100% de las horas a las que tienen derecho estas personas y no puede escudarse en que no hay docencia para ellos. Además de la docencia de teoría y de prácticas (que es lo único que reconoce este y anteriores equipos de gobierno), existe docencia en el diseño, desarrollo y evaluación de trabajos de curso, grado y de investigación, en la preparación de exposiciones orales, en la implementación de la evaluación de teoría y prácticas, en la mentorización, orientación y tutorización de estudiantes, y un muy largo etcétera según las distintas áreas. Estas actuaciones implicarían una mayor calidad de la docencia y, sin duda, un menor fracaso de nuestros estudiantes. Es increíble que una institución desprecie el potencial docente que les proporciona todos estos contratos. Eso sí, obtienen mayor número de contratados en convocatorias competitivas aquellos equipos que hacen investigación, investigadores normalmente muy críticos con lo que ocurre en la Universidad.
El caso ha alcanzado límites preocupantes con aquellos estudiantes posdoctorales que han alcanzado contratos de excelencia y que tampoco se les permite impartir el 100% de la docencia a la que tienen derecho. En estos casos la docencia es aún de mucha mayor importancia pues están en la vía de la estabilización profesional. Suelen ser investigadores de alto nivel a los cuales también se les selecciona según el criterio corrupto mencionado arriba. El delirio se ha alcanzado con los investigadores distinguidos a los cuales, después de estar décadas en Centros de Investigación de prestigio en el extranjero, se les dice que deben tener un nivel de horas de docencia que la Universidad no les ofrece o se les hurta. Claro, no sea que pase a formar parte de la Universidad quien no interesa al sistema, pues éste tiene que controlarlo todo, ganar elecciones, votaciones en comisiones, áreas de conocimiento,... Una vergüenza.
Por el contrario, vemos como se promociona a personas demasiado jóvenes que no se han movido de su Universidad, con escaso bagaje académico e investigador, para que nutran las filas del profesorado. Incluso se les incluye a golpe de resolución rectoral en los estamentos de la Universidad con el propósito de manipular elecciones. Quizás, lo más grave es que los investigadores cuya aspiración queda cercenada por la manipulación de sus curriculum, sólo tienen la culpa de que sus mentores académicos competitivos no van a votar por el sistema. Es lo que denominamos en las Universidades como violencia vicaria académica. Para hacer daño a los directores demasiado críticos, normalmente profesores titulares y catedráticos, se invita a marcharse de la Universidad a sus contratados pre-, posdoctorales, investigadores excelentes, o distinguidos, negándoles la promoción. Toda una vergüenza que sinceramente nunca esperé del rector Serra, de la vicerrectora de profesorado Cecilia Dorado, de la secretaria general Inma González, o el propio Rafael Pérez. Que decepción.
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