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De corruptelas, eméritos y desasosiegos

El Rey emérito, Juan Carlos I.

Sergio López

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Un país que no goce del suficiente sosiego institucional para consolidarse como un estado moderno y próspero, capaz por sí mismo de ser admirado y respetado en las distintas esferas dónde se deciden las políticas y se fraguan las alianzas que vertebran a la sociedad, no solamente no obtendrá esa admiración y respeto, sino que difícilmente formará parte de esa élite.

En este sentido vale la pena traer a colación la siguiente sentencia, atribuida a Otto von Bismarck: La nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre está intentando autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo.

Durante este año de 2020 hemos podido comprobar la bajeza política de líderes frente a una emergencia global y que tan duramente ha atacado a nuestro país como el COVID 19. Se han escenificado en el parlamento y el senado desencuentros hasta el punto de llamadas a la insurrección por parte del grupo Vox.

Por otra parte, el líder del PP organizó campañas en el seno de la UE para evitar que los fondos provenientes de las instituciones europeas llegaran en óptimas condiciones de devolución al gobierno de España. Los independentistas catalanes han sembrado, han esparcido su intransigencia cuestionando el estado de derecho y la esencia misma de la democracia del Estado español…

En varias ocasiones he manifestado mis contradicciones respecto a la transición española, porque reconociendo la importancia histórica de su implantación, dudo si las estrategias fueron las adecuadas para conducir a España hacia un futuro libre de las secuelas financieras, judiciales, militares y eclesiásticas del tardofranquismo. El pacto constitucional estuvo condicionado por el equilibrio entre los nacionalistas vascos y catalanes, los restos del antiguo régimen y el ejército, fueron la foto fija de un periodo muy concreto de la historia de este país. La Constitución como punto de partida.

Pero ese punto de partida continúa casi en el kilómetro 0, hasta el punto de que aún hay artículos de la carta magna que no están desarrollados. El ejemplo más reciente fue el momento de aplicar el artículo 155. Por otra parte, el riesgo de seguir manteniendo estructuras y personajes del tardofranquismo, algunos de ellos presentes en la sociedad española hasta nuestros días, bajo el barniz de una Constitución que debería haber roto esa condición con sectores militares, financieros, judiciales y eclesiásticos antes expuesto. Sectores que dos meses antes de la exaltación al trono del Juan Carlos I, el 27 de Noviembre de 1975, participaron en el fusilamiento del último condenado a muerte de la historia de España, Xosé Humberto Baena, el 27 de Septiembre de 1975, torturado previamente por el comisario Roberto Conesa y los policías Carlos Domínguez Sánchez y Billy el Niño, Juan Antonio Gómez Pacheco que murió recientemente con sus medallas puestas. Por eso la transición española fue ejemplar porque entre otras cosas los muertos se quedaron en la antesala de lo que supuso el inicio de esa transición.

El penúltimo desasosiego institucional nos lo ha proporcionado el emérito Rey Juan Carlos, un Jefe de Estado que ha mantenido enmarcado su reinado en una trama de corruptelas que ha asolado las más altas instituciones del Estado. Un nuevo capítulo de la vergonzosa saga de los Borbones. Un jefe de Estado que hereda tal responsabilidad; y conviene no olvidar que esa herencia provenía del banquillo de los que ganaron la guerra y la guerra en España la ganaron los fascistas.

Un jefe de Estado que se fuga, mientras no se demuestre lo contrario, y que nos deja el último sobresalto institucional, la carta a su hijo Felipe VI, no refleja otra cosa que la hipocresía de este monarca que durante años engañó a los ciudadanos y que a la postre ha desprestigiado a las instituciones de este país. Un jefe de Estado inviolable e irresponsable de sus actos, ya que sus decisiones deben ser refrendadas por el presidente del gobierno o el ministro de turno.

Indudablemente que no todo es negativo en su actividad y que “habrá hecho cosas buenas” que diria un castizo, y contribuido a la consolidación de la democracia….pero esa era su obligación, o no? Es como el que justifica a un alcalde trincón diciendo que ha trincado poco o que a cambio ha dejado muchas cosas buenas para el pueblo.

No, así no seremos respetados y deseo que en un futuro no muy lejano el Jefe del Estado español sea elegido por el pueblo o sus representantes, sea responsable de sus decisiones y sujeto a responsabilidad penal por los actos que lleve a cabo en el ejercicio de su función.

Por eso, como decía al principio, este país ha ido de sobresalto en sobresalto, sin el sosiego necesario para articular estructuralmente la democracia, que no digo para consolidarla, que no tengo dudas al respecto. No se rompió con el pasado, el pasado continua interrumpiendo el futuro y una de esas dos España machadiana continua helándonos el corazón. 

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