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Elecciones madrileñas, la banalidad del mal y la educación
No es la primera vez que el Partido Popular madrileño gana unas elecciones a pesar de su gestión. Esperanza Aguirre ganó las primeras en 2003, a pesar del desastre económico de Gallardón, gracias al “Tamayazo” y a la repetición del proceso electoral. Después ganó dos más a pesar de los “rumores” sobre corrupción y sobre sus “ranas”, aunque al poco de esa última victoria tuvo que dimitir por los escándalos judiciales de miembros de su gobierno.
Después, en 2015, ganó otra eximia representante del PP, la señora del falso máster amén de ahorradora en cremas, ya sin mayoría absoluta pero con el favor del pueblo madrileño
En las últimas elecciones, después de más de una década en que distintos tribunales llevan aclarando las corruptelas cruzadas de todas las tramas del PP y sus socios, Gürtel, Lezo, Púnica…, el partido condenado por corrupción y con ministros, presidentes y vicepresidentes de Comunidad, consejeros, alcaldes y concejales imputados, o ya condenados, ha vuelto a ganar.
Esta vez con la que fue “community manager” del perro de Aguirre, y protegida de la mismísima “reina de la charca”, Isabel Díaz Ayuso y lo ha hecho pasando por encima de su gestión, especialmente de la crisis sanitaria y sobre todo sobre la masacre de ancianos en las residencias madrileñas sin que le salpicara ni una mota del la mierda que supuso la agonía y la muerte sin atención médica de miles de ancianos.
Ante el resultado en las urnas conseguido con la inanidad y la tontuna de las ofertas electorales de la señora Ayuso y sobre todo la mirada hacia otro lado de la mayoría de los votantes, sería adecuado hablar de la “banalidad del mal”, tal y como la concibe Hannah Arendt , no solo por los funcionarios ejecutores, Consejero y Directores Generales, eficientes, sino por como el poder político y mediático puede trivializar, banalizar, la liquidación de un grupo de personas, o dejarlas morir sin asistencia, y cómo la mayoría de la población puede hacer su “migración interior”, igual que hizo el pueblo alemán, mirando hacia otro sitio, en aquellos años nefastos .
Creo que lo que viene a señalar esa banalidad es la incapacidad de reflexionar, de pensar, relacionar ideas, discernir lo verdadero de lo falso, el grano de la paja, en el torbellino de información que nos inunda. El hecho de que la mayoría de la gente sea incapaz de mantener la atención el tiempo suficiente para leer más allá de los titulares de una noticia o los 140 caracteres de un twitt, es lo que nos lleva a que el mensaje más simple, o el que es más halagador para los instintos más primarios es el que llega y se queda. Y eso es a lo que nos lleva esa banalidad o frivolidad que nos hace pasar sin pensar sobre los horrores de las residencias, las privatizaciones de la sanidad, las listas de espera, la falta de inversión en educación o la venta del patrimonio público, casas por debajo del precio de mercado en contra de los intereses de sus inquilinos.
Pero esa frivolización no sería posible sin la ayuda de unos cuantos periodistas en medios escritos y audiovisuales totalmente prostituidos, que han exhibido a la señora Ayuso sin poner en cuestión ni su discurso sin sustancia, ni sus mentiras. Los mismos medios de comunicación que llevan desde 2015 aireando los informes falsos, las denuncias, los “escándalos”… sobre Pablo Iglesias y Podemos consiguiendo, no solo que Pablo Iglesias sea el personaje más odiado que todos los políticos, incluso más que los condenados por cualquier delito ya sea de latrocinio o de abuso sexual, también ese acoso mediático es, en una parte importante, responsable de que Podemos pasara de 69 diputados en 2015 a 35 en el 2019.
Pero estas dos premisas, la banalidad por un lado y los medios de comunicación al servicio de los intereses de su amos por otro, no bastarían para el triunfo electoral de ideas trasnochadas o banales sino fueran acompañadas de un sistema educativo totalmente desnortado incapaz de adoptar mayoritariamente las medidas, los protocolos, que según la neurología, la psicología y la pedagogía funcionan en la educación de niños y jóvenes para enseñarlos a leer contrastando ideas, discerniendo la noticia de la propaganda…. Enseñándolos, acostumbrándolos, a pensar.
Ayer un amigo, Pío Maceda, me mandó el índice y la presentación de un nuevo libro suyo: “La escuela en tiempos de cambio climático” (Ed. Laertes) en él dedica un capítulo a esta pregunta ¿Por qué las mejores prácticas educativas no se generalizan como las prácticas sanitarias? Cuando un tratamiento médico es aprobado enseguida se generaliza y se prescribe en todo sitios pero en aulas contiguas, en colegios del mismo barrio, de la misma región… eso no pasa. A veces ni siquiera se sabe lo que pasa dentro de cada clase, aunque estén en el mismo centro educativo. Una línea de investigación interesante.
Ya lo he pedido y estoy deseando que me llegue para ver las pistas que da y poder pensarlo, contarlo, porque estoy convencido de que el problema educativo está en el centro de la sociedad que tenemos y que aunque todo el mundo lo reconoce y habla de su importancia para todo, la ecología, la erradicación de la violencia, la igualdad, la promoción personal, el voto motivado, consciente…Al final la escuela tiene muy difícil salirse del carril de la costumbre y dejar de repetir los vicios heredados del pasado: currículos demasiado extensos que no paran de crecer, clases magistrales con poca participación personal del alumnado, memoria frente a razonamiento, olvido de la educación afectiva, falsa neutralidad ideológica….Pero eso da, como mínimo, para otro artículo, o muchos.
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