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Fortuna
Soy uno de los muchos afortunados que pueblan este país. En tiempos del COVID 19, me he reencontrado con la felicidad. Creo que a muchos nos hacía falta este frenazo. Parar de golpe, rodeados de miedo e incertidumbre, pero quietos, al fin y al cabo.
Aunque la situación no sea la más adecuada, el estado se encarga de cubrir mis necesidades económicas mientras no puedo trabajar. En mi entorno más cercano hay salud y no pasamos necesidades. Incluso mi madre, que es autónoma, cobró su prestación durante este confinamiento. Vivo con mi mujer y mi pequeña, de apenas año y medio, culpable de la alegría en la casa, incluso cuando quiere salir a la calle y no se puede, pues para eso estamos sus padres, para sacarle una sonrisa y jugar con ella cuando más lo necesita (¿o lo necesitamos todos?). He comido bien, no dejó de haber suministro en los supermercados, y he adelantado más de lo normal en mi pasión creativa (escribo mi segunda novela). Por lo tanto, no puedo quejarme casi de nada, pero sí, siempre hay algo a mejorar:
Me he dado cuenta de algo difícil de asimilar. Muchos de los que nos deberían representar y defender, ahora, sobre todo, son peor que carroñeros. España no es diferente en cuanto a los problemas que esta pandemia causa, pero sí lo es en cuanto a sus políticos. Y de eso tenemos nosotros la culpa. Pues también me he dado cuenta de que demasiados integrantes de nuestra sociedad, incluso algunos miembros de las fuerzas del orden público, se adhieren a esa moda repugnante e inhumana de dividirnos cuando más necesaria es la unidad.
¡No es momento de discutir, sino de arrimar el hombro!
Algunos dicen ser políticos, pero no lo demuestran. Alegan que ellos hubiesen confinado antes (ya era tarde cuando lo dijeron). Y son los mismos que ahora gritan eso de que: ¡Es detención ilegal!
Ya basta de ascender pisando a otros, sin propuesta coherente ni fundamento.
Solo les importa acercarse al poder, sin razonar una alternativa a lo que critican. No caigáis tan bajo estando tan arriba. Representáis a mucha gente.
Pero, lo que peor llevo es que esta discusión se traslade a las casas; que cale en los hogares y divida amistades que todavía se deben muchos abrazos desde la distancia. Porque sí, yo deseo abrazar a los míos, piensen lo que piensen. A ellos, unos trabajadores más de este país, como yo, los perdonaré siempre. Pero los que vierten gasolina sobre un incendio, cuando yo les pago para apagarlo, no merecen el perdón de nadie.
Puede que el gobierno no diga toda la verdad, pues puede incluso desconocerla. Nadie en el mundo la tuvo en condiciones normales, cuanto menos hoy, y menos aún en tiempo real.
Como suelo decir estos días: Yo apoyo a este gobierno, y no lo hago por su presidente, lo hago porque en tiempos de catástrofe, el bien de mi gobierno es el bien de mi país, el bien de mi gente.
Me marcó mucho una reflexión de un compañero de Vila Real, Roberto Monzón:
En 50 días de estado de alarma han muerto 25.264 personas, lo que resulta una media de 505,28 fallecidos diarios. La guerra civil española duró 988 días. Si trasladamos esa media a la duración del conflicto, nos da un total de 49.9216,64 fallecidos. Se calcula que en la guerra civil murieron alrededor de medio millón de personas.
Sí, seguramente murieron más, tal y como sucede hoy. Pero lo importante es que vivimos tiempos de guerra, y nuestro enemigo es un virus. No nos dividamos si pretendemos derrotarlo. Pues solo unidos lograremos la victoria.
No soporto a los políticos de la crítica, que solo gritan, un día una cosa, otro día otra. Pero para ellos tampoco es tiempo de juicio, pues lo importante ahora es la gente. Son mis vecinos, que no pueden salir a la calle tranquilos, pues la edad y la salud no los acompañan, pero sí cotizaron toda una vida para que nosotros cobremos hoy las ayudas que nos permiten comer; Lo son los míos, a los que quiero con toda el alma, pese a que muchas veces no estemos de acuerdo (de eso se trata); Lo son mis compañeros de trabajo, cuyo futuro pende de un hilo, como el de todo el mundo (pero cobran el mes, no como en otros países); Lo son los sanitarios, que se juegan la piel por la vida ajena, y hoy más que nunca se merecen cada aplauso a las 20:00h, pero también un voto coherente en las próximas elecciones (hay quien ya los despide). Lo que importa es la salud y la sonrisa de los míos. Y de los tuyos. Pues si desaparece cualquiera de las dos, nos duele. Y eso es lo que tenemos que valorar a partir de ahora.
Lo más importante dejó de ser el nuevo smartphone, o demás cacharros. Lo que de verdad importa es un paseo, salir a correr y que nos pegue el aire en la cara, quedar con los amigos más allá de una pantalla, conversar, bromear, reír, abrazar; Visitar a nuestros padres, a los abuelos; Acudir a comprar el pan sin creer que eres un delincuente; La salud, la libertad, el amor, la amistad, la familia, ahí reside el valor. Nada material merece mención en estas líneas.
¿Y alguien dijo que detener el calentamiento global o la contaminación era imposible? Tan solo había que gastar lo que necesitamos para vivir. Fijémonos también en eso. Es tan importante, que nuestro futuro y el de los nuestros, con todo lo mencionado antes, depende de ello.
También aseguran que la contaminación incide sobre los datos de mortalidad. En fin, que la tierra no es de usar y tirar, como nuestro modelo social actual, que digo yo que habrá que cambiarlo.
¿Dónde acaban hoy muchas de las mascarillas…? Exacto, en el mar. ¡A ver si aprendemos de una vez!
Relajémonos, comprendamos que somos compatriotas; Que, si a mi vecino le va bien, será más fácil que suceda así conmigo; Y que, si nos gobiernan unos señores que nos permiten comer en una situación en la que muchísimos otros no lo hacen, arrimemos el hombro hasta que pase la tormenta. Lo importante es derrotar al enemigo, que no es tu vecino, ni tu hermano, es el COVID 19.
Cuando esto pase, ya se hará balance de los errores cometidos, pues todos nos equivocamos. Y cuando esto suceda, preguntaos: ¿Qué propusieron los que representan la alternativa al gobierno actual?
Yo me lo pregunto, pues no han dicho nada más allá de: Yo lo habría hecho antes… sin que importe la medida en cuestión, contradiciéndose así día tras día. Un sinsentido.
El que gasta su tiempo en la queja jamás encuentra solución.
Sí, soy uno de los muchos afortunados de este país. Hoy no trabajo, pero no perdí mi puesto, de momento, y tengo un sueldo en mi bolsillo. Sucede así incluso con los autónomos y pronto sucederá con los más desfavorecidos. Disfruto de mi familia, de mi mujer e hija. Y espero hacerlo cuanto antes del resto de los míos. Eso es lo que me hace rico, hoy más que nunca.
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