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“Garantizar la salud de nuestros conciudadanos”

Catedrático de Ciencias de la Alimentación de la Universidad Autónoma de Madrid y Director del Instituto IMDEA Alimentación de Madrid
Vista de dos ampollas con muestras de las vacunas

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No encuentro mejor definición para la misión de un sistema de ciencia que la que daba el Profesor Vicente Larraga en la entrevista publicada en elDiario.es el pasado 16 de agosto: “Garantizar la salud de nuestros conciudadanos”. En todo caso, se podría añadir a salud el bienestar de la población.

Sin embargo, la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 o COVID19 ha puesto de manifiesto el fracaso de los modelos actuales de investigación, incluso de los países más desarrollados, en el cumplimiento de esta misión. Ha habido que volver al confinamiento, una medida que ya se aplicaba en la Edad Media, para detener a duras penas (nunca mejor aplicado el dicho) la propagación del coronavirus.

Es fácil comprobar en cualquier base de datos de publicaciones científicas que, desde el descubrimiento del Tobacco Mosaic Virus en 1898, se han publicado más de 3.000.000 de artículos de investigación con alguna mención directa o indirecta a los virus, casi 700.000 de los cuales son trabajos específicos. Entre 2003 (año en que se produjo el primer brote) y 2019, se publicaron más de 10.000 artículos de investigación sobre SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome associated Coronavirus), el tipo de virus al que pertenece el COVID19.

Con tal volumen de conocimiento publicado sobre los virus y más concretamente sobre coronavirus, cuando llegó la pandemia no teníamos antivirales efectivos, ni siquiera un conocimiento suficiente de la fisiopatología de la infección por el SARS-CoV-2. Ingentes recursos empleados en el estudio de los virus durante un siglo largo que no sirvieron para lo que necesitamos desesperadamente en ese momento.

Pasados seis meses desde la detección de las primeras infecciones por COVID19 se han publicado más de 45.000 artículos de investigación en todo el mundo, pero el caso es que todavía no hay tratamientos clínicos completamente fiables y eficaces, o que la OMS y los gobiernos no acaban de tener pautas claras que trasladar a la población.

Pero no puede decirse que no se hayan producido reacciones. Los sistemas de ciencia más avanzados han demostrado una gran capacidad para girar y enfocar sus mejores capacidades al desarrollo de vacunas. En tiempos desacostumbradamente cortos, los EEUU, Reino Unido o China han alcanzado la Fase III de ensayos clínicos con sólidos resultados científicos en las fases Preclínica, I y II. Hay también una lista larga de países, entre los que se encuentran Italia y Francia, en Fase I, a punto de iniciar la Fase II.

España está claramente descolgada. Las investigaciones sobre vacunas para el COVID19 más avanzadas en nuestro país se realizan en el Centro de Investigaciones Biológicas “Margarita Salas” del CSIC, donde trabaja el Profesor Vicente Larraga. Estas investigaciones aún no han finalizado la Fase Preclínica y no se conoce como se financiarían las siguientes fases si ésta acaba con éxito. Leyendo detalladamente la entrevista realizada por elDiario.es a este investigador, se perciben carencias de nuestro sistema de ciencia que explican el gran retraso que llevamos, no solo con respecto a los EEUU, Reino Unido y China, sino también con los países de nuestro entorno.

En los últimos 5 años se han publicado desde España más de medio millón de artículos científicos, la mayoría de los cuales aún no han recibido citas. De poco sirve a España aparecer en buenos lugares de los rankings internacionales de número de publicaciones científicas si, por ejemplo, luego nos movemos en los últimos lugares de la carrera para conseguir una vacuna contra la infección por el coronavirus, probablemente la necesidad más importante en el mundo, en el momento actual.

Al mismo tiempo, miles de buenos investigadores postdoctorales, formados en España en sus grados, másteres y doctorados, trabajan a altísimo nivel en grandes grupos de investigación de todo el mundo sin que, por falta de medios, podamos ofrecerles un puesto en el sistema español para que aporten al país toda su capacidad. Ni que decir tiene lo relativo a grandes investigadores españoles completamente establecidos en sistemas extranjeros aportando a otros países salud, bienestar y riqueza.

Dado que los gestores públicos de la economía española de las últimas décadas no han considerado prioritario financiar adecuadamente nuestra ciencia, al contrario de lo que hacen los de los países de nuestro entorno, al menos deberíamos contar con un modelo capaz de priorizar y seleccionar centros, grupos y líneas de investigación. Se trata de configurar un sistema de ciencia para resolver problemas de nuestra población, de garantizar la salud de nuestros conciudadanos y de procurar su bienestar, a lo mejor haciendo girar también al modelo económico hacia mayores cotas de creación de riqueza, sustentado por la innovación basada en la ciencia de excelencia.

Si esta vez los gestores públicos de los sistemas de ciencia españoles, estatales y autonómicos, no sacan conclusiones y abordan una profunda revisión, nuestro país se irá consolidando en posiciones altas, por ejemplo en número de contagios y fallecidos, como estamos ahora, y en posiciones bajas de PIB y protección social. Y la solución no es aumentar la inversión pública en I+D+I, que siempre vendría bien pero que no se va a producir, al menos en los próximos años.

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