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Sus guerras, nuestro problema
Soy padre de una alumna de la escuela Entença de Barcelona. Se trata de uno de los pocos centros de Escuela Viva, no sólo en nuestra ciudad, sino en la comunidad y en el conjunto del estado. Un centro, por tanto, pionero e innovador, muy interesante y que probablemente debería recibir un mimo especial. La realidad es bien distinta. Los tres cursos de vida que acumula la escuela se han realizado en barracones, en una ubicación sobre la que hay dudas respecto al riesgo de salud para los niños, y sin una ubicación definitiva establecida.
El pasado 30 de enero, nuestra escuela y otras ocho más que trabajan en barracones presentaron un escrito de reclamación a la Administración. Junto a previsibles quejas por temas logísticos, destacaba la petición de que en el futuro la creación de cualquier centro público requiriese de una planificación definida sobre el espacio definitivo de la escuela. El objetivo es evitar situaciones como la actual, con niños obligados a pasar muchos años en unas condiciones difícilmente aceptables, e incluso en centros que ni siquiera saben si algún día tendrán un edificio definitivo, ni cómo será.
Es algo tan lógico, tan de cajón, que casi da vergüenza tener que reclamarlo. Sé que no es un problema único de Barcelona ni de Cataluña. El interés de las fuerzas políticas de cualquier signo y cualquier rincón del país por apuntarse el tanto de la creación de una nueva escuela, pasa a veces por encima del sentido común, y se crean centros sin criterio alguno, sin tener antes, no ya construido el edificio, sino ni siquiera reservada la finca en la que se construirá.
Los medios afines a esos partidos también aprovechan para lanzar dardos envenenados. Tan pronto se habla de los barracones de Colau como de los de CiU, o cualquier otra fuerza. Mientras, los padres, a quienes no nos importan esas luchas, seguimos sin recibir propuestas ni soluciones de ningún lado, ni de los que gobiernan ni de los que están en la oposición, ni de los del Ayuntamiento ni de los de la Generalitat, ni de izquierdas ni de derechas, ni independentistas ni unionistas. La inacción de los partidos gobernantes no nos ayuda, pero tampoco lo hacen las pullas de sus adversarios ni la propaganda partidista de sus medios afines. Necesitamos que alguien se mueva. De verdad, no por conseguir nada.
Por otro lado, la tarea de encontrar una finca para nuestra escuela no es tampoco labor de una sola administración (Ayuntamiento, Diputación, Generalitat, etc.), sino de muchas. Todas ellas aparentemente preocupadas sólo por sus guerras de poder, sin que el futuro y el presente de unos niños, de sus familias y del personal educativo, importen lo más mínimo. Los padres comprendemos la escasa disponibilidad y la enorme presión sobre un terreno tan codiciado como el de nuestro distrito, en pleno centro de Barcelona, pero no que no haya podido surgir alguna propuesta viable en estos años, ni que alguna de las administraciones implicadas hayan arrimado el hombro para paliar, al menos temporalmente, el problema. En el caso concreto de la escuela Entença, localizada en el enorme recinto de la Escuela Industrial, con algunos edificios libres debido al traslado de las escuelas técnicas a otros rincones de la ciudad, resulta difícil aceptar que la Diputación (propietaria del complejo) no pueda echar una mano cediendo alguno de sus enormes edificios temporalmente. Aunque no tenga la culpa ni la responsabilidad. Por ayudar. Porque es necesario. Porque una administración está para eso, no es una empresa, y detrás de ella hay unos políticos que, supuestamente, nos representan a todos.
Desconozco en profundidad la situación en otras regiones como Valencia, con problemas similares, pero sí sé que en Barcelona los excesos de los últimos años, en los que han participado varias administraciones y partidos, han llevado a una situación insostenible, con tantas escuelas a la vez en barracones (cuando debería ser algo excepcional) y algunas sin ni siquiera un futuro claro aún.
Esto no debería aceptarse. Todos, sociedad, medios y fuerzas políticas, deberíamos presionar para que fuese inaceptable inaugurar centros sin un futuro claro y definido, y para que se solucione la situación de aquellos que así se crearon, y que ahora sólo sirven de excusas a medios y políticos para sus peleas. Centros como el de mi hija no deberían servir para que unos se cuelguen medallas de innovación y servicio a la sociedad, ni para que los otros contraataquen acusándoles de falta de previsión, mientras ni unos ni otros se autoimponen la lógica restricción de no volver a hacer lo mismo en el futuro, como se les ha pedido en la reclamación.
Pronto serán las elecciones municipales. Poco esperamos de quienes ya gobiernan el Ayuntamiento, que se han mostrado incapaces de encontrar una solución. Pero a decir verdad, tampoco del resto, a quienes jamás hemos escuchado una propuesta alternativa o un plan para el caso de que gobernasen. Aquellos grupos que tengan algo útil que proponer, pueden hacerlo, aunque presumo que todos van a pasar por alto este problema o, como mucho, lo usarán como arma arrojadiza. Pasarán las elecciones y, gane quien gane, el problema seguirá, y seguirán sus guerras, mientras esperamos que alguien deje de pelearse y actúe.
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