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La insoportable universalización de la cutredad
La España cutre de bandera y pataleta, himnario y sacristía citó en Cibeles a «los españoles muy españoles y mucho españoles» para reivindicar que «es una gran nación» a punto de romperse cada día por culpa del sanchismo y los apoyos independentistas, filoterroristas y comunistas. Asistieron entre treinta mil personas y medio millón, según las distintas fuentes. Tanta diferencia en el contaje indica que algo falla en la enseñanza básica de las matemáticas. Aprender a contar con los dedos es lo natural en la niñez; sin embargo, sería lógico para el adulto haber descubierto estrategias más sofisticadas y rápidas para ello. La consecuencia es que lo que supera los diez elementos —o veinte si sumamos los dedos de los pies— se nos atraganta y es sustituido por la imaginación. En el cálculo de manifestantes, la capacidad de abstracción de los contadores oscila entre veintiuno e infinito, más o menos.
A la convocatoria de Vox y secuaces acudieron también camisas azules y gallinas estampadas sobre la rojigualda. Feijóo no asistió; aunque la apoyaba, según su habitual criterio de «sí pero no; no pero sí; ni una cosa ni otra, sino todo lo contrario». Se trataba de denunciar «un plan de más largo alcance que permanece oculto y que avanza hacia una mutación constitucional por cauces ilegítimos» que está llevando a cabo el Gobierno, según los organizadores. La mezcla de conspiranoia, hipérbole, rimbombancia, patrioterismo y «franquinostalgia», por mucho que se pretenda adornar incluso con el llamamiento desde la columna sabatina en El País del filósofo que devino en teósofo del divino Abascal, no pasó de cutrería. «Fascistas son los que salen a la calle a manifestarse cuando son elegidos quienes no les gustan», dijo en una ocasión Savater refiriéndose a otros. Pues eso. Mientras paseaba sabiduría por Cibeles, su ánima sobrevolaba la sede de Vox.
Feijóo quiso rodear de gran solemnidad la presentación del Pacto de Calidad Institucional, que se resume en la propuesta de que en los ayuntamientos gobierne la lista más votada cuando esta sea la del PP, siguiendo la máxima de M. Rajoy de que «es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde». Si no, culpará a la izquierda de apoyarse en la ultraderecha en caso necesario. A pesar de haber utilizado para ello el Oratorio de San Felipe Neri en Cádiz —donde se promulgó la Constitución liberal de 1812— la ceremonia y la ocurrencia quedaron cutres.
El gallego moderado intentó mejorar, sin éxito, las prestaciones intelectuales al asegurar que Ayuso, Almeida y absoluta conforman la triple A que desea implantar en todas las Comunidades Autónomas. Por desconocimiento, incompetencia, nostalgia o humor negro citó a la organización terrorista de extrema derecha también conocida como Alianza Apostólica Anticomunista.
El anuncio promocional de Madrid quita las ganas de visitarla. Es cierto que quizá no te cruces con tu ex nunca; sin embargo, puedes encontrarte en cada esquina con Mario Vaquerizo cerveza en mano y amargarte el paseo. El vídeo, además de inyectar pijerío, derrocha cutrez.
Feijóo, en otro alarde de neuronas en movimiento, ha afirmado sin rubor, ante el asesinato del cura de Algeciras a manos de un yihadista, que «desde hace siglos no verá a un cristiano matar en nombre de su religión como hacen otros pueblos». Aparte de ser mentira, debería haber sido más prudente para no alimentar el odio al inmigrante. Pero no quería alejarse demasiado de los ultras. Nada que ver con las declaraciones sensatas y prudentes de la Conferencia Episcopal Española, poco sospechosa de socialcomunista, que declaró que el atentado no puede servir para demonizar a los que profesan la fe musulmana.
Cuando alguien llama «capitalistas despiadados», en evidente redundancia, a los enriquecidos por la crisis y la guerra a costa del empobrecimiento general, mediante artimañas especulativas, se dice que no hay que demonizar a los empresarios, ni individual ni colectivamente. Solo se puede demonizar a la izquierda. Para contrarrestar, la gente de orden, faltaría más, ha salido en tromba a santificarlos. A los jefazos de Mercadona, Repsol, Inditex, Santander, BBVA etc. se les otorga el título de Santísimos Piadosos Capitalistas.
En el entretanto, la Universidad Complutense de Madrid —UCM—, para deslustrarse, nombra alumna ilustre —famosa, no ilustrada— a Ayuso. Lo que pudo ser una hermosa aliteración, ha resultado en cacofonía: la UCM crea la cátedra de Cutredad.
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