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Interinos que no quieren ser funcionarios
Soy profesor de secundaria en un instituto público. En mi profesión hay muchos interinos y una buena parte de ellos no quieren dejar de serlo.
La manera de dejar de ser interino es superar una oposición que, según la RAE, es un conjunto de pruebas selectivas donde se evalúa la capacidad de un candidato para, en este caso, ejercer como docente. En Catalunya, este proceso suele consistir en tres partes eliminatorias y ninguna de ellas tiene mucho que ver con el ejercicio real de la docencia.
La primera de ellas consiste en la presentación de una programación didáctica. Se pretende evaluar la capacidad del docente para enseñar aunque, en realidad se evalúa más la defensa de la misma. Es decir, se mide la capacidad del candidato para contestar a una serie de preguntas sobre el proceso programador en general, a veces sobre la misma programación, si el tribunal ha encontrado alguna incoherencia en ella.
La segunda suele ser una prueba escrita, en la que el candidato contesta preguntas sobre la especialidad a la que se presenta (matemáticas para los matemáticos, física para los físicos, etc). También se le pide, dentro de esta parte, que elabore una actividad a partir de un tema.
Por último se llega a la parte de los méritos, donde el candidato presenta parte de sus méritos profesionales y académicos, digo “parte” puesto que el departamento de Educación no suele valorar nada de lo que hayas hecho profesionalmente antes de ser profesor.
Además, todo el proceso debe regirse, según la ley, por los principios de Igualdad, mérito y capacidad. Ninguno de estos principios se le respeta demasiado a un interino en las oposiciones a docente. Por eso muchos dejan de presentarse. Trato de explicarlo.
En la presentación de la programación, cualquier interino ya ha realizado una programación en el centro donde trabaja y, ya ha sido evaluado durante su primer año como interino. Se le ha evaluado dentro del aula, con los alumnos, y ejecutando dicha programación. En la oposición, por contra, se le mide a través de diez o quince preguntas, planteadas por el tribunal, que podrá evaluar más su aplomo para contestar rápido y bien, que su capacidad didáctica real. Se le coloca pues en un plano de igualdad ficticio con otros candidatos que jamás han ejercido como docentes y no se valora en absoluto su capacidad práctica para ejercer como docente, objetivo teórico de esta fase de la oposición.
En el segundo de los casos, la prueba teórica, se supone que un graduado universitario ya ha superado esa parte en cuanto a conocimientos teóricos. En cualquier caso suelen ser pruebas memorísticas, a veces justificables puesto que los conocimientos necesarios para impartir ciertas materias de Educación Secundaria, a veces no concuerdan con los contenidos de ciertos grados universitarios que se dan como aptos para impartirlas.
El tercero es, quizás, la única parte en la que los candidatos ven un mínimo de igualdad puesto que es netamente objetiva. Hay unas reglas conocidas, unas puntuaciones por méritos y permite seleccionar de forma poco contestable. No es así en los dos primeros procesos.
En los dos primeros procesos, no se proporciona información sobre cómo se va a evaluar y muy poca sobre qué se va a evaluar. Los tribunales tienen pues manga ancha para decidir quien supera y quien no y, además no necesitan dar demasiadas explicaciones sobre ello
Se da pues, con mucha frecuencia, el hecho de que profesionales con años de experiencia a cuestas, bien valorados por compañeros, alumnos y superiores, suspenden las mencionadas presentaciones o los exámenes. Además, el proceso es profundamente irregular y está diseñado para minimizar impugnaciones. Nunca prosperan
A vueltas con el principio de igualdad, hay que añadir que el Departamento de Educación de la Generalitat de Catalunya no convoca oposiciones todos los años. Esto hace que muchos profesores entren en el sistema, sean evaluados, adquieran experiencia durante años e, incluso, a nivel personal formen una familia. Cuando surge la ocasión de presentarse a unas oposiciones no lo hacen en plano de igualdad, mérito o capacidad con alguien que no esté dando clases mientras se prepara la oposición o que todavía no tiene cargas familiares.
La tensión, trabajo y estrés que soporta un candidato a oposiciones son algo consustancial al proceso y, por tanto, llevadero. Lo que no es soportable, después de estos procesos es irte a casa consciente de que se te ha evaluado de forma sesgada e injusta y que, en conclusión, la oposición no te define como docente. Muchos interinos, después de dos o tres intentos, deciden que no vale la pena.
Bueno, volviendo a lo dicho al principio, quizás los interinos e interinas si que quieren dejar de serlo y lo que falla es el proceso de selección. A mi me preocupa ese proceso de selección, como docente y, sobre todo, como padre, puesto que no creo que el Departament d’Educació me pueda garantizar que escoge a los mejores para educar a mis hijos.
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