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La izquierda, ese ente que todos conocen y nadie entiende
Izquierda y derecha son hoy conceptos vacíos. O mejor, los conceptos izquierda y derecha no siempre contienen lo que algunos creen que contienen.
Como en un cubo de playa para niños, 'los que saben' dirán que dentro hay una pala y un rastrillo.
Pero pregúntenle a la gente. Igual se sorprenden. Tal vez alguno dice que en los cubos solo hay fregonas, y que las fregonas no son para la playa.
La izquierda letrada da por hecho que todo el mundo asocia izquierda a la defensa de sus intereses. Pero luego, las más de las veces, se pierde en datos, gráficas y neologismo, que el populacho no comprende, ni quiere.
Las cosas claras y el chocolate espeso, a poder ser.
Si sale Iglesias preguntando en un debate por éste o aquel dato, más allá de algún forofo que se regocije porque el rival lo desconozca, habrá, sobre todo, un potencial votante que piense: >
Con los neologismos pasa algo en el pueblo que a veces también le ocurre a la Academia. Que no se aceptan. Que se intentan imponer por la fuerza y a algunos les chirrían. Ojo, sean de 'derechas o de izquierdas'. Las palabras a veces no entran. Si alguien, alguien trans, pide ser tratado como elle, o lo que quiera, por respeto a su persona, podrá uno dirigiese a elle de ese modo. Pero si se esparce la palabra por entornos que no le son propios, lo que se creará es desafección con ella -la palabra- y con elle - el mentade-.
¿Qué más hay en el cubo de la izquierda? ¡Ah, sí! en él están los justos, los buenos, los generosos, los altruistas, y por supuesto, no hay racistas... Nuevo error. El discurso xenófobo cala también entre las capas más bajas. De hecho, más que en ninguna otra parte. Alguien con dinero hará tratos allí donde haya dinero. Aunque la mano que lo extiende sea africana, coreana o de una tribu amerindia.
Y cuando se dice que solo hay 200 y pico Menas en Madrid, es ser muy riguroso. Una media verdad que casi suena a mentira al del barrio humilde, y eso es peligroso en lugares donde las segundas generaciones de latinos meten tiros por las calles.
Los menas son los que están bajo tutela de las instituciones. Pero cuando cumplen la mayoría de edad, y sin apenas papeles, se les pone en la calle con una mano detrás y otra delante. ¿Esos cuántos son? Pues miles.
Y de esos, solo un tanto por ciento, pequeño, pero ruidoso y ruin, roba; holgazanea; vacila; amedrenta y, sí, algunos, pocos, muy pocos, violan.
La derecha sin complejos; la derecha ultra y desmelenada, no tiene reparos no solo en decirlo, sino en exagerarlo. Y como en frente nadie dice aquí hay un problema. El mensaje cala, con exageraciones y todo.
En Francia un gran porcentaje de la población está de acuerdo con una reciente salida de tono sobre el modo en que se deberían actuar en el extrarradio. Tomemos nota.
Hay gente dispuesta a votar lo que le perjudica con tal de ser fiel a su persona. Esto es así. Prefiere seguir siendo fiel a lo que es. A sus principios... y a sus prejuicios. A sí mismos. Hay pobres de derechas porque hay pobres racistas, aspiracionistas, y también pobres que trabajan de sol a sol y que se informan a penas un rato con un telediario contaminado. Esos, los que lo ven.
Y sí, en el cubo de la derecha también hay gente buena, atenta, detallista. Gente que echa una mano. Gente que cree hacer lo correcto. Aunque le falte leer algún libro. Y cuando se le pregunta al pobre, dirá que el quiere parecerse al del deportivo y no a su vecino. ¡Que bien se vivimos en Madrid! que decía la viejita de Anguita en uno de sus discursos.
Vestir de Alcampo en tiempos de Instagram es un anacronismo de la época de las chaquetas de pana.
El frentismo como herramienta no es efectivo. Lo que llevó a más de uno a retorcerse en la silla -maneras, soberbias, modos de dirigirse a los otros, y hasta de sentarse, de Iglesias, a parte- fue su lenguaje. Demasiado directo para una democracia en pañales. Eso de 'vamos a por los de arriba'. 'Fuera los consensos, queremos el asalto'. A más de uno de derechas -que no rico- le sonó y le suena aún escandaloso. Parece mentira que el CIS diga que se lo percibió como el mayor crispador de la campaña por encima de Monasterio. Ahí hay un síntoma. Porque no es cierto. Porque hace tiempo que moderó el lenguaje. -Aunque no su dedo acusador-. Y eso muestra hasta qué punto se ha deformado su figura. Y cómo se han realzado sus rasgos negativos. -Que los tiene-. Es alguien prepotente, que llama a los Ministros y a la gente mayor no sólo sin el Don o su cargo, sino por su nombre de pila. Pero también, habría que recordar de vez en cuando su currículum. Que muchos en la derecha desconocen y otros desprecian porque es mejor que el suyo. De lo más destacado en él, su premio al mejor expediente, que le fue entregado en mano por el Príncipe Felipe cuando aún no era conocido uno ni rey el otro.
Los comentarios de Monedero, no merecen ni comentario. Pero decir que es solo es echar más arena en un fuego que se apaga.
La izquierda no gana porque no habla castellano. Habla de números. De cosas abstractas. Y cuando no, hace promesas bonitas. 'Huevos fritos para todos', mientras la sartén la siguen teniendo otros. Y cuando no llegan los huevos mínimos vitales, se cae el castillo.
¿Por qué no gana la izquierda? ¿Y tú me lo preguntas?
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