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El fin de la libertad en el Ateneo
Quizá Vd., socio del Ateneo de toda la vida, recuerde aquellos cuentos de Cantlesman “Tiemble después de haber reído” de La Codorniz. No cabe reír tras leer la convocatoria del fraude electoral organizado por la actual Junta de Gobierno del Ateneo dispuesta a consumarlo el 27.10.2022 gracias a que la prensa “no libre” lo oculta porque perjudica sus proyectos o los de sus colegas al servicio ¿de quién? Recuerdo aquellos terribles versos de Niemöller denunciado la insolidaridad ante la pérdida de libertad: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los ateneístas, guardé silencio, porque yo no era comunista”. No dijo eso, ni son nazis. Su objetivo es el contrario, quedarse con el Ateneo y, quizá, expulsarnos a los socios que amamos su libertad, la que creo hace dos siglos, la que los socios hemos heredado y seguimos manteniendo. Para eso se creó el Ateneo para eso, no para convertirlo en sala de fiestas rentable.
“¡Bueno!, tampoco es para tanto, no hay que ser tan exagerados” se disculpan y al hacer les traicionan las palabras porque lo que están diciendo es icen ellos; “”. Se traicionan al disculpase; lo que dicen significa: “es bastante, aunque no sea para tanto”. ¡Pero lo es! ¿A quién le hace daño que los ahora los ateneístas disfrutemos de la libertad de opinión que disfrutaron sus socios durante dos siglos? Sólo le hace daño a los totalitarios, a los caciques, a los mandones.
Con su actual Reglamento el Ateneo fue llamado “la Holanda de Europa”, ¿Por qué destrozar su esencia? Dice: “este Reglamento reconoce y ampara el derecho de todo socios para profesar o emitir cualquier suerte de ideas política, religiosas y sociales, por radicales que sean u opuestas a las de los demás. En este respecto se considera nula dota resolución asocial que pueda implicar coacción o restricción de esta plena libertad reconocida”. No cabe mejor definición de la libertad de expresión.
Todo lo contrario dice el fraudulento proyecto de Reglamento. Empieza igual, pero elimina de la protección a las “ideas radicales”. Con ese Reglamento en el Ateneo no se podría haber expuesto ideas radicales como abolir la esclavitud, promover el voto universal, incluir en ese derecho a las mujeres, el derecho a aborto, el derecho a sindicarse y tantos otros. También prohíbe exponer ideas “contrarias a la Constitución y al ordenamiento jurídico” Cualquier dictador lo firmaría.
Ni les gusta la democracia, ni la separación de poderes ¡antiguallas del siglo XIX! Ésa fue la luz propia del Ateneo por dos siglos; es la que defendemos los demócratas. Dice el Reglamento aún vigente: “Corresponde a la Junta General Ordinaria 4º. Deliberar y resolver sobre los asuntos que no siendo privativos – según el Reglamento – de Junta General Extraordinaria la Junta General Extraordinaria o no estén expresamente atribuidos a la Junta de Gobierno les sean sometidos por ésta o por los socios a los que corresponde la más amplia iniciativa.
El nuevo Reglamento es antidemocrático. La Junta de Gobierno, no los socios, reúnen el poder ejecutivo, judicial y constitucional: “La interpretación de este Reglamento y sus normas y protocolos y procedimientos de desarrollo corresponde a la Junta de Gobierno sin perjuicio de las atribuciones que le corresponden a la junta General de conformidad con el presente Reglamento”. Fernando VII no hubiera cerrado el Ateneo. A Putin también le hubiera gustado.
El Reglamento quiere un socio de “oye y calla”. El actual Reglamento protege al socio. Para expulsarlo tienen que pedirlo cien socios para iniciar el expediente; tras las alegaciones oportunas se tiene que reunir una Junta General Extraordinaria con un quorum de doscientos socios y aprobar que se le expulse por, al menos, dos tercios de los presentes.
El nuevo Reglamento antidemocrático facilita la “purga” desde la Junta de Gobierno. Bastan seis socios para iniciar el proceso y basta la mayoría simple de la Junta General Extraordinaria para expulsarlo; como no se exige quorum podrían expulsarlo esos seis socios, si fueran mayoría.
Concluía el poema de Niemöller: “Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.
Este texto sólo lo podrá leer en la prensa libre. La restante que lo ha recibido no lo publicará.
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