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Libertad, para qué

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Sobre la pandemia se podrían decir tantas narraciones, tantas historias personales y colectivas, tantas sobre las cobardías políticas de asumir responsabilidades, tantas sobre la iniciativa privada, tantas sobre el todo vale para la obtención de beneficios empresariales, tantas sobre el todo vale para el triunfo electoral, tantas sobre la ocultación de los motivos ante una concreta declaración política, tantas sobre el neoliberalismo y adónde conduce, tantas sobre la manipulación de la opinión pública, tantas sobre las consecuencias de obviar la globalización real... y más titulares podrían escribirse y desenvolverse con justa causa.

Tantas que es necesario acotar el campo de visión para que los árboles no nos impidan ver el bosque. Son tantos los focos posibles que resulta obligado al escribir algo sobre tanta palabra, discurso, declaración y actuación, elegir un foco que permita comprender y asimilar en un sólo discurso comprensivo de todas las narraciones.. No sé si mi lupa, limitada por mis capacidades, conocimientos y lecturas, acierta, divaga o yerra.

Con ese propósito elijo la quinta pandemia que asola el mundo occidental y, por supuesto, también el no occidental como punto de arranque.

El lobby turístico puso en jaque a las autoridades políticas. Su discurso era elemental: hay que compaginar crecimiento económico y pandemia. Tenían razón, pero sus soluciones no eran las adecuadas. Si la hubieran tenido esta quinta ola no se hubiera producido.

La compaginación de crecimiento económico y pandemia se puede realizar siempre que la pandemia no limite el crecimiento económico. Esto requería una vacunación masiva del 70% de la población mundial.

Se relajaron medidas antes de alcanzar esa cifra. Se olvidaron de que no bastaba con la población de los países más desarrollados, sino que es imprescindible recordar que la globalización es algo más que obtener beneficios empresariales en cualquier parte del mundo, que esa globalización más allá de los beneficios empresariales conlleva a la interactuación de la población de todo el mundo, que esa globalización implica la responsabilidad de nuestras actuaciones sobre el conjunto de toda la oblación mundial.

¿Cómo es posible que algo tan evidente arrinconara y se impusiera a voces que alertaban de la relajación y de atender a la necesidad de extender la vacuna a todo el mundo?

Para ello se pusieron en plan de guerra voces políticas que si no eran negacionistas en su totalidad, sí lo eran en la práctica. Asumían como un coste más del crecimiento económico las muertes y sufrimiento provocados por el relajamiento. A fin de cuentas si tenemos vacunada a muestra población electoral, el resto de la población del mundo importa menos, África y el centro y sur del continente americano y algún que otro país de Asia, ¿qué son? Nada. Sus recursos seguirán existiendo haya o no población aborigen. Pero esas voces capaces de comprar medios de opinión y de inundar las redes con medias verdades y burdas mentiras se han tropezado con las variantes de la Covid que sobrevuelan y atacan de nuevo a la ciudadanía adormecida con múltiples opiniones contradictorias.

Sabiendo que la relajación era un grave peligro se acentuaba la política de vacunación como única respuesta. En esta cadena de irresponsabilidades entran las multinacionales farmacéuticas y sus sucursales nacionales. Vacunación masiva como respuesta compatible con el crecimiento económico, pero este requiere que la población consuma, vaya a bares, viaje, coma en restaurantes, compre coches y electrodomésticos. Por lo tanto la vacunación tiene que convivir con una vida normal, si acaso que la mascarilla sea obligatoria en interiores laborales o de ocio. Qué poder tendrán estas multinacionales, pues políticos, eso sí de poca calidad intelectual y ética, avalan sus propuestas de vacunación, y avalan también las que promueven la vuelta a la normalidad consumista como la solución al dilema de pandemia/economía. La quinta ola nos dice que esa respuesta no era la solución, las únicas soluciones son vacunación global y mantenimiento de medidas de protección que solamente pueden relajarse cuando al menos toda la población mundial esté vacunada en ese mítico 70%.

En toda esta serie de eslabones aparece el de los representantes públicos, los cuales por miedo a las repercusiones electorales no se atreven a tomar medidas drásticas o las toman con cierto retraso. Por otra parte los representantes de la oposición les critican por ser demasiado drásticos o por haberlas tomado con retraso. En defensa de sus posiciones puramente electoralistas emitan a través de los medios de comunicación un torrente de palabras sin argumentar. Esa es su grave responsabilidad que seguramente les llegará a pasar factura a través de algún familiar enfermo o a través de un menor crecimiento económico como consecuencia de nuevas restricciones a las que obligará la sexta ola o de la séptima, salvo que las medidas restrictivas sigan siendo de obligado cumplimiento y se liberalicen las patentes de las vacunas.

Ya ven, al fin ha salido la palabra libertad, claro que nada tiene que ver con la libertad sugerida en el término neoliberalismo. En este, la libertad está supeditada a la cadena de mando del crecimiento económico. Por el contrario, la liberación de las patentes implica someter la libertad al mandato de los sueños de la razón.

¿Qué otra definición se puede asociar a la palabra libertad, sino el de poder actuar conforme a los dictados de los sueños de la razón y así combatir toda suerte de pandemias?

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