Vecinos funcionarios que retiran placas en el cementerio de la Almudena con los nombres de los represaliados por el franquismo; vecinos universitarios de un colegio mayor que insultan a sus compañeras de la residencia de enfrente al grito de “Sois unas putas”; vecinos homófobos que gritan por las calles “Maricas, fuera de nuestros barrios”; vecinos ultras que le gritan a un ministro “Marlaska, maricón”; vecinos LGTB que ven recortados sus derechos; vecinos pijos que reclaman la libertad de tomarse una cerveza en un bar a la hora que les plazca durante un pandemia mortal; vecinos incultos y rencorosos que no se suman al duelo por la pérdida de la mejor escritora local y española en todo un siglo; vecinos conductores que reclaman su derecho a contaminar circulando por zonas de acceso restringido; vecinos futboleros que blanden en estadios la bandera nacional contra los aficionados de otro equipo español; vecinos integristas que cortan el tráfico de una calle rosario en mano; vecinos nazis que muestran la esvástica en concentraciones de extrema derecha; vecinos militares que acuden a concentraciones políticas con un arma al cinto; vecinos machistas que no condenan la violencia contra las mujeres o se desmarcan de los minutos de silencio por las víctimas; vecinos ultras que, para hacerse oír, increpan a mujeres que van a abortar; y ayer, un vecino concejal agredió a otro concejal con intención intimidatoria durante el pleno del Ayuntamiento, y a esta hora aún no ha dimitido. Madrid, caverna de fascistas impunes, quién te ha visto y quién te ve.