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Maracas agujereadas
El expresidente español se sumó ayer a las críticas de Isabel Díaz Ayuso contra el “indigenismo” -“El indigenismo es el nuevo comunismo”, dijo- y aprovechó para hacer un chiste sobre la petición del Gobierno de México para que España se disculpe por la conquista. “¿Y usted cómo se llama? Yo me llamo Andrés Manuel López Obrador. Andrés por los aztecas; Manuel por parte de los mayas; López es una mezcla”, ironizó durante su participación en la convención nacional del PP.
Sobre las palabras de IDA y Mr. Asnar, no me atrevo ni a repetirlas, son los mismos eslóganes y despropósitos que los escuchados durante mi infancia y adolescencia, cuando el nacionalcatolicismo desde el puesto de mando, “elpardo”, máuser en mano, disparaba sobre los cerebros, convirtiéndolos en maracas agujereadas. No solamente las masacradas, sino las vivientes. Una muestra de ellas son las de IDA y Asnar.
Ya ven, pasados varios años desde la muerte del genuino representante del cruel e ignorante que roturó los trigales y sembró cardos, nada puede sorprender que las bestias que en esos yermos campos culturales se alimentaron hayan sobrevivido y, ahora que ven roturar sus gustosas cardos y sembrar trigo, coceen y regurgiten los ignorantes discursos del odio que los alimentaron. Reivindican las mismas consignas sobre la unidad de destino en lo universal. Reivindican la falsa historia de este país. En definitiva, estas bestias reivindican y añoran los cardos que los alimentaron y las órdenes del amo.
No, no voy a pedir perdón como español de las palabras de esas bestias, lo que siento es vergüenza de oírlas, pero esa vergüenza ajena que siento no es por ser español, sino por ser o pretender ser, un ciudadano que no distingue a los demás ciudadanos por su lugar de origen, sus creencias, su género, su riqueza o pobreza, por sus apellidos, por el color de su piel.
Por las mismas razones creo que los ciudadanos, españoles o no, deben en primer lugar avergonzarse de lo que otros ciudadanos, nacidos en el mismo solar o no, hicieron en ultramar.
Esa vergüenza significa romper los mitos que las bestias cocean al viento y declarar en voz alta que:
- La evangelización católica no significó ni significa civilización. Allí, en ultramar había una civilización, ni mejor ni peor que la exportada desde la península.
- Que los habitantes de aquellas tierras no eran indígenas, y si así se les considera, los habitantes de la península también eran indígenas.
- Que en ningún caso la masacre de unos seres humanos puede justificarse como daños colaterales e inevitables de la imposición manu militare de una civilización pretendidamente superior.
- Que los pretendidamente civilizadores eran conquistadores militares en busca de riquezas fabulosas, y que esta obsesión fue la que dirigió todas y cada una de sus acciones; tanto las de cristianización, forzada o no, modo sibilino de imponer las justificaciones civilizadoras del conquistador, como las militares.
- Que el éxito de las lenguas latinas que llevaron los indígenas de la península ibérica al centro y sur del continente americano, ha conllevado la desaparición de las lenguas de los indígenas de ultramar.
El perdón sin sentir vergüenza por lo sucedido hace quinientos años no impedirá que dentro de otros años no vuelva a ser necesario pedir perdón de nuevo.
El perdón sintiendo vergüenza, tal vez, nos haga conscientes de evitar comportamientos por los que ahora mismo debemos sentir vergüenza.
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