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Mutantes y maricones

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A la hora de explicar la reacción tránsfoba que se ha producido en España en los últimos dos años, es decir, la que está teniendo lugar dentro del bloque progresista y protagonizado particularmente por un sector del feminismo, se suele aducir que tiene su origen en la Ley Trans.

Resulta evidente que es a partir de los proyectos legislativos impulsados por el socio minoritario del gobierno que el debate ha estallado en el feminismo y en la sociedad, sin embargo, considero que no debemos quedarnos en la superficie.

La reacción tránsfoba que se está viviendo en España y en otros países occidentales constituye un proceso de enorme complejidad, pero si tuviera que sintetizarlo lo concretaría en tres factores.

El primero, con una doble dimensión global y local, lo situaría en el momento de reacción conservadora que vive el mundo, y particularmente España después de los hechos de octubre de 2017.

El segundo, con una casuística solo local, tiene su origen en la progresiva pérdida del poder simbólico e institucional de una generación de feministas españolas. Esto se ha debido a la pérdida de peso relativo que han padecido, dentro del movimiento feminista, producto del éxito del activismo LGTBI y del éxito de las movilizaciones feministas en nuestro país. Esta realidad se califica a sí misma, no tiene mayor interés para mí en este momento, y ya ha sido tratada en otra ocasión en este mismo medio por Antonio Maestre, “El sujeto político revolucionario es una niña trans”, aunque con diferentes matices.

El motivo de este artículo es por tanto comprender la casuística puramente internacional de esta reacción tránsfoba, cuyo origen es de raíz filosófica y fundamentalista, y llevarla a su conclusión lógica.

“No se nace mujer, se llega a serlo”, no quiero ni puedo hacer responsable a Simone de Beavoir de la interpretación que han hecho algunas personas de una de las frases más lúcidas de la historia del pensamiento feminista, pero es tristemente a partir de una lectura fundamentalista de la idea que reside en esta frase desde donde se sustenta la reacción tránsfoba.

La lectura que todos podemos hacer legítimamente es que, lo que tradicionalmente hemos entendido que significaba ser mujer, el rol de género femenino, no constituye una realidad heredada biológicamente sino aprendida culturalmente. Hasta aquí todo bien, o no; ¿ustedes también lo ven, verdad?, si sabemos que somos hombres y mujeres como producto de la conciencia derivada de la observación de nuestro aspecto físico y de la asignación de unos roles de género determinados, ¿dónde diantres encajan las personas trans, acaso están negando uno de los pilares del pensamiento feminista?

Este falso dilema es el que sustenta la reacción tránsfoba, pero falso no porque yo tenga la respuesta, sino porque ninguna interpretación de un texto puede justificar la restricción de derechos a las personas trans, salvo desde el fundamentalismo, sea este filosófico o religioso.

Efectivamente existe una contradicción, o al menos así lo entiendo yo, sin embargo ante la misma uno puede adoptar dos actitudes opuestas, reconocer humildemente que de momento no se tienen todas las claves para conciliar ambas realidades, o tomar una postura fundamentalista para con la lectura de un texto y negar la existencia de las personas trans, salvo como enfermas, casi nada.

A continuación me gustaría desarrollar esta interpretación fundamentalista al siguiente nivel, que estoy seguro será de gran interés para las mujeres y hombres homosexuales de nuestro país (he aquí un servidor), y de entre todos, particularmente para aquellos que participan en la reacción tránsfoba de un sector del feminismo.

Bien, déjenme repasar de nuevo la interpretación transexcluyente del principio feminista: no se nace mujer, se llega a serlo, luego no existiría una conciencia de nuestra sexualidad innata, es decir, un saberse mujer en un “cuerpo de mujer” o en un “cuerpo de hombre”, ni viceversa obviamente, un saberse hombre en un “cuerpo de hombre” o en un “cuerpo de mujer”. La conciencia de nuestra sexualidad por tanto, como hombre o como mujer, no sería más que la deducción lógica de la observación de nuestros cuerpos al nacer y la asignación de los roles sexuales.

¿Alguna de las mentes brillantes que han hecho este sesudo desarrollo lógico, particularmente de hombres y mujeres homosexuales, se han molestado en repetirlo, pero sustituyendo la variante “identidad sexual” (hombre-mujer) por la variante “orientación sexual” (heterosexual-homosexual)?, ¿no?, vamos a ello, será divertido.

Bien, si no existe una conciencia innata de nuestra sexualidad, sino que es mera observación y cultura, y si las personas trans no existen, sino que son enfermos para los que hemos tenido la benevolencia de crear ficciones jurídicas para el desarrollo de sus “vidas”, ¿alguien me puede explicar por qué el concepto de “identidad sexual”, hombre/mujer o transgénero/cisgénero, no existe, pero sí existe el de “orientación sexual”, heterosexual/homosexual?, porque si las mujeres trans tienen un aspecto y unos genitales masculinos que al parecer “gritan” que son hombres, los hombres gays tenemos también un aspecto y unos genitales masculinos que estarían gritando que somos heterosexuales, o lo que es más terrible, las mujeres lesbianas tendrían un aspecto y unos genitales femeninos que gritan que son heterosexuales.

Para finalizar; uno puede patalear, llorar y enfadarse todo lo que considere porque ya no puede hacer la interpretación simplona que siempre había hecho del principio “no se nace mujer, se llega a serlo”, pero ni los roles de género y el patriarcado van a dejar de ser una realidad opresiva que tenemos que destruir, ni las personas trans van a dejar de existir y de requerir la regulación de sus derechos. Al feminismo transexcluyente le digo: maduren, asuman humildemente que no se puede comprender todo siempre, y renuncien al discurso de odio.

 La Ley Trans será Ley.

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