No es el mundo entero, no

Es el jibarizado mundito anglo-sajón-europeo el que está en pura ebullición nazi-fascista, como un anticuado y tiznado puchero trotón sobre sus brasas. Sentenciaron en Nuremberg tan criminal ideología, pero de mentirijillas, que le perdonaron la vida. Volatilizaron algo –operación Manhattan, Gladio etc.— y congelaron el resto. Una astucia de tahúr, esa de timar bajo manga. Ahora, cuando la rancia civilización occidental judeo-cristiana olfatea el implacable agotamiento natural, entra en crisis histérica, patalea el tablero y pretende reproducir otra nueva fase con aquella misma “mala leche”, en la que todo vale. Un eslabón más de la retorcida cadena mental propia del ser humano que, al parecer, llegó a la idea de un solo señor en el cielo, después de inaugurar la posibilidad de un solo señor en la tierra y acariciar el húmedo sueño de un sacro compadreo en ciernes, como una bienaventurada y amañada lotería.

El chiste del periodista-escritor Arthur Koestler “una nación ha prometido solemnemente a una segunda, el territorio de una tercera”, se ha convertido en nuestros días en un insoportable y cruel escarnio. En el escenario de una masacre genocida, impasiblemente consentida por la “comunidad internacional”, como un fanático sacrificio ritual en cumplimiento del vetusto Deuteronomio “en las ciudades de los pueblos que el Señor tu Dios te da como herencia, no dejarás nada con vida”. Con la infamia de arrogarse un derecho que no tiene, “el de autodefensa”. Mientras criminaliza, como “terrorismo”, a los desesperados intentos de supervivencia de las victimas que masacra aplastándolos con el derribo de murallas sobre sus huesos. Acusando de antisemitismo a quien lo cuestiona, cuando el ADN del pueblo palestino probablemente es más semita que el israelí actual, de notorio origen caucásico. “Los patos disparan contra las escopetas.”

Idéntica “necro-cultura” subyace en la guerra “ucronazi” de la OTAN. Un episodio más de la quema expansiva y “terracida” del Gran USA Hegemón en su obsesión histórica de controlar el universo. Otro “destino manifiesto”, “maná gratuito”, caído del cielo. Blasfema bendición que, como reverso calcetín, se torna maldición para otros pueblos inferiores de tez no tan blanca. Una devastación, de artillera violencia en unos casos o de esterilizante colonización socio económica en otros, que ha empujado a innumerables pueblos a abandonar su tierra y emprender el ostracismo del “emigrante”, tras una esquilmada esperanza de vida.

Misma “política Jurásica”, ahora de moda en el “viejo mundo”, a ritmo de motosierra. Bramando con la procacidad soez de un esfínter incontrolado, evacuando a quema ropa odio y mezquindad: “viejos meados”, “vírgenes menstruadas”, “zurdos de mierda”, “nación o constitución”, “tsunami emigrante”, “tercios anti feminazis y maricas” y demás diarrea mental. Con la burda mentira constructa como andamio en la trepa hacia el poder, sea como sea. Asaltando el Congreso. Con terrorismo mediático. Engatusando a la lumpen-burguesía. Controlando desde atrás las salas de justicia. Aspirando a la privatización absoluta de la tierra, el mar, el viento, la selva, el río, el sol, la atmósfera, la lluvia, la sombra, la niebla, los meridianos, paralelos y toda criatura en ellos. Así, prohibiendo a la mujer el absoluto control de su cuerpo, pero con la libertaria potestad de que cualquiera pueda vender un hijo, un riñón o un ojo de la cara, si así lo prefiere o la necesidad le obliga. Y despachar para el cementerio a ancianos, con protocolos ocurrentes, privándoles vilmente del derecho inalienable de apurar tranquilamente los últimos soplos de su existencia.

¿Seguro? ¿Es esto lo que necesita nuestra tarada civilización? Porque, al parecer, en eso estamos.