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Los políticos, como los futbolistas, no son todos iguales, pero...
Decir que todos los políticos son iguales (igual de malos se entiende) es incierto e injusto con los que tienen verdadera vocación de servicio y además lo hacen bien, que seguramente son muchos más de los que parece; y no, no son mejores los de una ideología que los de otra.
Y además de incierto e injusto, es dañino pensar que nuestras instituciones están gestionadas por incompetentes, frívolos, interesados o corruptos, porque, aparte de que eso desanima a los honestos y fomenta lo que queremos evitar (algo así como el fenómeno de la “profecía autocumplida” que se estudia en psicología) desprestigia el sistema (funcionamiento del conjunto de las instituciones democráticas de acuerdo a las reglas que nos hemos datos todos, empezando por la Constitución) que es lo más importante que tenemos.
España, y muchos otros países, están muy polarizados ideológicamente, así que cuando gana las elecciones una ideología supone una gran frustración para los de otra. Dado que no van a ganar siempre los que te gustan y que no parece que la polarización vaya a menos, esta frustración de buena parte del país está asegurada, una veces la sufrirán unos y otras veces otros. El único y gran alivio de los frustrados es saber que el sistema funciona; que gane quien gane va a tener que gestionar el país dentro de los límites impuestos por el sistema. Por eso necesitamos un sistema fuerte, con mucha más transparencia y menos espacio para la arbitrariedad en las decisiones.
Pero más allá de las mejoras que necesitamos en nuestro sistema, todos los países tienen un problema con los políticos. Podemos asegurar que los jugadores que están en primera división son los mejores y han llegado ahí porque hacen bien lo que tienen que hacer, que es jugar. Esto no se puede decir de los políticos porque lo que tienen hacer para llegar a la primera división de la política no es gestionar bien lo público, que es lo que queremos que hagan eficazmente, sino ganar elecciones. Para gestionar lo público se requiere honestidad, empatía para comprender los problemas, capacidad de gestión, conocimiento de todas las herramientas legales, técnicas etc. mientras que para ganar elecciones se requiere tener apoyos financieros (favores que después hay que devolver, muchas veces en contra de la buena gestión), se requiere un buen discurso (que suele mejorarse con mentiras) y otras habilidades y apoyos que nada tienen que ver con lo que se espera de un gestor de lo público. Si seleccionáramos a los jugadores de la selección española de fútbol con criterios parecidos a los que utilizan los políticos (los que mejor imagen tienen, los que dicen que son los mejores, los que te convencen de que los demás son peores que él, los que te prometen 10 goles por partido…) no pasaríamos de la fase de grupos. Pues eso, si queremos pasar de la fase de grupos como país, entre las mejoras de nuestro sistema democrático tenemos que incluir un mejor sistema de selección de políticos.
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