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¿Qué queremos?

La mayoría de los españoles optan por el diálogo en el conflicto catalán

Montserrat Llurba

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Hace unos meses, atravesando el Himalaya, me sentí tan maravillada por la belleza de las majestuosas montañas y los inmensos valles que me rodeaban así como por la sencillez y la fortaleza de las personas que viven allí, que toda guerra me pareció una fuente innecesaria de sufrimiento. Y pensé en los más cercanos, a los que veo sufrir por el Procés, cada uno por sus motivos e ideas. De esta impotencia y a la vez ilusión nace este escrito.

Leedlo de forma crítica pero con el espíritu abierto, sin buscar reforzar vuestro punto de vista. La única premisa: el respeto por el otro. Partiendo de este respeto, para poder avanzar y construir conjuntamente, solo conozco el diálogo. Un diálogo que se hace entre seres humanos, entendiendo que cada persona tiene una historia; y donde la divergencia de opiniones es una riqueza.

El Procés nos ha tocado a todos y todas, ya que toca el tema de la identidad y cómo el otro nos reconoce y nos respeta. En función del ámbito en el que te muevas parece que solo haya un discurso válido; pero es necesario poder hablar entre nosotros de las diferencias y de lo que nos duele, no buscando venganza sino comprensión (lo cual no elimina la responsabilidad de nuestros actos). Es por esta razón que creo que es importante reconocer la complejidad de sentimientos que genera el Procés; a veces lo que nos duele no nos permite ver la opresión que ejercemos hacia el otro (sin pretender poner al mismo nivel las diferentes vivencias).

Vivimos en un mundo lleno de sufrimiento y, sin quererlo, somos cómplices de mucho dolor. Debemos tomar conciencia de nuestros privilegios; y solo con compromiso y sensibilidad podremos trabajar por un mundo justo. El Procés es una oportunidad para reflexionar sobre el modelo de sociedad, sobre la implicación política de la ciudadanía, sobre la posibilidad de establecer cambios que nos lleven a una sociedad más consciente y respetuosa con la diversidad y la diferencia. Ninguna identidad puede estar por encima de otra.

Parece que hoy en día el “pan y circo” y el individualismo nos han hecho caer en la creencia de que no hay que implicarnos o que podemos depositar nuestra responsabilidad en la clase política, tan solo votando cada cuatro años. Atrevámonos a instaurar el referéndum vinculante como una herramienta de participación ciudadana, para que los partidos políticos tengan que actuar más en consonancia con la población.

Y hablemos sobre el derecho a la autodeterminación, lo que no implica necesariamente la independencia. El diccionario de la Real Academia Española define la autodeterminación como la “capacidad de una persona para decidir por sí misma algo”, y, a nivel colectivo, como la “decisión de los ciudadanos de un territorio determinado sobre su futuro estatuto político”.

Pero en el Procés se han mezclado muchas emociones y dimensiones y cada uno se ha apropiado de conceptos, reduciendo el conflicto a una guerra entre 'buenos' y 'malos', viendo en el otro la raíz del mal. La situación sigue encallada y ahora el sufrimiento es aún mayor para una parte de la población, ya que hay personas que los representan encarceladas.

Creo que es necesario intentar recuperar cierta simpatía por el otro, así como la confianza que todo ser humano merece, y probar de entendernos, porque tanto si hay independencia como si no la hay seguiremos conviviendo, nadie es autosuficiente. Y aquí es donde todo el mundo tiene una responsabilidad:

- Los medios de comunicación y las personas que os dedicáis a la política sois tanto el reflejo de la sociedad como, en cierto modo, creadores de opinión. Tenéis la posibilidad de dar las herramientas a la población para que entienda lo que pasa, transmitiendo los diferentes puntos de vista y aportando datos verídicos. Defender una posición y demonizar la otra solo agrava el conflicto. Es vital transformar la política para que nunca pueda ser una lucha por el poder y privilegios, sino una forma de diálogo y negociación entre los diferentes puntos de vista, donde las diferencias sean respetadas y se recupere la ética de la democracia. En principio, todos los partidos deseáis lo mejor para el conjunto de la población.

- Y nosotros, el pueblo. Seamos conscientes de lo que queremos. Y si queremos la paz y una democracia constructiva basada en el respeto, tenemos que salir de casa con la confianza y el deseo de querer entender lo que dice el otro, escuchándonos y respetándonos. Lo podemos todo como individuos y aún más como sociedad.

Por ello, recorriendo las montañas pensé en la necesidad vital de la humanidad de compartir. Tal vez fue la falta de oxígeno al recorrer esa ruta que sube a más de 5.000 metros lo que me hizo soñar, pero imaginé a los políticos viajando juntos por aquellas tierras, tan lejanas y diferentes, saliendo de su contexto, compartiendo dificultades y maravillas, y llegando a reconocer en el otro lo esencial y común de la persona, más allá de cualquier creencia. Ya de vuelta a la realidad, creo que es importante que nosotros, como pueblo culturalmente diverso que somos, empecemos a mirarnos y hablar para superar la situación actual, sin que sea una cuestión de vencedores y vencidos.

No es fácil atreverse a escuchar ideas diferentes, pero es una aventura que nos enriquece. El diálogo borra las verdades absolutas, pero alimenta la confianza en los demás y en nosotros mismos. Está en nuestras manos decidir qué camino queremos tomar: el del diálogo y la paz (que no excluye el conflicto, pero lo vive de una manera constructiva), o el del discurso del miedo, la violencia y el odio, que nos destruye a todos. Todos somos responsables, y entre todos creamos el presente y el futuro que dejaremos a los que vendrán después.

La paz no es una conquista, sino un proceso participativo desde el respeto de la dignidad íntima de todos los seres, es un movimiento hacia una armonía siempre nueva y nunca perfecta. (Robert Panikkar)

Seamos libres, viviendo y compartiendo, o que queme la humanidad.

MLL y muchas amistades

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