Cataluña, una comunidad cuya riqueza no refleja comparativamente una mayor inversión per capita en servicios sociales que la de las comunidades autónomas más pobres, ha reivindicado siempre el “seny”: eso que Descartes llamó “sentido común” y del cual constató irónicamente que era la cosa mejor repartida del mundo. Y sí, en estas elecciones generales parece que los catalanes han votado con seny, al frustrar junto con el País Vasco un Gobierno de derechas ultras. Solo que ahora, desde Waterloo, se alejan de los graves problemas sociales de los votantes y, de cara a una posible negociación de investidura, fijan como ideas fuerza la amnistía para sus políticos y el referéndum, cuya inviabilidad saben de antemano pero que utilizan de autoayuda. Sería una putada, además de una ofensa a ese buen seny del pueblo catalán, que el independentismo anteponga sus intereses de partido y de clase dando entrada al neofascismo en España y por tanto también en Cataluña. Lo suyo es que el señor Puigdemont nos demuestre de una vez que en verdad su resistencia tiene algo de heroico.