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La sinrazón
Los desencuentros, la agresividad en las palabras, la intolerancia, es lo que escuchamos a diario los ciudadanos. Los políticos nos sorprenden con su verborrea atroz, desencadenando un malestar en la sociedad que nos inquieta, nos angustia y nos llena de incertidumbre. Nuestras vidas en poco tiempo se han dado la vuelta. Caminamos sobre terreno pantanoso que nos obliga a tener que recluirnos para estar a salvo. Quienes nos gobiernan, no toman conciencia, no aúnan fuerzas, no son capaces de parar y dejar de pensar en el poder. Un poder que corrompe y nubla la razón.
Este panorama generalizado nos devora lentamente instalándonos en una vorágine muy preocupante, pareciendo incluso, que el tiempo se ha detenido. Pero no es así, el tiempo no se ha detenido, nos hemos detenido nosotros. Un virus ha hecho posible que nuestras vidas vayan cambiando, que no podamos hacer planes, que el miedo a la enfermedad y a la muerte nos mantenga alejados de los demás, obligándonos a un encierro indeseado, pero que a la vez, y después de tanto tiempo, nos permite estar más con nosotros mismos. Los que aceptamos el confinamiento porque valoramos la vida por encima de todo, hemos sustituido los lazos que nos unían con el ocio, la diversión y el entretenimiento, por la lectura, la escritura, la información, todo lo que enriquece al ser humano.
La naturaleza nos está avisando continuamente de que lleva tiempo enfermando y la Covid-19, al igual que otros virus, nos alerta del deterioro medioambiental al que está sometido el planeta. Un deterioro provocado en gran medida por la mano del hombre. La pérdida de la biodiversidad está vinculada a la crisis de salud pública. Si esto no lo paramos, si no cuidamos el planeta como se merece, si no cambiamos los hábitos de conducta, estamos condenados a la autodestrucción.
La Covid-19, ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad del ser humano. La fuente primaria más probable según los expertos en esta enfermedad producida por el SARS-COV-2 es de origen animal que, debido a la globalización, se ha ido extendiendo a nivel mundial con facilidad provocando una pandemia difícil de erradicar.
Existen otros muchos factores que favorecen dicho salto, como la deforestación, el tráfico de animales exóticos, la intensificación de la agricultura y la ganadería, etc. El cambio climático provocado a lo largo del tiempo por la mano del hombre, es una de las causas principales de catástrofes atmosféricas. La sobreexplotación de los recursos terrestres y marinos, está acabando con especies de animales y plantas del planeta. Este exterminio anula por completo el equilibrio que la tierra necesita.
La carrera que se ha librado entre los países con poder económico para conseguir una vacuna que acabe con el virus, ha sido, cuanto menos, llamativa, alocada e interesada. Dentro del contexto actual, existe, nos guste o no, un nihilismo, en el que me incluyo, político e institucional, que no ha favorecido a confiar en las vacunas, cuando, como en este caso, son los políticos los que han generado desconfianza e inquietud con sus contradicciones y disputas sobre todo lo relacionado con la detención de este virus. Gracias al conocimiento científico que, de vez en cuando informa de manera categórica sobre la seguridad y validez de tan apreciado elixir, hemos ido convenciéndonos de que es la única salida para poder atajar a la Covid-19
A día de hoy, se multiplican los contagios diariamente. Los negacionistas no toman conciencia de una realidad que mata. Los hospitales se llenan de pacientes ingresados en las UCIS, los sanitarios no pueden más, se encuentran al borde de sus capacidades físicas y psicológicas y tienen que sacar fuerzas de donde no les quedan. La falta de personal sanitario, los oídos sordos de algunas Comunidades Autónomas la falta de solidaridad y de recursos, ponen a los sanitarios a los pies de los caballos. Y, además de todo este conglomerado de ineptitudes, se les impone sí o sí, a los elegidos, trasladarse a un nuevo hospital de pandemias recién construido por la Comunidad de Madrid, donde impera el caos y la carencia de recursos y, lo que es peor, el gasto que ha supuesto la construcción del hospital Isabel Zendal es desorbitado, pudiendo haberse invertido en contratar más personal sanitario y en abrir salas de hospitales que permanecen cerradas. Todo este desastre está generado por las políticas irresponsables y privatizadoras del gobierno de la Comunidad de Madrid. En definitiva, una situación dramática.
Debemos de sentirnos orgullosos de nuestros sanitarios que han estado ahí desde el principio de la pandemia, dándolo todo y más, hasta el último aliento. Y, siguen demostrando en esta tercera ola de la pandemia, verdadera vocación ante una situación única.
Quería mencionar y criticar la dejadez existente dentro de algunas residencias de mayores, donde hemos podido observar a través de una ventana abierta a la sociedad, las pésimas condiciones y el trato vejatorio que ejercen en algunos centros sobre las personas mayores. La falta de atención médica, de higiene y el escaso personal cualificado, impide que nuestros mayores tengan, en su última etapa de la vida, los cuidados y la atención que se merecen. Debido a la Covid-19, muchos de estos mayores han fallecido, en parte, debido a la negligencia de un Sistema que ha permitido que no fueran trasladados a los hospitales.
Abandonados a su suerte en fases anteriores de la enfermedad, ahora que se supone que iban a ser de los primeros junto con los sanitarios en ser vacunados, resulta que, después de vacunar a algunos residentes con las primeras dosis, quedan aún por inocular bastantes mayores en las residencias, porque, para desgracia de los que realmente lo necesitan primero, ha habido vacunas que se han perdido por el camino, pero que han sido encontradas por un número importante de altos cargos de la política y de la Iglesia. Estos actos vergonzosos reflejan claramente las prácticas ilegítimas de algunos mandatarios.
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