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Vergüenza

Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso.

Mayte Ruiz de Velasco Súnico

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Vergüenza es, desde mi punto de vista, un término bonito, por la forma y el fondo. Viene del latín, de la palabra vercundia. Significa “turbación del ánimo por una falta cometida o por alguna acción humillante y deshonrosa, ya sea propia o ajena”.

Y me gusta porque es ambigua. Tiene cargas positivas, aunque también negativas. Desde el punto de vista negativo, tener vergüenza hace que no actuemos como queremos por miedo al ridículo en determinadas situaciones; por ejemplo, no decirle al frutero que te ha escogido las peores manzanas. Desde el punto de vista positivo, tener un mínimo de vergüenza hace que antes de actuar, pienses, porque te va tu dignidad en la vergüenza; por seguir con ejemplos cotidianos, no colarnos en el mercado para que no nos pongan en evidencia. Tener vergüenza nos permite mirar por el bien común antes que por el individual. Porque solo el que entiende que sus actos tienen un efecto sobre su entorno, y teme el escarmiento público, es capaz de sentir vergüenza cuando decide actuar en base a sus caprichos, sus instintos, sus ambiciones o sus necesidades personales inmediatas.

El año 2020 pasará a la historia como el año en que descubrimos que hay una serie de personas que genéticamente pueden producir un leucocito capaz de combatir al coronavirus, y el año en el que descubrimos la carencia del gen de la vergüenza, por lo menos, en muchos españoles. Desgraciadamente, muchos de esos perfiles, determinan nuestras vidas y/o crean la marca España.

Porque detrás de todas las aberraciones que han aflorado durante estos meses tan poco predecibles, hay una carencia transversal del más mínimo sentimiento de la vergüenza positiva, esa que hace que pienses.

¿Cómo podemos explicar si no lo que ha pasado con las personas que viven en residencias? Más de 20.000 muertos. No nos indigna. Y no hacemos nada porque siguen muriendo personas en una situación de total abandono. Una residencia debería ser ese sitio seguro al que te vas a vivir por comodidad en un momento de tu vida en el que necesitas ayuda, no un lugar en el que te mantienen con vida porque eres un ingreso. Ninguna persona debería sufrir la humillación y dejadez que hemos visto. Imágenes que nos hacen detestar al ser humano y sentir vergüenza. Son mayores, ya no son productivos, pues que se mueran.

Esa misma falta de caridad y de cariño la vemos en las bochornosas imágenes del campo de refugiados de Moria. ¿Qué nos pasa? ¿No entendemos que alguien  huya de su país en guerra para buscar asilo donde sea? ¿Tenemos que dejarlos en un campo de refugiados ( por no llamarlo de otra manera)? ¿Nos cuesta tanto sentir empatía hacia esas personas sin hogar y sin un futuro ni tan siquiera incierto? ¿Vemos peligrar nuestra economía si acogemos a un puñado de personas en cada país de Europa?

La gestión de la pandemia, la falta de sensibilidad hacia los muertos. Dirigentes que piensan en sus mandatos (mal nombre) solo como si fuera su “Hall of Fame”. No elegimos a los políticos para que conviertan su jornada laboral en una campaña publicitaria de su partido. Ni para que discutan con la oposición como si el congreso fuera un “Club Universitario de Debate”. No es eso lo que queremos que hagan. Queremos que unos tomen decisiones y los otros vigilen que no haya abusos de poder. El país se muere mientras los políticos se pelean y discuten sobre lo que se debería hacer. El juego consiste en insultar o defenderse de los insultos de otros, no hay vocación de negociar, de llegar a acuerdos, de renunciar. 

Y seguimos con la lista: la corrupción. Perfil que se acerca al poder, perfil que se intenta enriquecer con los impuestos que los ciudadanos pagamos para que el país funcione, salvo honrosas excepciones. Parece que cuando una mayoría de ciudadanos te elige, te están dando la potestad para que hagas lo que quieras con su dinero. ¿Dónde estamos? ¿Nos hemos trasladado en el tiempo? ¿No han valido para nada las luchas y las guerras por las libertades y la democracia?

Y ¿por qué no exigimos transparencia a determinados perfiles? ¿Por qué nos parece bien que nos roben unos y otros no? ¿Es que hay personas que pueden robar y otras que no? ¿Por qué alguien que roba para comer acaba en la cárcel sin discusión y alguien que roba mucho más por ambición consigue, con lo que ha robado, que su juicio sea sobreseído? ¿Por qué defendemos que el que más tiene robe impunemente? 

O los maltratadores o los violadores o los abusadores. ¿Cómo podemos negar la evidencia de que algunos hombres abusan de su mayor fuerza física para someter a una mujer? ¿O de que maltratamos animales y lo justificamos como algo cultural?

Y lo malo es que podríamos continuar una lista que pensamos que habíamos superado.

El denominador común de todas estas situaciones es la falta de vergüenza. Todas las personas que saben que se están maltratando a los mayores o dejándolos morir sin derecho a la sanidad que se han pagado trabajando toda su vida son unos sinvergüenzas.

Los países que miran para otro lado cuando se concentran en un campo a los refugiados de países en guerra o países en los que no hay manera de sobrevivir, son unos sinvergüenzas.

Los políticos que no asumen la responsabilidad de su rol, mejorar el país, o que usan el poder de forma absoluta para enriquecerse, son unos sinvergüenzas.

Y las personas que abusan de otros individuos o animales son unos sinvergüenzas.

Tener vergüenza puede ser una característica positiva o negativa del carácter, pero no tener vergüenza, es solo negativa. Me decepciona ver lo que está pasando en nuestro país: nos falta vergüenza y nos sobra mezquindad, nos sobran palabras y nos falta acción.

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