Ruta Moccia “a la gallega”

En Roma está la “ruta”. Las frases de los libros de Federico Moccia se escriben en las paredes y, como en la segunda novela del escritor italiano -'Tengo ganas de ti'- miles de jóvenes sellan su amor atando candados en las farolas del puente Milvio, un fenómeno que se ha extendido a Galicia.

El autor de éxitos internacionales, algunos de ellos adaptados al cine, cree que el cerrojo simboliza seguridad, coherencia, y permite el “ser como quieres ser” y “estar” como en realidad cada uno sueña.

En la provincia de Pontevedra, como en el resto de Galicia, la naturaleza ofrece infinidad de parajes donde dar el primer beso o prometer amor eterno, como por ejemplo el mirador del monte de Santa Tecla, en A Guarda, desde donde se divisa la desembocadura del río Miño; enfrente, Portugal, y al occidente, toda la inmensidad del mar.

Pero para los más urbanitas, el paseo marítimo de Vigo y sus inmediaciones, sobre todo la plaza de la Estrella, es casi lugar de culto, fundamentalmente entre las parejas más jóvenes, que como en tantos otros lugares del mundo inmortalizan su declaración en estos candados de todos los colores y tamaños.

Las parejas también han encontrado en Lugo un escenario en el que exhibir sus sentimientos y en la pasarela peatonal que cruza el río Miño se ven desde hace tiempo decenas de candados con los que, al igual que los protagonistas de Moccia, deciden sellar de forma simbólica sus sentimientos.

En el municipio de Cervo, en la costa lucense, de los restos del antiguo complejo industrial de la fundición y las fábricas de loza de Sargadelos, declarados Conjunto Histórico Artístico en la década de los setenta, parte el 'Paseo dos Namorados', que transcurre por la orilla del río Xunco y termina en una pequeña cascada.

En el trayecto que va desde las antiguas factorías, fundadas por Antonio Raimundo Ibáñez -marqués de Sargadelos- en el siglo XVIII, hasta el pequeño salto de agua que forma la Cascada dos Namorados, los visitantes pasan por frondosos bosques autóctonos.

Hay varias teorías que desgranan el nombre de este recorrido, pero sobre todas ellas destaca una explicación casi física, porque el camino se hace tan estrecho en un momento dado “que para poder pasar hay que ir muy juntos, casi pegados”, recuerda el alcalde de Cervo, Alfonso Villares.

Dos enamorados irían juntos hasta el fin del mundo. Algunos lo hacen y alcanzan el cabo Fisterra.

El punto más occidental de la antigüedad también ve el último atardecer de Europa; allí, cada jornada, se contemplan los últimos rayos de sol antes de que amanezca, y muchas son las personas que arrojan al mar estos singulares cerrojos.

El Monte do Cabo es una estampa idílica para las parejas que se sientan junto al faro y observan a ese océano que se traga el sol.

Ven cada noche como el cielo y el agua interactúan y se tornan de color rojo y plata hasta fundirse en una postal inolvidable que todavía es más perfecta cuando los cirros reflejan esta maravilla de la naturaleza.

Abrazados, la luna aparece justo cuando los enamorados vuelven a abrir los ojos tras ese beso que empezó de día. En este lugar, hubo quienes cayeron en batallas y naufragios, muchos, pero durante unos minutos cada jornada olvida todas sus desgracias y se convierte en el más romántico del planeta.

En el municipio de O Carballiño (Ourense), en las inmediaciones del río Arenteiro, se halla la 'Pena dos Namorados', una formación granítica compuesta por dos esbeltas piedras de grandes dimensiones.

De un sendero del río del Arenteiro, parte el camino que lleva a la Pena. Para acceder, el visitante ha de atravesar el itinerario que sigue el curso de este caudal, próximo al área recreativa y a la playa fluvial de la piscifactoría.

Después de superar los problemas para la llegada, son numerosas las parejas que se animan a visitar estas rocas. Los historiadores relacionan su origen con un asentamiento del periodo del Paleolítico, por los hallazgos encontrados en sus cercanías.

Se cree que la 'Pena dos Namorados' pudo haber sido un monumento mágico-religioso para los primeros pobladores.

Por su forma, “se dice que las piedras son de los enamorados” y esto ha creado tradición, cuenta a Efe el alcalde, Argimiro Marnotes, con lo que cada año son centenares los que se acercan.

Y al igual que ocurre en las otras provincias, también en la ciudad de Ourense las parejas disponen de un rincón en el que profesar su amor.

Imitando a los protagonistas del “fenómeno Moccia”, decenas de parejas cuelgan sus candados con sus nombres grabados en la pasarela de Outariz.

Una vez allí, tiran las llaves al río Miño para demostrar que no habrá fuerza que rompa su unión.

J. Morales, Ramudo, M. Álvarez, L. Rodríguez