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CRÓNICA

No pregunten a Fernández Vara por las vacunas y no pasarán un mal rato

Fernández Vara y Salvador Illa en la Conferencia de Presidentes en La Rioja en julio.

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La montaña rusa del coronavirus vuelve a colocar a España en la pista de una subida descontrolada de los contagios. Ya no es una curva, sino una línea que sube recta hacia arriba. A mediados de diciembre, los datos españoles eran mejores que los de Alemania, Italia y Reino Unido. Los gobiernos autonómicos se veían con fuerza para “salvar la Navidad” con un mecanismo que se ha repetido en esta crisis: medidas no lo bastante estrictas junto a constantes llamamientos a la responsabilidad de la gente. No sólo abrieron la mano en Nochebuena y Navidad, atendiendo al valor que tiene para muchas familias, sino en Nochevieja y Año Nuevo. Que no pare la fiesta. Ahora es el momento de los lloros y la súplica al Gobierno central para que se coma una parte del marrón colectivo. La factura es demasiado grande para asumirla por separado.

“Por supuesto que hubiera sido mejor no hacer ninguna aproximación familiar en Navidad”, dijo hace unos días Alberto Núñez Feijóo. Es el mismo presidente de la Xunta que en octubre calificó de “demoledor” el estado de alarma –la única medida jurídica que permitía limitar el derecho de circulación a los ciudadanos–, porque se cargaría “el consumo en Navidad”. Otros políticos hicieron afirmaciones similares.

El remedio mágico que se inventaron para no ir más lejos fue el toque de queda, no precisamente una panacea. Ahora nadie se hace responsable del error, que ya fue apuntado por los epidemiólogos. No se les hizo caso, ya que los científicos no se presentan a las elecciones.

Fernando Simón cree que la razón del aumento de casos es evidente: “Ha habido un cambio de tendencia significativo en las comunidades autónomas en los días 8, 9 de enero, consistente con la transmisión en un periodo muy corto, de dos o tres días, al final de año”, dijo el jueves. Feliz 2021, decíamos todos cuando estábamos dando un nuevo impulso a la pandemia.

La vuelta de tuerca de esta semana se centra en plantearse un confinamiento en los hogares similar al de la primavera. Andalucía, Asturias y Castilla y León reclaman al Gobierno que lo permita, de momento sin éxito. El Ministerio de Sanidad está en contra y prefiere esperar a ver si las medidas actuales son efectivas. Hay un interés muy escaso en el Gobierno por volver a la situación de marzo a mayo. Sabe que la oposición lo utilizaría para cargar contra Sánchez e Illa, por mucho que varios gobiernos autonómicos del PP lo estén pidiendo.

Evidentemente, Madrid se opondría y Pablo Casado tardaría nanosegundos en lanzarse al cuello del presidente, al que tacharía de fracasado. El líder del PP se dedica estos días a hacer visitas guiadas por Madrid acompañado por su presidenta y el alcalde de la capital. Ha pasado hasta por el centro de control de la empresa de autobuses municipales. Lo que ocurra en Andalucía o Castilla y León le interesa mucho menos.

El vicepresidente de Castilla y León, Francisco Igea, ha solicitado “un confinamiento breve e intenso”. A los políticos les encanta todo sacrificio que sea breve. Antes de la Navidad, también creían que decisiones duras por un corto espacio de tiempo serían suficientes para salvar las fiestas. Una de las cosas que llama la atención es ver cómo medidas de las que se ha confirmado que no son suficientes reaparecen meses después en calidad de ideas geniales que hay que volver a probar. Quizá porque son las únicas que no provocan un desgaste político de grandes dimensiones.

El Gobierno ya pasó en la primavera por una etapa de incineración que no quiere repetir. “Vemos en Europa otros países que están bastante peor que nosotros”, ha dicho Carmen Calvo destacando algo que la vicepresidenta debería saber que ya no es cierto, “pero también es verdad que el confinamiento tan durísimo al que sometimos a nuestro país en marzo hay también que meditarlo con un poco de equilibrio”. 

El inconveniente es que los gobiernos meditan muy lentamente cuando se están jugando el cuello.

Otros políticos son más de recurrir a cualquier justificación por irresponsable que sea para explicar un posible error propio. Extremadura ha administrado el 53% de las vacunas recibidas hasta el jueves. No está en la cola, posición en la que continúa Madrid, pero tampoco puede presumir mucho al estar en el 14º puesto. En estos momentos, lo más grave es que cuenta con las peores cifras de contagios: 1.167 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días.

¿Qué tiene que decir a eso su presidente? “Esta vacuna se ha aprobado en un tiempo excepcionalmente corto y era necesario mantener la prudencia para ver cómo reaccionaban los primeros vacunados”, dijo Guillermo Fernández Vara. Licenciado en Medicina y con experiencia en Medicina Forense, Vara cree que sabe más que la Agencia Europea del Medicamento o la misma agencia en EEUU, que respaldan las garantías de las vacunas que ya se están repartiendo.

La oposición lo tenía fácil. “Estas declaraciones cuestionando los avances científicos y alimentando los bulos y las conspiraciones son muy lamentables, impropias de un presidente autonómico”, ha criticado Irene de Miguel, de Unidas por Extremadura. El PP se pregunta cómo se puede decir algo así y afirmar al mismo tiempo que sus medidas se rigen por criterios científicos. Ningún científico que se precie ha dicho que hay que vacunar lentamente con el fin de examinar sus efectos.

Nunca subestimes la capacidad de un político para meterse en un agujero y luego seguir cavando con furia. Vara intentó matizar sus declaraciones en Twitter y lo terminó de arreglar. Precisó que no tiene ninguna duda sobre las vacunas, pero pasó a insistir en lo mismo: “Me confieso de haber pecado de prudencia”. Que es como cuando alguien dice 'la sinceridad' cuando le preguntan por su mayor defecto. Para terminar, un detalle victimista: “Acudo humildemente a pedir disculpas al juez supremo de las RRSS” (redes sociales).

Esperemos que no haya otra rectificación de Vara, porque lo mismo pide que le concedan la Gran Cruz de Sanidad.

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