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De la derecha navarra a los cinco de Podemos: un Grupo Mixto ecléctico para una legislatura muy ajustada

La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, atiende a medios a su llegada al acto de homenaje a la Constitución.

Alberto Ortiz

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En el inicio de la legislatura, cuando quedó definida la nueva composición del Congreso, los partidos del Grupo Mixto estaban exultantes. Solo tres formaciones con un diputado cada una para repartirse los tiempos en la tribuna y el cupo para registrar iniciativas. Era el más rentable de la democracia: nunca antes ese grupo había albergado un número tan bajo de partidos. Pero esa alegría no duró mucho. Coalición Canaria, Unión del Pueblo Navarro y el Bloque Nacionalista Galego, tres formaciones de idisioncrasias muy diferentes, tendrán que hacer hueco ahora a los cinco diputados de Podemos tras su repentina salida de Sumar.

El Mixto es el lugar al que van a parar los partidos que no cumplen los requisitos para formar grupo propio, según lo que marca la Constitución o el propio reglamento del Congreso. Y por eso es común que allí coincidan parlamentarios de ideologías dispares e incluso enfrentadas en un espacio que ha llegado a tener hasta 18 formaciones de diferentes partidos. En 2011, por ejemplo, convivían fuerzas como Amaiur o Esquerra Republicana con Coalición Canaria, Foro Asturias o Unión del Pueblo Navarro. 

Lo normal es que allí recalen formaciones de corte nacionalista o regionalista, con un número suficiente para conseguir un escaño en sus circunscripciones pero sin fuerza para llegar a 15 diputados, o bien un mínimo de cinco escaños pero con un 5% de los votos a nivel estatal o un 15% en la circunscripción donde concurrieron. En esa situación han estado habitualmente los nacionalistas gallegos, los independentistas vascos hasta hace pocas legislaturas o partidos muy atados a sus territorios como el PAR aragonés, UPN, CC o en su momento el partido Andalucista. 

Es habitual además que el Grupo Mixto crezca a lo largo de las legislaturas, lo que complica la pluralidad de ese sector del hemiciclo. Ya lo hizo en aquella de 2011, con la incorporación de los tres diputados de Esquerra Republicana; en 2016, cuando Compromís abandonó Unidos Podemos; o en la pasada, cuando la diputada Meri Pita se fue también de ese grupo y Pedro Cambronero el de Ciudadanos. 

Con la llegada de Podemos al Mixto, el grupo tendrá ahora una pluralidad ideológica que va de la derecha de UPN a la izquierda de los de Ione Belarra, pasando por la ambigüedad ideológica de Coalición Canaria o el nacionalismo de izquierdas del BNG de Néstor Rego. Son ocho diputados con los que además el Gobierno tendrá que negociar prácticamente por separado. 

El BNG fue un apoyo más o menos constante durante la legislatura pasada, aunque se desmarcó de algunas votaciones importantes. Coalición Canaria, a pesar de que se autodefine como un proyecto nacionalista progresista, ha sido capaz de apoyar al mismo tiempo la investidura de Alberto Núñez Feijóo y la de Pedro Sánchez. Durante la legislatura pasada, no obstante, fueron habituales los discursos duros de la exdiputada Ana Oramas contra el presidente por diferentes temas. Mucho menos probable será el apoyo puntual de UPN a las leyes del Gobierno, después de la ruptura de sus dos diputados con el Ejecutivo el año pasado tras incumplir el pacto alcanzado para la reforma laboral. 

A partir de ahora, será Podemos quien tenga mayor peso en un grupo que hasta ahora contaba solo con tres escaños y ahora pasa a ocho. Los de Ione Belarra abandonaron la semana pasada Sumar tras denunciar que les habían dejado sin autonomía política ni voz dentro del Congreso. Aunque han asegurado que no pondrán en riesgo el Gobierno, es probable que su posición negociadora complique algunas votaciones delicadas. 

Todo ello en una legislatura en la que el Gobierno cuenta con los apoyos muy justos, incapaz de jugar, como en la anterior, a la denominada “geometría variable”. Entonces, el Partido Socialista trató de amarrar el apoyo de Ciudadanos, UPN o Coalición Canaria en algunas votaciones para evitar la presión de Esquerra Republicana o EH Bildu, dentro del bloque de investidura. 

Pedro Sánchez tiene ahora una frontera de 171 votos en contra (los de PP, los de Vox y el de UPN) que le fuerza a pactar con prácticamente todo el resto de formaciones en el arco parlamentario. El bloque del Gobierno lo forman ahora 147 diputados a los que debe sumar los de ERC, Junts, EH Bildu, PNV, el BNG y ahora también Podemos. Coalición Canaria votó a favor de la investidura, aunque su voto es quizás el menos determinante de todos los del nuevo bloque de legislatura. 

La incorporación de los de Belarra al Grupo Mixto implicará que sus integrantes se tendrán que poner de acuerdo para repartirse los tiempos de intervención en la tribuna. Según el artículo 75 del Reglamento de la Cámara si no hay acuerdo para que uno de ellos tome la palabra en nombre de todos —lo que parece probable dadas sus diferentes sensibilidades—, sólo podrán intervenir tres diputados y no podrán hacerlo por más de la tercera parte del tiempo establecido para cada grupo parlamentario. 

Hasta ahora, ese reparto era sencillo en caso de que no hubiese acuerdo, puesto que el máximo número de intervenciones permitidas por sesión era de tres. Ahora deberán comenzar a rotar y repartirse el tiempo en función de los criterios que vayan decidiendo internamente. En caso de que no se pongan de acuerdo, será la presidenta del Congreso, Francina Armengol, la que “decidirá en el acto en función de las diferencias reales de posición”. En función de esas circunstancias también podrá “denegar la palabra a todos”.

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