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Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol

Todos los días es Black Friday en una campaña electoral

Pedro Sánchez en plena ofensiva de selfis en Murcia el 6 de mayo.

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La gente que no sigue la política con gran interés empieza a sudar cuando se acerca una campaña electoral. La que les va a caer encima. Los políticos no paran de hablar. Los medios de comunicación recogen cada una de sus palabras, incluso cuando son parecidas a las del día anterior. Todo es maravilloso o terrorífico, según sea el que abre la boca. No olvidemos la parte positiva. Promesas, promesas, promesas. Todo lo que parecía imposible o muy difícil en los años anteriores está ahora al alcance de la mano. Sólo tienes que concederles el voto. No piden mucho, ¿no?

Pedro Sánchez se lo ha tomado a la tremenda justo antes de que arranque oficialmente la campaña este jueves por la noche. Como esos niños que parecen dos al moverse tan rápido, no para de trasladarse de un sitio a otro. Si hasta ha estado en una fábrica de bicicletas en Elche hace unos días. En los últimos tiempos, daba la impresión de que si un mes no visitaba una fábrica de baterías, le faltaba algo en su vida.

Los presidentes del Gobierno tienen que medir sus apariciones en las elecciones autonómicas y municipales no sea que le endosen las consecuencias de un posible resultado negativo. Luego hay compañeros de partido como García Page que no quieren ni acercarse al presidente no sea que los votantes piensen que él es de izquierdas, una imagen que no va con su estilo ni quizá con sus ideas. Sin embargo, Sánchez ha decidido multiplicarse. Ya ha comenzado a hacerlo antes de la campaña y su recta final será extenuante: diez mítines en los últimos nueve días.

Hace muy pocos meses, el PP estaba diciendo que las elecciones de mayo serían la auténtica moción de censura contra Sánchez. Era su forma de desdeñar el estrambote parlamentario protagonizado por Ramón Tamames y Santiago Abascal. “Salgamos de la España de Pedro Sánchez y oigamos a la España real en las urnas”, dijo Cuca Gamarra en ese debate.

La España real está a punto de hablar y la melodía que se intuye ha dejado intranquilo al Partido Popular. Ya no oculta que Sánchez podría “coger oxígeno” en mayo. Hasta hace nada, pensaban que estaba asfixiado. En enero, lo daban por muerto. Elías Bendodo, la boca más grande que hay en el partido, afirmó entonces que el 28M iba a ser “un tsunami contra Sánchez”. Ahora ve que el agua sólo llega a los tobillos.

Las diferencias entre bloques no son muy grandes, por lo que podría darse cualquier resultado en algunas autonomías. Lo que sí está claro, y así aparece en la prensa conservadora, es que el PP necesita una victoria municipal importante –por ejemplo en una ciudad como Sevilla– o dar el vuelco en alguna de las regiones más relevantes que gobierna el PSOE, como la Comunitat Valenciana, Baleares, Aragón o Castilla-La Mancha, para poder cantar victoria.

Sánchez ha olido esa debilidad y se ha lanzado a tumba abierta pensando que él desequilibrará en su favor esa balanza que ahora parece estar en el aire. ¿Es temerario o audaz? Dependerá del resultado, obviamente.

No ha sido suficiente con poner en marcha el proyecto de ley de vivienda, lo que parecía poco probable a principios de año. Tenía más material en la bolsa de regalos. Este fin de semana, anunció un programa de avales de hasta el 20% para la compra de primera vivienda para jóvenes y familias con hijos menores. De entrada, es una medida que beneficia a los bancos y que corre el riesgo de provocar un aumento de los precios de la vivienda. Es lo que ocurrió en Reino Unido con un programa similar.

Su efecto sólo se verá a largo plazo. Lo que sí es posible conocer en estos momentos es que la derecha está muy a favor de esa medida, porque dice que ellos llegaron primero: “La paternidad y la maternidad de la medida tiene el ADN del PP”, ha dicho Cuca Gamarra.

¿Qué ocurrió cuando el PP rompió aguas y parió esa iniciativa que consistía en avalar con un 15% el acceso a la vivienda de jóvenes con renta mínima? El PSOE la rechazó hace sólo veinte días con el argumento de que “para acceder a una vivienda es necesario capacidad adquisitiva, no avales”. De ahí que dijera que la alternativa correcta era la que ya había adoptado el Gobierno, subir el salario mínimo de los 700 euros de la época de Rajoy a los 1.080 actuales. O podría haber añadido la reforma laboral, que ha aumentado la estabilidad laboral de muchos jóvenes sin la cual es imposible plantearse comprar un piso.

Ahora de repente los avales han pasado a ser una ayuda esencial que alegrará la mente de los jóvenes hasta niveles difíciles de superar en el mes en que se celebran elecciones. Tan importantes que los anuncia en persona Pedro Sánchez en un mitin de campaña.

El PSOE tiene un problema con el voto de los jóvenes, mientras goza de una posición electoral más saneada entre los mayores de 60 años. También hay una solución para eso. El Gobierno aprobó el martes un descuento del 50% en el Interrail europeo y rebajas de hasta el 90% en el transporte en tren y autobús en España para este verano. Borja Sémper lo llamó “pagar vacaciones a bigardos de 28 años”. La derecha nunca ve obstáculos en entregar subvenciones o desgravaciones fiscales a las empresas, pero si es para gente de a pie que necesita el dinero son “paguitas” o intentos de comprar votos (lo de las monjas de las residencias de ancianos en Galicia no cuenta). Qué se habrán creído los pobres que pueden hacer lo que hacemos nosotros con nuestro dinero.

En su campaña de 2019, Isabel Díaz Ayuso propuso “un Interrail nacional” con la intención de que fuera más barato que los jóvenes españoles viajaran a Madrid, faro de Occidente y estandarte de la cristiandad. No durante los meses de verano, sino de forma permanente. Entonces, los bigardos no eran tan despreciables.

En el Senado, Nadia Calviño respondió el martes a las críticas del PP a las últimas propuestas sobre vivienda: “Este Gobierno ha puesto en marcha una batería de medidas para recomponer el parque público de viviendas. Sí, ese parque público que ustedes desmantelaron. Si no se hubiese vendido la vivienda pública construida en nuestro país, tendríamos cuatro millones de viviendas para alquiler asequible y vivienda social en este momento”.

Pero esto ya se sabe desde 2018 cuando el PSOE llegó a La Moncloa y Calviño se convirtió en vicepresidenta económica. Y la ley no ha llegado hasta el tramo final de la legislatura y sus efectos no se habrán notado cuando toque votar.

¿Ven lo importantes que son las campañas electorales? Debería haber una todos los años.

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